2 oct 2021

Las memorias de Juan Luis Cebrián: el paleto que quiso ser demócrata

Manuel López
"Paleto" es una palabra de uso popular que la Real Academia Española (de la lengua) no acierta a definir . Dice que es un adjetivo despectivo referente a una persona poco educada y de modales y gustos poco refinados. En este comentario literario vamos a emplear esa palabra acentuando algo esa definición para indicar que la empleamos al definir a una persona que se inmiscuye en un ambiente en el que no se siente bien, que no es el suyo, pero en el que quiere ser reconocido como miembro.
Es decir, paleto sería aquella persona que salta de un ambiente a otro
Juan Luis Cebrián.
para ser aceptado aunque interiormente sepa que nunca podrá pertenecer a él. Podríamos hablar de un 'parvenu', que traduciendo del francés quiere decir en español "advenedizo".
Y eso es lo que es el autor que comentaremos hoy a través de su obra autobiográfica.
Hablaremos de Juan Luis Cebrián, periodista y abogado, que hace unos años publicó un libro titulado 'Primera página'.
Se trata de un libro autobiográfico y, por lo tanto, muy poco autocrítico. Es verdad que acepta un sinfín de contrariedades y de contradicciones en su vida, pero siempre concediéndose el perdón. Por ejemplo, es hijo de la burocracia franquista, ya que su padre fue redactor jefe de un diario del régimen dictatorial, pero disculpa a la familia, y a toda la clase social a la que pertenece, aduciendo razones del momento.
Es decir, él nació en el seno de una familia franquista pero a lo largo de su vida ha tratado de corregir ese pecado, ¿o no?
En realidad, estaríamos ante el caso de una persona que se identifica bien a las claras con su clase social y con su procedencia, pero que sabe que la situación política del país debe cambiar de manera favorable para que esa clase social siga ostentando las riendas del poder.
Su carrera profesional no es la que hemos recorrido casi todos los periodistas. No tuvo que esperar meses y quizá años para poder entrevistarse con alguien que le abriera las puertas de un periódico, porque él entró de inmediato y casi con igual rapidez llegó a ser redactor jefe de un diario del régimen franquista.
No le costó nada hacer la carrera universitaria de periodismo porque le dieron dispensa al compaginar esos estudios con los de Derecho. Naturalmente se ha de tener en cuenta que los examinadores y los contratadores eran amigos de su familia y si le facilitaban su carrera académica era porque lo estaban preparando para que les sucediera.
Algo así sucedió con Pasqual Maragall, al que el alcalde Josep Maria de Porcioles fichó para el servicio de programación del Ayuntamiento de Barcelona porque procedía de una familia de la élite catalana, y así lo afirmó en una entrevista que le hicieron en los años ochenta en la revista valenciana 'El Temps'. "Lo contraté porque era de los nuestros", vino a decir casi textualmente. Y eso sabiendo que el joven Maragall estaba militando en un movimiento político clandestino de carácter socialista.
Cebrián, digámoslo ya, nunca pasó hambre ni tuvo que endeudarse para pagar la carrera... como tampoco estuvo nunca en la cárcel por militar en partidos antifranquistas. Desde el principio el joven Juan Luis supo lo que tenía que hacer: utilizar el periodismo para obtener poder cuando cambiara el régimen, y así intentar que su clase social, la élite franquista, siguiera mandando pasase lo que pasase.
Estudió en colegios privados, donde compartía pupitres con hijos de la burguesía franquista con los que, a lo largo de los años siguientes, protagonizaría la transición. Ni siquiera se le puede comparar con el que fuera presidente del Gobierno Adolfo Suárez, porque éste tuvo una parte de su familia en el bando republicano y anduvo entre la pobreza y la miseria hasta que encontró un empleo en el Movimiento de la dictadura.
Juan Luis dice que se ha casado tres veces, y que ha tenido numerosas relaciones amorosas o sexuales. No deja de ser lógico que detectemos ese tipo de relaciones entre los miembros de una clase poderosa, elitista, aristocrática casi sin llegar a ostentar títulos de nobleza, porque hasta ahí podríamos llegar. Juan Luis siempre ha pertenecido a esa subclase social franquista que vivía a expensas de las migajas que le echaba en el plato la oligarquía.

Pasarse a la democracia


A Cebrián le convenció eso de pasarse a la democracia el hecho de viajar mucho. Tuvo becas, ayudas y el respaldo familiar. Y cuando visitaba París o Londres veía ahí que el capitalismo puede sobrevivir en democracia siempre que la oligarquía sepa compartir el poder formalmente con otras clases sociales.
Para no encabritar demasiado a sus ancestros, Juan Luis militó en la democracia cristiana, uniéndose a cenáculos conservadores pero amantes de un cambio político controlado. Teniendo el carnet oficial de periodista le fue fácil que le entregaran la dirección de la revista 'Cuadernos para el Diálogo', una buena revista para una dictadura, pero que no duró ni un año al llegar la democracia.
Su procedencia social y su inmersión rápida en el mundo periodístico le permitió contactar con la gente que mandaría en el país al cabo de unos años. Y su pretensión siempre fue la de tener un lugar de privilegio en ese reducido grupúsculo. Y lo consiguió.
No se le conoce militancia alguna antifranquista que supusiera su presencia en manifestaciones contra el régimen. Más bien le resultaría difícil hacerlo porque quien las organizaba, principalmente, era el Partido Comunista de España.
Nunca opositó, nunca tuvo que hincar los codos para tragarse multitud de libros para poder conseguir un trabajo... todo le ha sido fácil. Su subida a los cielos siempre vino de la mano de viejos y nuevos conocidos. Los primeros le sentaron las bases y los segundos le encumbraron al poder.
Cuando un grupo de franquistas y demócratas conservadores planteó la creación de un nuevo diario, 'El País', ya en las postrimerías del franquismo, se le nominó director aunque el primer elegido fuera otra persona, según acabo de leer en las memorias de Lluís Foix, ex director de 'La Vanguardia'. La oportunidad de mandar en la agenda política y pública española se le abrió de par en par, como se abre el horizonte cuando un buque sale del puerto.
El mismo Juan Luis asegura en sus memorias que utilizó la Ley Fraga, de 1964, para dirigir con mano férrea el nuevo periódico. Compuso la redacción trayendo a gente de confianza, aunque siempre de calidad profesional, y planeó dotar al equipo de periodistas y al diario con unas herramientas que había descubierto en sus viajes a Londres, Nueva York y Washington: libro de estilo y, más tarde, el consejo de redacción.
Esos instrumentos eran inusuales en el periodismo español de principios de la transición porque estábamos, entonces, en un periodismo muy primario, con excelentes profesionales pero con unas empresas periodísticas sumamente débiles en lo informativo y familiares en lo organizativo. Es decir, la base empresarial era insuficiente para enfrentarse a los retos planteados por una sociedad democrática, de ahí que hayan desaparecido, en pocos años, casi todos los periódicos de Catalunya ('El Correo Catalán', 'El Noticiero Universal', 'Mundo Diario', 'Catalunya expres', 'Tele/eXprés',...) y algunos de los más importantes de Madrid, como 'Ya', 'Pueblo', 'Diario 16',...
Cebrián decidió tomar como ejemplo el francés 'Le Monde': estampa sobria, bien ordenado, con escasa presentación gráfica, muy opinativo, con grandes colaboradores políticos, aunque, en el caso de 'El País', procedieran del sector derechista de la sociedad con matices centristas. Eso sí, todos los colaboradores llevaban la chapa de "demócrata" en la solapa, aunque algunos se la hubieran cosido el día antes.
Protegió a los grandes escritores vivos en lengua española, haciéndose amigo de ellos. Presume de que uno de sus libros mereció el siguiente comentario de Gabriel García Márquez: "Es el libro que me hubiera gustado escribir a mí". Eso lo dice Juan Luis, pero dudo de que haya testimonios.
Desde aquel momento hasta ahora el diario de Cebrián ha ido alejándose cada día más de su modelo francés. Ahora ya no se respeta al consejo de redacción y el libro de estilo ha ido difuminándose con el tiempo. Aunque el listado de colaboradores se amplió para dar cabida a los socialistas, que demostraron en las primeras elecciones generales que iban a ser el segundo partido de España, inaugurando una nueva tongada de gobiernos formados, siempre, por un binomio de conservadores y liberales, al estilo de principios del siglo XX.
Y así hasta ahora.
Juan Luis Cebrián supo aprovechar el desconcierto de los medios españoles en la transición para consolidar su periódico, especialmente a partir del 23-F, donde nuestro protagonista supo estar a la altura de las circunstancias, lanzando a la calle aquella misma noche diversas ediciones defendiendo la Constitución, esa constitución que significaba la supervivencia de la élite española.
Cebrián presume de haber establecido relaciones personales, algunas íntimas, con los dirigentes del Estado (gobierno, tribunales, autonomías e incluso con la monarquía), lo que le ha permitido aconsejar la formación de gobiernos con la indicación de algunos conocidos para ciertos ministerios.

La metralleta de Sáenz de Santamaría


Como buen "paleto" presume de algunas cenas y almuerzos en los que, ya en los postres, intimaba con quienes pocas horas antes podían considerarse sus rivales e incluso enemigos. Por ejemplo, con el general Sáenz de Santamaría --que de soldado franquista ha pasado a la historia por defender la Constitución el 23-F-- con quien cenó una noche que acabó con unas cuantas copas de más y ya despidiéndose el militar le enseñó una metralleta plegable que llevaba en el coche haciendo la broma de disparar al aire, "ra-ta-ta-ta", para demostrarle lo fácil que era el arma. Se habían hecho amigos tras una cena copiosa y regada con buenos vinos y acabada con el clásico orujo.
Los socialistas, dice, nunca confiaron en él. Veamos: ¿cómo el hijo de un lechero sevillano y su amigo el Guerra iban a confiar en un advenedizo como Cebrián? Pero como que les hacía falta el apoyo del diario más vendido, le dieron, como se suele decir, cancha. Pero, ante esa desconfianza de esos "rojos" devenidos en liberales, Cebrián fue listo. Dado que los socialistas nunca pusieron en duda el libre mercado y el poder oligárquico español, ¿para qué hacerles la guerra? Además, mantuvieron a España en la OTAN y acercaron España a Europa. Y todo ello sin derramamiento de sangre y sin robar gallinas a los de su clase.
"Son buena gente aunque algo zafios", llegaría a pensar del PSOE Juan Luis.
Ahora, ya en los últimos años de su vida, Cebrián torea con la gran deuda contraída durante su estancia en el consejo de administración de las empresas de Prisa. Llegó a deber hasta 5.000 millones de euros, y rebajó ese monto a fuerza de aceptar como socios representados en el consejo a fondos de inversión de alto riesgo.
En ésta última etapa a Juan Luis no le ha temblado la mano al firmar, o delegar, el despido de centenares de trabajadores del grupo. Incluso buenos periodistas, pero con sueldos tan altos que desequilibraban la balanza. Creó su propia universidad para formar periodistas en cómodos plazos y pagándoles mucho menos que la gente que iban a sustituir.
El epílogo está ya escribiéndose. La crisis en el sistema comunicativo está dejando de lado a los medios en papel y el medio digital todavía no genera suficientes beneficios. ¿Cómo combatir una red de internet que te permite leer todos los diarios del mundo sin tener que pagar ni un céntimo?
Qué dirá la lápida de Juan Luis Cebrián es un misterio, pero yo propondría el siguiente epitafio: "Aquí yace uno de nuestros héroes" y en la necrológica se añadirá un largo listado de nombres de la oligarquía bajo un "te recordamos".

3 comentarios:

  1. Saludos. Me parece un artículo muy escorado hacia lo que algunos entendemos ad hominen. Y ese es el camino más de la guerra que el de la comprensión del mundo que nos rodea.

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  2. Es un artículo inteligente argumentado y razonando con criterios y siendo consecuente con la realidad, que es la que es. Aunque no nos guste. Es un escrito culto y cierto.

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