4 feb 2014

El ejemplo de Jordi Évole y algunas lecciones que todos deberíamos aprender

Gabriel Jaraba
El cara a cara conducido por Jordi Évole en La Sexta debería mover a profunda reflexión no sólo a las televisiones sino al periodismo en general, especialmente al catalán. Un programa semejante debería haber tenido lugar en una televisión pública, pero como explica Víctor M. Amela en 'La Vanguardia', estas entidades han quedado colapsadas por los partidos (y su concepción medievalizante de la política institucional, añado yo) que solamente se preocupan por los cambios de cromos en forma de mantenimiento de proporciones de hegemonía y control. Pero si las componendas partidarias son capaces de, como en el caso de TV-3 respecto a los pactos PP-CiU, hacer implosionar una cadena desde dentro, ¿cómo se va a pretender que a estas alturas algo pueda moverse en ese campo?

Artur Mas, Jordi Évole y Felipe González
conversan en 'Salvados' (La Sexta).
La cruda realidad es que el match entre Mas y González se emitió el día que TV-3 hacía huelga y cosechó un millón de espectadores, con un 30% de cuota de pantalla. Y otra realidad es que eso que resulta aún más fácil de hacer para un periódico, sentar a dos personas frente a frente ante un periodista, porque no son necesarias cámaras, iluminación ni sonorización, no lo ha hecho ningún diario, teniendo como tienen todos ellos relaciones privilegiadas con los dirigentes políticos. Pero otra realidad más cruel es que en las redacciones de los diarios y de las televisiones existen numerosos periodistas capaces de hacer, y mejor, lo que hace Jordi Évole, que lo hace muy bien.

Las reflexiones que propone esta lección son las que trataré de resumir a continuación.

El nombre y el rostro de un periodista cuenta


Los directores y redactores jefes de los diarios han realizado en los últimos años una tarea de aplanamiento de sus redacciones, conduciendo al anonimato a sus redactores y sumergiendo a los más brillantes en una igualación por debajo, a favor de una supuesta objetividad corporativa del medio. Al mismo tiempo han puesto las columnas de opinión, en las que la firma se acompaña con la foto del firmante, en manos de gente externa al propio medio, periodistas de la televisión, personajes políticos e incluso institucionales y culturales, cediéndoles a ellos el protagonismo y la personalización del medio. Han descapitalizado así el potencial de popularidad de los periodistas profesionales de la casa. El resultado es que no hay periodistas de diarios conocidos, los únicos rostros famosos vinculados al periodismo son los de la tele.


La originalidad y la personalización son valores que el público aprecia


En el mismo sentido de lo anterior, los potenciales comunicativos de las redacciones han sido uniformizados por los llamados “libros de estilo” que se han convertido en lechos de Procusto que han convertido la escritura periodística de los diarios en un magma uniforme, de estilo chato, donde no destaca nada ni nada llama la atención. La aspiración a un periodismo de corte anglosajón, objetivo e incluso neutro, que se imponga por su solvencia informativa, es insostenible únicamente desde la redacción de las noticias, es necesaria una inversión en esfuerzo económico y organizativo que las empresas periodísticas están hoy lejos de poder realizar. La separación entre periodismo y entretenimiento es necesaria, pero no hay que confundir este último con otra cosa: el estilo comunicativo personal e incisivo de los profesionales individuales con nombre y apellidos y el estilo de la marca del medio.

Lo que cuenta, en última instancia en periodismo, es la palabra


Mientras en TV-3 acaban de remodelar los platós de los Telenotícies con los últimos recursos en diseño de interiores y decorados electrónicos, el cara a cara de Évole atrae y obtiene audiencia por el mero interés de su contenido. El espectáculo periodístico es el de la palabra, reflexionada, elaborada y compartida. Mientras algunos periodistas eminentes se alarman al creer que vamos a un mundo en el que la brevedad de Twitter achique los formatos periodísticos y jibarice las ideas, el público se ha volcado sobre una entrevista a dos en un formato de tiempo de una hora comercial.

Las redacciones periodísticas han dejado de ser lugares creativos

Évole es periodista pero no procede de las redacciones informativas convencionales sino de los programas de entretenimiento. Ha tenido tiempo suficiente para experimentar con lenguajes muy diversos y sobre todo con actitudes relativas a la comunicación interpersonal. En las redacciones de programas es necesario inventar cada día; en las de informativos cada día se repite más: difícilmente un diario o un informativo de televisión levanta no ya una exclusiva sino una noticia original de portada; parece como si los respectivos editores de los medios se espiaran mutuamente para no sacar los pies del plato: los medios informativos no solamente son, como hemos dicho, planos en sí mismos sino insufriblemente uniformes en su conjunto. Lo que hace Évole destaca simplemente porque no lo hace nadie cuando podrían hacerlo muchos. La anterior periodista que destacó por encima de esa uniformización provenía también de programas: Mònica Terribas, guionista de 'La vida en un xip' y otros formatos de palabra, que destacó como entrevistadora mediante el apoyo de Rosa Marqueta. Y logró ser entrevistadora y dejar el anonimato guionístico gracias al olfato de Francesc Fàbregas, responsable de la programación del canal 33 y especialista en programas musicales, quien la propuso e impulsó para esa tarea.

Los periodistas deben revolucionar sus lenguajes, centros de interés y orientación profesional

Lo que hace ahora Jordi Évole suscitando el interés e incluso el asombro, y lo hace muy bien, lo han hecho antes y mejor muchísima gente: José Martí Gómez, Josep Maria Huertas Clavería, Joaquim Ibarz, Eugeni Madueño, Andreu Farràs, Alex Botines, Iosu de la Torre, Rosa Maria Calaf, Arturo San Agustín, Núria Navarro y tantos otros profesionales que he conocido. El problema es que del ambiente más arriba descrito se ha desprendido un clima nefasto para la profesión: la falta de imaginación e incluso la reticencia hacia las novedades. Hay una especie de miedo interno que ha carcomido a los periodistas de los medios y les ha convertido en reaccionarios, no en reaccionarios sociopolíticos sino en cuanto a su actitud personal frente a las nuevas tendencias. Se habla aún hoy en los medios masivos de lo que es normal y corriente en la sociedad (y que internet refleja) como si se tratase de 'El Asombro de Damasco' (Twitter, por ejemplo). Hace tiempo que los medios han dejado de ir por delante de la sociedad, y los públicos más jóvenes creen que la excepción actual que representa Jordi Évole es una innovación en sentido absoluto, cuando en Catalunya ha existido siempre periodismo crítico, atrevido y creativo. Los periodistas deben desprenderse del miedo y el acongojamiento personal y volver a aprender de todos los sectores emergentes de la sociedad, especialmente en cuanto a formas de vida y actitudes frente a la novedad.

Me gusta lo que hace Jordi Évole y que lo haga alguien como él y alguien que viene de donde viene él. Y más me gustaría que muchos otros compañeros alcanzaran su libertad mental y de actitud personal, precioso privilegio del que goza, liberándose de la toxicidad actual de las redacciones y las empresas periodísticas realmente existentes. Porque es esa toxicidad el problema de los medios, su comercialidad, su interés y su viabilidad actual.

http://gabrieljaraba.wordpress.com/

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