28 may 2024

El 'efecto mariposa' de la carta del presidente sobre los medios

Dardo Gómez
Dice un proverbio chino que “el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”; esto se puede refundir en torno a las teorías de que ningún acto es banal y que todas las acciones pueden tener efectos más allá de las intenciones de quienes las provocan.

Pedro Sánchez y Begoña Gómez,
en una imagen de archivo.
En base a ese proverbio, el matemático y meteorólogo estadounidense Edward Norton Lorenz desarrolló su teoría del caos, y dentro de ella defendía que pequeñas perturbaciones en los datos iniciales de un sistema podían producir, con el mayor o menor tiempo, enormes efectos. Mis conocimientos de física son escasos pero se sostiene que dos mundos casi idénticos pueden llegar a ser muy diferentes por el mero hecho de que en uno de ellos aleteen las tenues alas de una mariposa y en el otro no. Como si el aire movido por ellas en Algeciras pudiera llegar a provocar un huracán en las antípodas.

Es cierto, en lo cotidiano, que la mayoría de nosotros hemos experimentado, más de una vez, que un gesto, una frase o un decisión que nos pareció sin trascendencia hubo modificado actitudes posteriores o la visión que teníamos de alguno de nuestros semejantes.

Me ha impresionado el efecto mariposa de la carta a la ciudadanía que el presidente Pedro Sánchez Castejón colgó hace unas semanas en una cuenta de red social. No me refiero a las consecuencias políticas, ni siquiera entro en la sinceridad de sus intenciones ni en la perturbación provocada en tirios y troyanos. Sólo me refiero a la capacidad de ese aleteo para destapar respuestas y comportamientos singulares.


El delito de ocultación


Doy por descontado que todos sabemos que un juez aceptó investigar una denuncia presentada por ciudadanos pertenecientes a una organización civil a la cual luego se sumó una segunda entidad. Tampoco quiero referirme a la identidad ética de las dos organizaciones denunciantes, simplemente digo que hace ya más de un decenio que el Tribunal Supremo estableció que una denuncia para ser admitida a trámite debe aportar algún tipo de prueba y que para constituir esa prueba “no sirve la mera aportación de recortes de prensa o similares, sin más constatación o acreditación”.

Máxime cuando el autor de la querella reconoce que “siembra a boleo” ya que no sabe si los hechos son reales y que “será ahora el juez quien deberá comprobar si dichas informaciones periodísticas son ciertas o no”.

Allá el juez con sus responsabilidades; sólo quiero referirme a que esa decisión mostrenca fue asumida con fervor por gran parte de nuestros medios de comunicación y trasladada nuestra ciudadanía. Se me ocurre que esa actitud deja claro que ninguno de ellos actuaba impulsado por un deseo de justicia, ni por la preocupación de alcanzar una verdad sino que todos ellos buscaban la destrucción de una persona que no les cae bien o la vulgaridad de que era noticia y que la información era lo de menos.

Lo que dicen que va en el sueldo


Los más benevolentes han vuelto a sacar como justificación de su saña contra los políticos que a todos ellos “eso les va en el sueldo” y que no les debería extrañar que sus opositores vayan a por ellos con brutal malicia, y que es de suyo que en esos ataques no haya límites para las armas que se utilicen.

Algunos políticos opositores al presidente han sacado a relucir que ellos también sufrieron ataques similares o quizá peores. No lo dudo, y que a esto de la política “se viene llorado de casa”. En fin, lugares comunes o simples vulgaridades que esconden una apuesta por hacer de la crueldad un valor.

Como era de esperar, las redes sociales viralizaron todos esos efectos pero las denuncias y burlas no pudieron evitar el efecto de que el presidente de un Gobierno --en este caso el español-- no se hiciera el “machote” sino que denunciar en esa carta lo que gran parte de la población sabe, siente y sufre: la utilización de las herramientas de la comunicación como autovías de la desinformación, la mentira y la calumnia. Creo que es peregrino tratar de opinar sobre quién arrojó la primera piedra.

Lo que me interesa es como el “efecto mariposa” de la carta de Pedro Sánchez se ha convertido en un tornado que ha entrado con fuerza en el mundo de la comunicación y cómo ha provocado que todos sus actores se hayan sentido obligados a pronunciarse. Lo cual no quiere decir que su preocupación vaya a ser seguida de alguna ocupación.

La conjura de los planetas


Sin embargo, hay veces que los planetas se alinean en la forma que pretendían los alquimistas y el aleteo de la mariposa ha puesto sobre la mesa, tras algunos decenios de inopia, el tema de la regulación de la información para garantizar que sea ofrecida con honestidad a la ciudadanía. La novedad es que en esta nueva etapa del debate ya nadie de la comunidad española vinculada a los medios y formas de la comunicación niega la necesidad de alguna forma de regulación.

Ahora el debate es cómo se regula, qué se regula y quién regula. La importancia de estas preguntas, sin embargo, no ha evitado que nuestra afición por el disparate permita seguir dando respuestas torpes o querer renovar debates agotados y, sobre todo, mantener el sostenella y no enmendalla de la supuesta integridad del ejercicio de una profesión que en muchos casos se mantiene ajena al momento que vivimos. Para entendernos apelo a la caricatura de un debate filmado en blanco y negro y publicado en papel a una tinta.

En virtud de ello en las últimas semanas han caído sobre el público disparates de grueso calibre como la demonización de los medios digitales, reclamos de prohibir o coartar el ejercicio del “periodismo” a los no titulados en ciencias de la información o parecidas, y/o reclamar que las herramientas de la necesaria regulación se pongan en manos de las mismas organizaciones corporativistas que durante años declamaron aquello de que “la mejor ley de prensa es la que no existe”. Hace pocas semanas, en un seminario madrileño, he escuchado a alguno de los que, en su tiempo, hacían apología de esa tontería que se arrepentía de haberla pronunciado.

Estas organizaciones profesionalistas continúan empeñadas en defender privilegios que los periodistas nunca tuvieron, y se me ocurre que este nuevo tiempo de la comunicación les ha pasado por encima y que no terminan de interpretar lo que sucede en el siglo XXI.

Tres pinceladas para ir desayunándose en la realidad:

El espacio global de la comunicación no pide ni necesita titulaciones y decide por sí mismo a quienes otorga el permiso de informar; el espacio de los grandes medios “serios” es residual y sobrevive gracias al apoyo de las multinacionales que pagan la desinformación.

Los llamados “digitales” no son una categoría dentro del mundo de la comunicación, simplemente porque toda la comunicación ya es digital y es eso lo que ha permitido el ejercicio ciudadano de una libertad de prensa real, es decir no patrocinada por grandes capitales. Por otro lado, resulta penoso tener que aclarar que las herramientas digitales, como cualquier otra, son neutras en cuanto a la ética profesional.

Y por último, una pregunta: ¿con qué fundamentos se reclama la capacidad para dictar una regulación sobre algo que no les pertenece?

El Código de Deontología del Periodismo del Consejo de Europa ya dejó claro en 1992 que el derecho de información tiene un único sujeto o titular, los ciudadanos, y agrega que a ellos “corresponde el derecho de exigir que la información que se da desde el periodismo se realice con veracidad en las noticias y honestidad en las opiniones...” No hay mención de nadie más que la ciudadanía y se deduce por delegación obligada a sus representantes, que son aquellos a los que votamos en las elecciones generales.

Es decir que la facultad de regular recae en el Estado y además tantola Corte Interamericana de Derechos Humanos como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) han señalado que tiene la obligación de hacerlo. El primero ha dejado sentado que “en concordancia con el derecho a la pluralidad de medios o informativa” recuerda “las obligaciones positivas de los Estados”. En ello coinciden los jueces europeos al sentenciar que “además de un deber negativo de no interferencia, el Estado tiene la obligación positiva de contar con un marco administrativo y legislativo adecuado para garantizar el pluralismo y la diversidad”.

Dejemos constancia que si hasta ahora no lo ha hecho es porque todas las propuestas en ese sentido han chocado con la oposición cerril de estos clubes profesionalistas que ahora pretenden subirse al carro de la “regeneración”. Aunque mucho me temo que sea para poner palos en las ruedas.

Artículo publicado en la revista 'El Observador'.

25 may 2024

Tor a TV3: mort, qui t’ha mort?

Josep-Maria Ureta
Ve d’una tradició medieval andorrana la cerimònia prèvia al aixecament d’un cadàver. Per confirmar que és mort, un funcionari judicial li pregunta tres vegades, “Mort, ¿qui t’ha mort? La justícia et reclama”. Si no hi ha resposta, queda confirmat el decés.

Ara bé, si hi ha un cas de tenacitat en el seguiment d’uns fets que
s’arrosseguen de fa quasi tres dècades, cap supera el de Carles Porta i la difusió que ha fet per TV3 i Catalunya Ràdio dels fets luctuosos al petit poble de Tor, al Pallars Sobirà.

El reporter hi va anar el 1995 per cobrir un succés puntual d’assassinat en una comunitat d’una quinzena d’habitants. Primer va ser una crònica al 'Telenotícies', poc després un reportatge al '30 minuts' i des de fa uns anys és un tema recurrent en la diversitat de programes de ràdio i televisió que duen la marca associada de Carles Porta i la invitació (i el necessari polsim de morbo) a posar llum a la foscor de temes truculents.

Dues prèvies. Primera, que els temes triats per Porta son o han estat difosos en el seu temps, i després el seu desenllaç judicial. Per tant, son notícia. Segona, que el tractament audiovisual que se n’ha fet ha evitat fins on ha pogut la truculència innecessària. Un mèrit de l’autor i de l’emissora.

El cas dels assassinats al poble muntanyenc de Tor, una barreja ben amanida d’enfrontaments personals, interessos econòmics i sordidesa ambiental, ha retornat a TV3 en format de diversos capítols i seguint l’estela emergent de programes de televisió a tot el món (siguin canals convencionals o de plataformes de sèries i documentals d’entreteniment) i que responen tots al mateix format: un crim que fou notícia d’àmplia difusió i que al marge de la resolució judicial sempre hi ha elements que mereixen (¿segur?) més explicacions.

Tot el que s’ha emès fins ara sobre el cas de Tor respon molt més al què va passar l’any 1995 y tot el que se’n derivà que no pas al que seria la base d’un legítim interès informatiu de lo més clàssic, que hi hagi qualsevol novetat rellevant. Si hi fos, després de quatre capítols encara no s’ha sabut, tot i que el promotor de la sèrie ens digui de tant en tant “ho sabrem més endavant”. Dubte: això pot ser vàlid per un film d’intriga, però ¿per a un documental que es presenta com d’interès informatiu? La resposta ara per ara es que no i, de passada, pot crear rebuig entre no pocs espectadors.

Val la pena aportar aquí la valoració que el passat 19 de maig va fer de la sèrie una de les més reconegudes analistes de programes de televisió a Catalunya, Mònica Planas. Primer reconeix que “la sèrie alimenta encara més la llegenda d’una muntanya marcada pel cop de destral* del déu Thor. Tor enganxa com una mala cosa i aquesta última producció n’ha forçat la poètica i sofisticat el simbolisme”.

Però Planas també avisa de dues debilitats flagrants. Primera, l’excés de protagonisme del narrador, impròpia de un documental en que els protagonistes son els altres, no l’autor: “Aquesta simbiosi entre història i narrador té una part indiscutible d’ego”, avisa Planas, que rebla el clau amb el dubte de si som davant d’un documental, tot avisant als espectadors que de moment no hi ha res de nou respecte al reportatge del '30 minuts' que el mateix Porta va fer el 1997. També la crítica de televisió es pregunta quines aportacions ha fet el gran desplegament de la sèrie que emet TV3. Una, ja se sap: Tor ja ha estat destinació d’una variant del turisme de desgràcies que té tants seguidors, siguin unes inundacions, un incendi o, a partir d’ara, l’escenari d’uns crims.

No es pas nou que els assassinats i fets similars tenen el seu espai a les televisions. Son, fins i tot, una especialitat, amb la inevitable presència de l’anglès: els 'true crime'. Sobre fets reals s’han basat centenars de films. També hi ha molt bons documentals, ben estructurats, sobre casos que han commogut o indignat arreu del mon, amb una acurada barreja d’imatges passades i presents. Alguns, pura sang i fetge, però també hi ha desenes de documentals que son modèlics en forma, fons i qualitat professional.

Pel que estem veient fins ara, la sèrie sobre Tor no respon a cap més criteri que estirar el misteri sobre uns fets mai esclarits. No hi ha recerca periodística rellevant que aporti més dades, allò que se’n diu periodisme d’investigació.

I deixem de banda un recurs, cada cop més extès, de substituir la manca d’imatges reals: ninotets, cotxes de joguina i paisatges que semblen tots extrets dels pessebres que per Nadal s’exposen a casals i esglésies. ¿Enginyós? Sincerament, en un documental o un reportatge, hi ha recursos millors.

Caldrà veure si els qui vetllen pels interessos dels espectadors, especialment dels canals públics, donaran pautes útils per evitar que es confongui la informació amb aquesta nova tendència que se suma al inevitable 'true crime' i que ara en diuen 'infortainment', neologisme que ja no distingeix entre informació i entreteniment. ¿Inofensiu? Com a mínim, una nova rebaixa de l’exigència de la credibilitat informativa, que ja va prou barata.

Un darrer tema que mereix reflexió i que ja sovinteja a les televisions hispàniques: les series basades en crims tan horrorosos com d’ampli seguiment públic en els quals fins i tot ara s’entrevista als autors condemnats que son a la presó.

Arriba així la moda dels documentals sobre crims reals i sovint detestables que incorporen entrevistes al criminal, una nova manifestació que potser encara no ha tingut prou ressò públic però que va mancat, al menys, d’anàlisi des del punt de vista de la ètica periodística. Cal precisar que hi ha redactors que saben evitar l’empatia amb el delinqüent.

Un exemple inquietant. El 2018, a Almeria, va morir assassinat el nen Gabriel Cruz, de 8 anys. L’autora, Ana Julia Quezada, era llavors la parella del pare del nano. Doncs bé, ara se’n fa (o s’intenta fer) un documental sobre el crim, amb entrevistes incloses a Quezada. La mare del nen, Patrícia Ramírez, ha demanat compungida i abatuda que s’impedeixi el documental, per raons òbvies de respectar el seu dolor, encara ben present.

Qui aturarà aquest disbarat? ¿Hi haurà qui reclami la llibertat de creació audiovisual, menystenint que els fets son un autèntic 'true crime'? De debò que el tema s’ha de debatre?

La tradició andorrana descrita al principi sembla que té una manera original d’acabar l’interrogatori sense resposta. Reacciona l’agutzil: “Ni ou ni castanya. Es ben mort”.

Hi ha debats sobre els límits del periodisme que no haurien de ser de si ou o castanya.

*En la llegenda, el deu Thor duu un martell.