Julia Sousa
En Estados Unidos estamos viviendo un hecho inédito tanto en el segmento político, como periodístico. La larga batalla que libran los aspirantes del bipartidismo instaurado en este país para erigirse como candidatos a la Casa Blanca, se ha cobrado ahora una víctima insospechada: la prensa escrita. Los medios más prestigiosos de Nueva York han manifestado su mea culpa respecto a cómo han cubierto los actos preelectorales de Donald Trump por la nominación republicana. Han llegado a publicar que "la carrera ha terminado y el periodismo ha perdido" en 'The New York Times'. ¿Qué significa que el periodismo ha perdido? ¿De qué pérdida estamos hablando?.
Los mejores analistas políticos de aquel país habían pronosticado que Trump no llegaría a la nominación, ya que los votantes
republicanos nunca aceptarían a este señor, gran magnate de la construcción y estrella de la televisión, con un discurso xenófobo y populista. Mientras Trump ha ido hilvando fronteras hacia musulmanes, mexicanos, chinos, etc como medida protectora para un país que todavía no ha salido de la crisis de 2008, la prensa escrita y culta miraba hacia otro lado y, en cambio, las horas de televisión iban sumando minutos de emisión sobre este hombre hecho a sí mismo. La televisión ha sido de nuevo la gran protagonista en esta campaña de las presidenciales, tras el éxito fulminante de las redes sociales recogido por Obama en su campaña para llegar a la Casa Blanca.
Donald Trump, en un acto de campaña. |
Volvamos de nuevo a la “pérdida” de la que habla ahora la prensa escrita neoyorquina. Muchos analistas con grandes audiencias, piensan, creen y defienden que ellos son la opinión pública. Por tanto, están convencidos de su poder de influencia en los ciudadanos y lo que no han previsto es que el mundo está viviendo una profunda crisis en todos sus valores del siglo XX y que la crisis de 2008 todavía no se ha cerrado y en su prolongación excesiva se ha llevado por delante muchas creencias y también el monopolio de la opinión pública. La opinión pública es ahora más libre que hace un decenio, porque ahora la ciudadanía busca sus propios canales de información y, por tanto, suele ser más crítica. Se le atribuye a Trump un discurso populista. No entraremos aquí a valorar dicha premisa, pero lo cierto es que ha tocado los temas que más preocupan: sueldos, emigración, terrorismo. Estos temas defendidos por un señor millonario y de orígenes humildes reencarnan de nuevo la creencia en Estados Unidos de que todo es posible con esfuerzo. Trump no quiere ganarse el voto de los negros, ni de los hispanos, como otros, sino que busca el voto del típico americano que se ha sentido abandonado en los últimos ocho años. El voto blanco y racista que nunca ha dejado de existir, y le ha funcionado. Posiblemente este detalle es lo que no quisieron ver algunos analistas políticos que ahora se rasgan las vestiduras.
Decir que el periodismo ha perdido esconde una soberbia inconmensurable. Precisamente esta soberbia les ha perdido. La prensa no pierde nunca, porque no empieza batallas ni campañas. La prensa se acerca a unos líderes u otros, apoya una ideas u otras, crea corrientes de opinión, pero no entra en campaña, mejor dicho, no debería entrar en campaña. La prensa, aunque sea afín a un modelo político concreto, no debe olvidar nunca su premisa más fundamental, que es informar. Y se informa sobre todo lo que se supone tiene un valor sustancial para la ciudadanía.
Hace muchos años que se estudia la opinión pública y también cómo influir en ella y cómo crearla. No es nuevo. La prensa ha sido y es un elemento importante en esta área, pero en el momento que se quiere erigir como sujeto activo e indiscutible de dicha opinión pública pierde su condición más importante: ser crítica con los poderes fácticos, tomar distancia para analizar y buscar los porqués.
Si la prensa neoyorquina está convencida de que ha perdido, quizá es que su crisis es más salvaje que la que procede del 2008 y todavía no se ha dado cuenta hasta ahora. No se pierde lo que no se tiene.
Los analistas políticos de los que hablamos han sido y son gestores de ciertas corrientes de opinión, susceptibles en todo momento de perder influencia o ganarla. Generar una corriente de opinión no significa en ningún momento ostentar el poder sobre la opinión pública. Por eso, hablamos de soberbia al inicio de este artículo, porque pensarlo solo obedece a dicha soberbia.
El caso de Ciudadanos
Publicar en las portadas que “hemos perdido” no responde en este caso a un ejercicio de autocrítica, sino más bien a una última queja hacia esa opinión pública que no les ha seguido. Les han dicho a sus lectores: reconocemos que hemos perdido, qué os pasa, os estáis equivocando, ¿qué más podemos hacer?. De nuevo, se observa un delirio de soberbia. Lo más oportuno hubiera sido practicar un giro en la estrategia informativa y buscar las debilidades de Trump. Guardando las distancias que el tema precisa, en Catalunya, cuando empezó a gestarse el partido de Ciudadanos en el 2006, la mayoría de la prensa catalana no gastó ni una línea en seguir este proceso, salvo 'El Mundo'. Pues bien, en las elecciones al Parlament de Catalunya, consiguieron 3 diputados. Gran sorpresa. La prensa catalana no dijo: hemos perdido; no hizo falta. Simplemente hubo un giro informativo. Todo este proceso demuestra que la sociedad es cambiante, que se mueve con cierta autonomía y por eso, la prensa debería salir de nuevo a la calle, como ya se hizo en los años setenta, ochenta y noventa. Pisar de nuevo la calle o perder credibilidad, esto si se pierde con cierta facilidad.