14 nov 2013

El valor añadido no sabe de crisis

Julia Sousa
Llevamos tiempo en el que se habla mucho de la crisis de la prensa en general, del periodismo y de los periodistas. Tanto, que aburre. El último episodio es el cierre de Canal 9, en la comunidad valenciana, con más de 1.700 profesionales en la calle y 3000, que han trabajado hasta ahora para el ente televisivo. Una tragedia si contemplamos las cifras. No todos son periodistas, evidentemente, pero muchos sí. Pero por primera vez, estamos visualizando la autogestión de un medio televisivo por parte de sus profesionales, también es cierto que es la primera cadena televisiva autonómica que cierra.
Dicha autogestión ha derivado en un periodismo de denuncia de las presiones políticas e informativas de todos sus contenidos. Algunas voces ya han dicho que deberían haberlo denunciado antes y, no ahora, cuando han perdido su puesto de trabajo. En parte es cierto pero ¿hasta qué punto el periodista tiene que ser también un héroe? Siempre ha existido el código deontológico en los medios, que ha servido como herramienta para delimitar lo que se puede o no decir, lo que se debe o no aguantar, lo que raya la ética periodística o no. Parece que aquí no funcionó.

Que los medios han estado o están politizados es una evidencia desde hace años, pero en muchas ocasiones el atrevimiento de directores y no tanto ha facilitado que en ocasiones las redacciones puedan investigar temas angostos. A resultas de estas noticias es cuando el lector despierta de nuevo buscando información. Varios estudios realizados hace poco, uno de ellos del profesor Andreu Casero-Ripollés, de la Universidad de Castellón, alerta de que la gente está poco predispuesta a pagar por la información, dada la gran eclosión de noticias y datos que se cuelan todos los días a través de las redes sociales. Así, los medios se ven obligados a vivir en precario, y precaria también es la información que se ofrece. Todo precario y en precario y deseo reincidir en esta palabra, porque para mí sintetiza muy bien el origen de la crisis, así como su transcurso en el tiempo. 

Cocinar un plato requiere buenos ingredientes, de la misma manera que cocinar una buena información también precisa de buenos medios y tiempo. No es descubrir nada, lo sabemos todos. Pero no nos quejamos. Las redes sociales son óptimas para ejercer el periodismo, se han convertido en una herramienta muy útil, pero no pueden ser la base absoluta de la información periodística, entre otras razones, porque ser periodista requiere tiempo, dedicación y conocimientos, elementos de los cuales carecen la gran mayoría de los que publican su “estado” en las redes sociales. Ni falta que les hace, no son periodistas. Pero hemos dejado que el intrusismo nos inunde y no hemos sabido atajarlo. Al contrario, lo hemos aplaudido. Desde que hace años invertimos horas de nuestras crónicas en cualquiera de los medios para que el transeúnte de a pie dé su opinión, cuando en la mayoría de los casos no tiene ni idea y con ellos llenamos minutos de programación, sobre todo en la radio y televisión. Son comentarios huecos que estorban, pero llenan un espacio. Esta práctica que lleva tiempo haciéndose ha ido en perjuicio de la profesión periodística, ya que casi todo el mundo se ha visto y se ve capaz de realizar una crónica, de facilitar un análisis y de dar su opinión. No es esto, señores. Busquemos personas con criterio que expongan su opinión. Eso sí es periodismo, buscarlo, valorar y conseguir su voz, pero esto comporta tiempo y criterio. ¿Hemos de llamar al que siempre nos coge el teléfono porque es más fácil? no. ¿Hemos de lanzarnos a la calle y hacer un pregunta al vuelo, a ver quién se nos para un momento? No. ¿Hemos de copiarnos los unos a los otros? No. ¿Hemos de ir a una rueda de prensa sin saber quién es el que la da? No. ¿Hemos de consentir que los políticos ofrezcan ruedas de prensa sin derecho a preguntas? No. Son tantos noes seguidos que quizá sería preciso ir buscando algún sí. Todos estos noes han desembocado en una crisis profunda. Dicen que de credibilidad; es posible. También se quejan algunos estudios realizados al respecto que los periodistas de renombre se dedican hacer artículos de opinión, en lugar de dar información. Bien, no veo el problema. Siempre ha habido las secciones de opinión y las de información, no tienen por qué ir parejas.

En cualquier caso, para mí lo más preocupante es que una gran mayoría ha decidido no pagar por obtener información. Este punto si me parece subrayable y digno de estudio. ¿Por qué no queremos pagar? Dicen que porque ya tenemos mucha información gratis, dicen que porque no se aporta gran cosa en las noticias, dicen que porque estamos en crisis… dicen que no quieren pagar. Posiblemente deberíamos ser capaces de dar a conocer el valor añadido que existe en una buena información y que se distancia muchísimo de las noticias de 'marca blanca' que tanto abundan en las redes. Vender nuestro valor añadido, ahí está nuestra credibilidad y nuestra fuerza.

1 comentario:

  1. He venido recibiendo gratis el New York Times y el Washington Post en sus ediciones digitales. Recientemente hablan de pagar, aunque hasta ahora no me lo han exigido. Aunque son periodicos que me gustan, sospecho que mientras pueda tener noticias gratis en otros medios, simplemente me parezca innecesario pagar por ninguno. No es tanto cuestion de ahorrar dinero sino no ver un motivo suficiente.

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