28 may 2023

El maestro en las distancias cortas

Carmen Umbón
Mateo Madridejos se ha ido con la misma serenidad y discreción que tuvo en vida ante las adversidades públicas y privadas que el azar le obligó a afrontar. Su figura profesional y personal ha sido glosada estos días con acierto y cariño por sus compañeros José Antonio Sorolla, Albert Garrido, Enric Sala y Joaquim Coca, que compartieron con él años de trabajo, sobre todo en 'El Periódico de Catalunya'. Pero yo quiero evocar aquí una imagen más próxima, más humana y también enriquecedora y divertida, derivada del trato cotidiano en la sección que él dirigía. Aparte del trabajo cotidiano, que ya en sí mismo era estimulante, tuvimos la oportunidad de compartir una experiencia extraordinaria: un viaje a la Unión Soviética. Fue en los 80, poco después de que Mijail Gorbachov fuera elegido secretario general del PCUS. Viajamos a Moscú con un grupo de periodistas españoles y pudimos contemplar en directo los inicios de aquella transformación prometedora y a la vez inquietante del imperio comunista, que llevaba ya tiempo dando muestras de cansancio y desgaste de su sistema político.

Pero empecemos por el principio. La muerte del general Franco y
Mateo Madridejos (Foto: Laura Guerrero).

los inicios de la transición estaban barriendo de los medios de comunicación a la mayoría de profesionales experimentados de cierta edad, y sólo quedaron aquellos que en plena madurez profesional fueron capaces de adaptarse a los cambios. 'Mundo Diario' fue, sin duda, uno de los mejores ejemplos de aquella nueva prensa rompedora que contribuyó decisivamente a facilitar la transición pese a su corta vida.

Y fue allí, a finales de los años 70, cuando conocí a Mateo. Josep Pernau era el director; Eduardo Álvarez Puga, subdirector, y Mateo Madridejos redactor jefe. El resto éramos jóvenes entusiastas dispuestos a aprender y a darlo todo en aquel periódico tan peculiar, de izquierda, que se esforzaba en dar una buena información dirigida a un tipo de lectores hasta entonces ignorados.

Excelente conversador, Mateo no eludía las charlas políticas con los novatos y novatas pese al poco interés intelectual que sospecho despertábamos en él. Con su acento de Jaén, que nunca perdió del todo, nos daba todos los días en tono entretenido y coloquial alguna clase magistral sobre temas diversos que giraban en torno a las noticias del día. De aquella época data su famosa frase: “A mí un folio no me dura tres minutos en el carro” (de la máquina de escribir, se entiende). Y era cierto. Escribía con una celeridad y una perfección mecanográfica solo equiparables a las de Manolo Vázquez Montalbán, también colaborador de aquel diario durante un breve periodo de tiempo, quien pese a su rapidez necesitaba algo más de tres minutos para acabar su folio.

Pero las cualidades de Mateo como “adivino” no parecían tan buenas como las de mecanógrafo… "Nicaragua no es Cuba", decía. "Los sandinistas no van a ganar porque Washington ya ha aprendido la lección. No sé por qué le dais tanta importancia a esa posibilidad”. Pero a mediados del 79 los sandinistas entraron en Managua y derrocaron la dictadura de Anastasio Somoza. Mateo encajó “su” derrota con mucha “donosura” (palabra que a él le gustaba utilizar en aquel tiempo) porque en el fondo estaba encantado de que aquellos rebeldes barbudos y descamisados --en cuyas filas había algunos curas-- hubieran acabado por fin con el poder de aquella familia de desalmados. La invasión estadounidense de la isla caribeña de Granada en octubre de 1983 dio en parte la razón a Mateo, pero el paso del tiempo demostró definitivamente que su tesis era la correcta. Después de Nicaragua ya nunca ninguna guerrilla pudo imponerse en el continente latinoamericano contra la voluntad de Estados Unidos.

En lo que a mí respecta, con muy poca experiencia profesional en diarios, tenía la pretensión de acabar en Internacional y se lo dije. “No tengas prisa”, me sugirió, “vete preparando para cuando surja la ocasión”, “tienes una buena base, así que lee mucho, estudia: historia, geografía, filosofía… y el resto te llegará solo”. Le hice caso y tres años más tarde “surgió la ocasión” en 'El Periódico de Catalunya'. Algún tiempo después, un gran golpe de suerte me trajo al propio Mateo como redactor jefe.

Nunca le agradeceré bastante que me descubriera a Eric Hobsbawm, uno de los historiadores que más me han influido personalmente. Británico, de origen judío y comunista, aunque personalmente Mateo no tuviera muchas coincidencias con su pensamiento, valoraba su rigor analítico positivamente y estaba seguro de que a mí me entusiasmaría, como así fue. Y este era un rasgo característico de él. Católico practicante y moderadamente conservador en lo político --pero con profundo arraigo democrático-- era capaz de confraternizar con cualquiera y discutir de política durante horas desde el respeto y la tolerancia.

En realidad, fueron buenos tiempos y había muchas señales positivas de que el mundo estaba cambiando y caminaba hacia un futuro mejor. La Guerra Fría había parecía haber terminado aunque en realidad había quedado en tablas, EEUU y la URSS vivían un periodo de distensión tras la firma de los pactos de desarme, y el gigante comunista se estaba cuestionando seriamente introducir cambios en su sistema para garantizar mayor bienestar y libertad a su población. Pero pese a todas estas pistas alentadoras, Mateo seguía repitiendo un viejo mantra de su propia cosecha: “Del Gulag no se vuelve”. Y también: “De las dictaduras de izquierda no se sale”. Una manera de decir que el comunismo era irreformable desde dentro e imposible convertirlo en una democracia.

Durante el viaje fue muy instructivo contemplar ese país al que le habíamos dedicado tanto tiempo de trabajo y estudio. Desde nuestras diferentes posiciones ideológicas, mirando los mismos fenómenos vimos cosas distintas, y así las explicamos, y quiero creer que en realidad eran verdades complementarias que ayudaban a entender la nueva situación.

Aquel primer contacto con la URSS nos entusiasmó tanto que a esa visita le siguieron otras, ya por separado, y también a los países de detrás del Telón de Acero. Fruto de esos viajes Mateo escribió 'La sonrisa de la perestroika' (1987) y 'La caída del Muro: del comunismo a la democracia' (1990). La caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989 precipitó la salida de la órbita soviética a los países del Pacto de Varsovia y a partir de ahí la situación evolucionó muy deprisa, ya que en diciembre de 1991 la desintegración de la URSS y la llegada de Boris Yeltsin al poder puso punto final a una aventura que había comenzado en 1917.

En 1990 Mateo dejó 'El Periódico' para tomar parte en una aventura periodística que no salió bien, y aunque regresó cuatro años más tarde, ya no volvió a la sección de Internacional. Pero aunque fuera de manera menos intensa y espaciada seguíamos recibiendo los beneficios de su sabiduría. Siempre respondía a las preguntas y aclaraba las dudas.Y aquí retomamos con Mateo, de nuevo, la vieja discusión sobre el Gulag y su desintegración. La obra de Aleksandr Solzhenitsyn 'Archipiélago Gulag' había desvelado lo peor de la represión soviética: el sistema carcelario y los campos de trabajos forzados en los que se encerraban a los disidentes. Así que nos preguntábamos si el final de la URSS implicaba el final del comunismo, si el sistema había implosionado por su naturaleza y sus propios defectos o si la presión exterior había sido decisiva. Y también hasta qué punto y en qué lugar podría sobrevivir el modelo soviético del comunismo.

No hace falta explicar que la deriva de Rusia en los 90 y la llegada de Putin al Kremlin fue una catástrofe para todo el bloque soviético, contemplada con maligna neutralidad por el capitalismo occidental, especialmente por EEUU, encantado de que el gran rival desapareciera en aquella debacle. Solzhenitsyn, en su ensayo crítico de 1998 'Rusia bajo avalancha', fue suficientemente explícito. Describió el régimen político de aquel momento como un sindicato del crimen organizado que controlaba al presidente (Yeltsin) y el 70% de todo el dinero ruso. La opinión de Solzhenitsyn, premio Nobel de Literatura y disidente, es muy valiosa ya que fue víctima del sistema soviético. Estuvo preso entre 1945 y 1956 y bajo estrecha vigilancia hasta la llegada de Gorbachov. Falleció en 2008 a los 89 años.

Aunque no sorprendido, Mateo quedó tristemente impresionado por el análisis de Solzhenitsyn, a quien admiraba mucho. Y desde entonces, hace ya 25 años, la situación no ha dejado de empeorar hasta culminar con la guerra de Ucrania, un hecho que a Mateo, por razones personales, le afectó especialmente.

Tuve el privilegio de trabajar a sus órdenes, de ser su “alumna” en el sentido más amplio del término y me alivia pensar que sus creencias religiosas le hicieron más fácil el tránsito hacia el descanso eterno.

25 may 2023

Mateo Madridejos, l'amic i el periodista

Joaquim Coca

–Buenos días. Salvador Allende ha nombrado jefe del ejército al general Augusto Pinochet. Me huele muy mal. ¿Qué hay en el teletipo?
–De momento, nada.
–Ya llegarà.

Efectivament, arribava. Mateo duia la lliçó apresa des de casa perquè el primer que feia era escoltar la BBC. O l’última cosa que feia per la nit. Practicava el principal deure del periodista: estar ben 
Mateo Madridejos (foto: García-Márquez).
informat. Va arribar a 'El Noticiero Universal' l’any 1972 com a sotsdirector de la mà de Manuel Tarín Iglesias. Entre Tarín i Mateo hi havia un cert 'feeling' no manifest. Tarín era un franquista i Mateo era proper a les formulacions de l’eurocomunisme vigent llavors. Però, sobretot, compartien les tesis liberals. El catalanisme a un no li feia ni fu ni fa, i a l’altre l'intranquil·litzava una mica (l’1 d’Octubre del 2017 faria realitat aquesta mica). D’aquí –és una opinió sense contrastar– la seva marxa del 'Tele/eXpres', dirigit per Manuel Ibáñez Escofet, un catalanista declarat.

Que el Mateo era un home lligat a una ràdio ho demostra una anècdota. En certa ocasió va ser convidat a sopar a la casa de l’Agustí Pons (llavors l’Agustinet), que eren veïns a la Meridiana. Bé, el Mateo es va presentar amb la Montse, la seva dona, i... el transistor, un aparell de considerables proporcions. El sopar coincidia amb el butlletí nocturn de la BBC o d’una altra emissora.

L’aterratge del Mateo al 'Ciero' va causar un sotrac en la secció d’Internacional. Lentament van anar desapareixent els envasos de iogurt amb una pasta de cola blanca amb la que enganxàvem els textos del teletip a les quartilles esgrogueïdes de paper premsa. El monopoli de l’agencia oficialista Efe va passar a segon pla i la màquina d’escriure va cobrar vigor autònom. Les notícies d’internacional eren una escletxa per anar filtrant notícies incòmodes al règim feixista. La nova praxis es va instal·lar sense convulsions ni preses però inexorablement. Era la manera del Mateo de fer les coses. Mai va aixecar la veu a ningú ni un retret per un error per gruixut que fos. Això ho certifico jo i estic convençut que ho comparteixen tots els companys que van coincidir amb ell a les redaccions de 'Hoja del Lunes', d’'El Periódico de Catalunya', on va marxar l’any 1982, i a 'El Observador de la Actualidad', de trist record i l’últim mitjà de premsa escrita abans de la seva jubilació.

Particularment, vaig tenir la sort de que el Mateo recomanés el meu nom a Tarín per anar a Lisboa com a enviat especial el mateix 25 d’abril de 1974 per cobrir la revolta militar. Recordo que a primeres hores del dia 26 el telefonava des de l’estació de Santa Apolònia, en ple barri del Rossio per dir-li: “Mateo, la gente está dando bocadillos y bebidas a los soldados, muchos de ellos con un clavel rojo en la boca del fusil. Esto está ganado.” “Ya lo sabía”, va respondre. Després vaig enviar la meva primera crònica. Per cert, en una d’elles se’m va escapar que el Marcelo Caetano, hereu de la dictadura salazarista, havia anat a parar a les “islas Adyacentes” (sic) i així es va publicar. Em vaig precipitar i no ho vaig intentar esbrinar, llavors no havia Google. Doncs bé, un parell de dies després de la meva tornada al diari, amb va dir, gairebé a cau d’orella, que allò de les “islas Adyacentes” era l’illa de Madeira. “¿Escribo una fe de errores?”, vaig preguntar. “Nada de nada. No fue un error. Era un secreto de estado y no tenías por qué saberlo”. Com he dit, era la seva manera de tractar als companys. Primera lliçó.

La segona lliçó va ser l’empremta que em va deixar en els seus lúcids articles d’opinió al llarg de la primera meitat de la dècada dels anys 70 del segle XX, que va ser el període del gran laboratori dels futurs canvis socials, polítics i econòmics transcendentals a tot el món, també a l’estat espanyol. Professionalment vaig compartir amb ell els anys de la elecció i dimissió de Richard Nixon arran de l’escàndol Watergate, la crisi econòmica derivada del petroli i la fi de les dictadures de Portugal i Espanya. El quinquenni es va tancar aquí amb la invasió del Sàhara i amb la mort de Franco, que es va acomiadar amb els assassinats legals de Salvador Puig Antich i cinc militants d’ETA i del FRAP. En aquest període va haver-hi també la guerra del Yom Kippur (octubre del 1973), on per cert em va enviar a Beirut i Damasc com a cronista. Un altre motiu per donar-li les gràcies.

Van ser els cinc anys dels preparatius de la globalització que esclataria als anys 80. Tot analitzat magistralment i amb visió de futur pel Mateo Madridejos. Tant els internacionals com els domèstics. Mestre de periodistes, i no és un tòpic.

La tercera lliçó, humanament la més important, van ser els lligams que va mantenir amb la seva família i l’encert de decidir acabar els seus dies acompanyat de l’Alina. “No quiero ser una carga para mis hijos”, em va confessar. De tots els seus llibres, el que més m’ha arribat al cor ha estat 'El siglo de Asia', crec que l’últim. I m’ha commogut perquè el considero un homenatge de Martín Madridejos al seu avi. El Martín va compilar tots els escrits del Mateo des de 2009 al 2020 sobre aquell convuls continent. El Martín ja ha donat proves del seus coneixements en política internacional. Li desitjo sort.

Les relacions i diàleg amb tots els seus amics i companys, malgrat les filies polítiques i religioses de cadascú, han estat sempre exquisides. Repeteixo: el seu tarannà era d’una humanitat liberal. Em queda la tristor i penediment per no haver pogut repetir l’últim dels dinars amb ell i un parell d’amics.

Aquests dies s’ha escrit i dit tot sobre Mateo Madridejos, no puc afegir res més.

23 may 2023

La propiedad de los medios no incluye ser dueño de la información

Dardo Gómez
Siempre me ha parecido odiosa la distinción entre medios públicos y privados, no porque la propiedad de los mismos no responda a esa distinción sino porque gran parte de la ciudadanía ha sido inducida a creer que ser dueño de un medio convierte a ese propietario en dueño de la información que difunde.

Esta confusión ha llevado a que gran parte de la ciudadanía admitaque los dueños de los medios, o quienes actúan a sus órdenes, tienen derecho a difundir mentiras o a tergiversar los hechos porque los editan con su dinero. Desde ya adelanto que esto es falso.

Además, ha llevado a poner la fingida atención de los políticos en los medios de titularidad pública y a exigirles a sus trabajadores un plus de buen hacer que no se exige a quienes trabajan en medios de las administraciones sin que haya razón para esa especial exigencia.

En la última semana me han convergido varios hechos que afectan a la necesidad de analizar la veracidad de los medios en relación a quienes son sus propietarios. El primero de ellos ha sido una reivindicación del Sindicat de Periodistes de Catalunya (SPC), miembro de la FeSP, que pide a los partidos políticos catalanes que participan en las próximas elecciones municipales que se comprometan con la democratización, profesionalidad y estabilidad de los medios locales para garantizar la calidad de los mismos.
Los alcaldables de Barcelona, antes del debate en RTVE.

Me parece un dato importante que los periodistas del sindicato catalán incluyeran en su demanda que los consistorios intervengan en mejorar esa calidad también en los medios locales privados. Con lo cual el SPC está asumiendo la obligación y capacidad de las administraciones, hasta donde lleguen sus facultades, para proteger el derecho de la ciudadanía a ser servido con lealtad por todos los medios de comunicación.

La segunda convergencia es que en ese mismo documento el SPC insta a las administraciones públicas locales a velar “para que los medios del Tercer Sector, impulsados por los movimientos sociales de sus ámbitos territoriales, puedan desarrollarse en igualdad de condiciones a los de propiedad pública o privada. En este sentido, evitarán cualquier tipo de discriminación en el momento de otorgamiento de convenios de publicidad, ayudas u otros mecanismos de apoyo a los medios de comunicación en general”.

Me parece un gran acierto que hayan incluido en la demanda y con el mismo peso de responsabilidad a todos los sectores de la comunicación y sobre todo que se dé el mismo tratamiento a los llamados medios privados comerciales.

Toda la información de los medios es pública


En esos medios privados comerciales que alternan sus contenidos informativos con los de entretenimiento es cierto que estos últimos pueden ser privados, pero no los primeros. Lo mismo ocurre con los medios del Tercer Sector, que también son privados al no ser de propiedad pública, pero que elaboran contenidos informativos que son públicos por necesidad.

La confusión generada por los propietarios de las editoras con su interesada conversión de la libertad de empresa en libertad de prensa ha llevado a parte de la ciudadanía a considerar que ser propietarios de los recursos necesarios para la elaboración y difusión de la información los hace también dueños de ella. No lo es en absoluto, y además, no es ninguna novedad.

En 1948, la Organización de Naciones Unidas proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en cuyo artículo 19 se consagra por primera vez el derecho a la información como un derecho humano fundamental. Es decir que es un derecho universal y afecta a todos los seres humanos por el mero hecho de existir.

Esto se vio refrendado en 1993 por el Código Europeo de Deontología del Periodismo del Consejo de Europa que recoge la información como un derecho fundamental, cuyos sujeto/propietario es la ciudadanía a quien corresponde el derecho de exigir que la información que se da desde el periodismo se realice con veracidad en las noticias y honestidad en las opiniones sin injerencias exteriores, tanto de los poderes públicos como de los sectores privados.

Es decir, que esta ciudadanía tiene la capacidad por ser la titular de ese derecho, para exigir información veraz y opiniones honestas. Si la información, que es de propiedad pública, es manipulada o tergiversada por los medios, dejo a vosotros el calificativo que merecen los dueños de los medios y los que se someten a sus exigencias. Podéis utilizar el mismo calificativo para las organizaciones de informadores que llaman a autorregularse sobre algo que no les pertenece.

Una iniciativa muy recomendable y necesaria


Otra convergencia ha sido el anuncio, hecho por 'elDiario.es', de que su plantilla había aprobado este mes el texto definitivo del Estatuto del medio; señalan que la participación de la plantilla ha rozado el 85,5%, con un 18% de abstenciones, un 8,5% de votos contrarios y un voto nulo. El Estatuto ha sido redactado tras un proceso abierto de enmiendas y aportaciones tanto de la plantilla como de la comunidad de socios y socias que apoyan el diario.

Ahora será sometido a la votación de los socios/socias y adelantan que su decisión tiene carácter vinculante y el objetivo anunciado es conservar a largo plazo la actual independencia de la cabecera; así como reconocer nuevos derechos a la comunidad de lectores que apoya a 'elDiario.es'.

No conozco antecedente similar en la prensa tradicional española, y me parece una iniciativa trascendental, ya que asegura, por lo menos a los suscriptores del medio, su participación en las decisiones editoriales de su medio. Una capacidad que debería estar garantizada para toda la ciudadanía y que podría estarlo si contáramos con un organismo ciudadano independiente que velara por el ejercicio real del derecho a la información.

Conviene echar la vista a algunas hemerotecas y comprobar como a lo largo de la historia la labor de los medios de comunicación, en todo el mundo, han servido o colaborado a la persecución de los seres humanos e incluso al exterminio de algunos de ellos.

Uno de los fiscales participantes en los juicios a los genocidas en Núremberg de 1945 señaló: “Antes de cada gran agresión, con algunas pocas excepciones por motivos de conveniencia, iniciaban una campaña de prensa calculada para debilitar a sus víctimas y preparar psicológicamente al pueblo alemán(...). En el sistema de propaganda (...) las armas más importantes eran la prensa diaria y la radio”.

No tenemos por qué ir tan lejos; los directores de medios españoles que aceptaron publicar la versión de José María Aznar sobre los atentados de Atocha del 11 de marzo de 2004 contribuyeron al odio entre los españoles. Esperamos aún que se disculpen.

También son culpables de la matanza de más de 300.000 iraquíes aquellos medios que aceptaron difundir la existencia de armas de destrucción masiva en poder de Sadam Hussein, cuando los expertos ya lo habían negado, y mintieron de forma canalla difundiendo que el Trío de las Azores nos metía en ese genocidio con el respaldo de las Naciones Unidas, cuando sabían que ese apoyo nunca les fue concedido.

Un testimonio del robo continuo de nuestra información lo da el periodista y reportero australiano John Pilger en su reciente artículo 'La guerra que viene. Es hora de alzar la voz' que ha publicado en 'CTxT' y en el que dice: “Si los periodistas hubieran hecho su trabajo, si hubieran cuestionado e investigado la propaganda en lugar de amplificarla, un millón de hombres, mujeres y niños iraquíes podrían estar vivos hoy; millones podrían no haber huido de sus hogares; la guerra sectaria entre suníes y chiíes podría no haber estallado, y el Estado Islámico podría no haber existido”.

Se me hace que lleva verdad.

Artículo publicado originalmente en la revista 'El Observador', de Málaga.

22 may 2023

L’empremta de Mateo Madridejos, un savi del periodisme

Enric Sala
Traspassat diumenge als 90 anys, Mateo Madridejos Vives ha estat un dels principals periodistes de la premsa barcelonina des dels anys 60 del segle passat i el gran referent –el referent, m’atreviria a dir-- de la informació internacional, en la qual va excel·lir i va crear escola. Pocs periodistes catalans de més de 40 anys que es dediquin a aquesta àrea del periodisme són aliens al seu mestratge o la seva influència.

Nascut a Quesada (Jaén) el 29 de juliol de 1932 de pare veterinari
militar que seria represaliat pel franquisme, Madridejos va estudiar Dret a Granada i Sevilla i durant uns anys va ser advocat al Ministerio de la Gobernación, a Madrid, però la seva inquietud intel·lectual el va portar a estudiar Periodisme i graduar-se el 1962. Va ser aleshores quan es va traslladar a Barcelona, on després d’una curta estada a 'Solidaridad Nacional' va participar el 1964 a la fundació de 'Tele/eXpres'. Durant els vuit anys que va treballar en aquest diari iconoclasta i renovador de l’esmorteïda premsa barcelonina, Madridejos va cobrir esdeveniments com la Guerra dels Sis Dies des de Tel-Aviv o el Maig francès des de París, capital on també va ser corresponsal. Va ser en aquella època quan va començar a sobresortir com a comentarista de política internacional amb agudes anàlisis, fruit del talent, la voracitat com a lector i la capacitat per documentar-se en fonts fins aleshores pràcticament ignorades pels periodistes de l’època, com la premsa estrangera i les emissions de la BBC.

Va ser també en aquells anys quan va completar la seva formació estudiant Història Moderna i Contemporània a la Universitat de Barcelona, on va tenir estreta relació amb tot un referent del Dret Polític com Manuel Jiménez de Parga, amb qui es coneixien de l’epoca d’estudiants a Granada i que el va fer professor adjunt a la seva càtedra. En aquesta època es consolida l’interès de Madridejos per la Segona República i la Guerra Civil espanyola –que va viure de nen--, tema al qual anys després dedicarà dos llibres: 'La guerra de todos' (1986) i 'Diccionario onomástico de la guerra civil' (2006).

Quan estava a 'Tele/eXpres' –i publicava també a la revista 'Destino'—, Madridejos va formar part de la desena de persones que, l’abril de 1966, en plena dictadura franquista, varen constituir el Grup Democràtic de Periodistes, el primer nucli organitzat de professionals que es comprometien a treballar per una premsa lliure. Era una activitat de risc, clandestina --algun ensurt li va provocar--, i que va ser determinant per obrir camí i que la generació posterior de periodistes ho tingués més fàcil. Ell no va presumir mai d’aquesta contribució personal en temps difícils. Temps en que va forjar una sòlida relació amb qui seria un altre gran referent del periodisme català, Josep Pernau, “amigo y compañero de una época conflictiva pero reconfortante”, segons va deixar escrit.

En els convulsos anys finals del franquisme i inicials de la Transició, amb molts canvis a la premsa de Barcelona, Madridejos va consolidar el seu prestigi professional a 'El Noticiero Universal' (1972-1975) i la 'Hoja del Lunes' (1977-1980), en ambdós casos com a sotsdirector. També va formar part de la redacció de 'Mundo Diario', el rotatiu més incisiu i progressista dels anys 70. Els seus articles sobre política internacional ja es comptaven aleshores per milers i eren llegits amb devoció i fidelitat al ser textos consistents, rigurosos i clars, escrits amb una prosa rasa, gens afectada, però en la que l’autor demostrava un gran domini del llenguatge, a més de les claus de l’escena mundial.

Arribaria aleshores el període probablement més fecund de la seva trajectòria: la llarga etapa a 'El Periódico de Catalunya', entre 1982 i el 2009, primer com redactor en cap i cap d’Internacional, i després com articulista d’opinió i editorialista. Amb un breu parèntesi de dos anys a 'El Observador' (1990-1993), aventura de la qual en va sortir magolat, com tants altres. Des de la redacció d’'El Periódico' va poguer seguir i analitzar en profunditat l’ascens de Mijail Gorbachov a la URSS o la caiguda del Mur de Berlín, esdeveniments als quals va dedicar sengles llibres que encara avui són clau. També va publicar documentats volums sobre Europa, Occident i Orient, els atemptats de les Torres Bessones, les revoltes àrabs, i el darrer, el 2021, sobre Àsia i la Xina, escenari de futur que l’interessava particularment.

Cal destacar que Madridejos era capaç de compatibilitzar la feina de periodista i la d’escriptor gràcies a una extraordinària agilitat per adquirir coneixements, processar-los, analitzar-los i escriure’n amb precisió i rigor, sempre amb l’estil personal que el caracteritzava. Tothom que el veia redactar un article quedava bocabadat de com era de ràpid i de com, malgrat això, el text resultant era rodó, exacte, impecable. Dels seus articles no calia tocar ni una coma: rapidesa i pulcritud absoluta, una barreja gens habitual a les redaccions dels diaris.

Treballar al costat de Mateo Madridejos suposava una magnífica oportunitat d’aprendre. A la feina era seriós, una mica adust fins i tot, però sempre bon company –i bon cap-- i disposat a compartir el seu coneixement, la seva cultura enciclopèdica. En el terreny personal, les seves conviccions religioses i polítiques –era catòlic i estava esgarrifat amb el procés català— no li impedien mantenir l’amistat i compartir taula i dinar amb persones que pensaven de forma molt diferent. Només demanava honestedat intel·lectual, la mateixa que ell sempre va exhibir, que acompanyava sovint d’ironia.

Els seus darrers anys varen ser difícils a causa de creixents xacres de salut, però va mantenir fins el 2021 el blog ‘El observatorio mundial’, on continuava demostrant la finor i lucidesa dels seus anàlisis. Devorava la premsa internacional, i per poguer continuar llegint i escrivint malgrat els greus problemes de visió que tenia, va fer-se portar d’Alemanya un ordinador especial que li permetia fer-ho. Fa deu anys va prendre una altra decisió important: va cedir a l’Instituto de Estudios Giennenses els 30.000 llibres de la seva biblioteca, un patrimoni gegantí que confirma la seva insaciable voluntat de saber. A l’alçada de l’empremta que ha deixat com a savi del periodisme de política internacional i principal referent del gènere a Barcelona durant l’època d’or de la premsa escrita.