Julia Sousa.
Desde el punto de vista de la comunicación periodística, resultan impactantes los mensajes que desde el Partido Popular se derivan en las últimas semanas. Mientras el ministro Wert pedía “españolizar” a los estudiantes catalanes, Esperanza Aguirre decía en Barcelona que hay que “catalanizar” España. ¿ En qué quedamos?
¿El PP no tiene suficiente con la 'marca España'? Por cierto una marca que carece de bastante contenido o, por lo menos, casi nunca se ha expresado en qué consiste. Por otro lado, ¿qué significa catalanizar para los militantes del PP? Resulta ya irrisorio y falto de respeto ante la ciudadanía que continuamente se estén lanzando mensajes sin contenido alguno, con eslóganes que ni tan siquiera tienen la categoría publicitaria. Rebuscando en la hemeroteca he encontrado un artículo de José Maria Carrascal, escrito en 1978, que se titulaba: “Catalanizar España”. Tiene mérito que en este período de nuestra historia reciente, Carrascal escribiera esto. Y comenta en él varias cosas dignas de analizar. “Catalunya ha sido la gran desconocida en España, mezcla de tradición y modernidad”. Lo lamentable es que después de 35 años, sigue Catalunya tan ignorada como antes. Por tanto, si esto es así, ¿qué vamos a catalanizar si ni tan siquiera sabemos qué son los catalanes?
Cuando se lanzan tantos mensajes al vuelo, sin consistencia, ni rigor, ni documentación, ni siquiera con un atisbo de realidad, lo único que sucede es que son simples titulares que sirven para ironizar y hacer chistes en las redes sociales. Y la situación actual es lo suficientemente grave como para no estar haciendo chistes cada día. Ni los catalanes desean españolizarse, ni los españoles quieren catalanizarse. Por tanto, elucubrar con estos conceptos es una pérdida de tiempo que tan solo consigue que el interlocutor también pierda credibilidad en sus mensajes. Como dirían en Madrid, “están mareando la perdiz, hasta que esto pase”.
Los partidos políticos cuentan con asesores cuyo único trabajo es buscar argumentos para defender cada problemática y buscar frases o palabras que incidan en la opinión pública. Pues bien, hoy no están o bien los tienen arrinconados haciendo fotocopias. Y ya estamos viendo que dejar solos a nuestros políticos es muy peligroso, porque sueltan lo primero que les viene a la cabeza. Y pueden hacerlo porque lo lanzan en fueros en donde no hay preguntas o bien en ruedas de prensa ficticias. Así las cosas, no es que los periodistas no quieran interpelar o no sepan. Es que no pueden en la mayoría de los casos. De momento, lo que ha quedado claro es que el Gobierno del PP no tiene un mensaje claro para responder al órdago independentista de Catalunya y por eso se escudan en la Constitución como único alegato. Si no quieren agotar a la opinión pública, que ya lo han conseguido, tanto de Madrid como de Catalunya, más valdría que escucharan a los asesores catalanes que tienen en los ministerios para poder articular alguna respuesta con criterio. Sea a favor o en contra pero con criterio.
Cuando hace unos cinco años empezó hablarse de la desafección de Catalunya hacia Madrid, recuerdo varias intervenciones bien estructuradas y concienzudamente estudiadas; ahora en cambio ha llegado el momento de la banalidad. Dicha banalidad puede responder a dos cosas: o bien no saben cómo afrontar el problema, que podría ser, o bien piensan que se trata de una tormenta de verano sin mayores consecuencias. Ambas posturas son preocupantes, porque conducen al mismo sitio: no se buscan soluciones y sí más problemas. La era Rajoy se significa por el “dejar pasar”, pero los quistes se enquistan más. La comunicación de Zapatero pecó algunas veces de euforia sin base, la comunicación de Rajoy peca de ser un títere.