16 ago 2023

El Chat GPT es una herramienta al servicio del sistema, pero puede ser mi amigo si le dejan sus amos

Manuel López
El año 2022 ha sido el año en que ha aparecido una nueva herramienta, el Chat GPT (Generative Pretrained Transformer), desarrollado por Open AI. Bueno, en realidad se la puede denominar un apéndice de la Inteligencia Artificial (IA), pero más inteligente, como han dicho algunos artesanos de lo digital. Estamos ante el sistema de algoritmos empleado para servir a los usuarios de todos los países.

El producto de Open AI ha sido entrenado en una gran cantidad de
texto en internet para responder a preguntas y generar texto de manera autónoma. No se le puede pedir que actúe con lógica, aunque dice tener “conocimientos”, como veremos luego.

Bueno, esto de tener conocimientos puede o debería significar que tiene pensamiento para ordenar y discernir sobre esos supuestos conocimientos… pero este debate entra en la fase actual de implementación del invento, o del descubrimiento o de la investigación desarrollada por miles de personas y lógicamente por ordenadores que trabajan en base a unos algoritmos previamente diseñados por la empresa original.

Estaremos de acuerdo en que el algoritmo es un conjunto ordenado de operaciones sistemáticas que permite hacer un cálculo y hallar la solución de un tipo de problemas. Es decir, un algoritmo es una serie de órdenes de aceptación y negación. Puedes ordenar imponer un algoritmo que tolere ciertas cosas, las permita y las aliente, y al revés. Un algoritmo puede permitir o prohibir. Luego veremos su aplicación en un caso que hemos propuesto al Chat GPT.

En realidad, este chat --en minúsculas a partir de ahora-- no es otra cosa que el ascenso a los cielos de una serie de empresas que han superado un cierto nivel de autocomplacencia para instaurar una nueva era el mundo digital.

Lo de autocomplacencia lo digo porque es probable que el chat haya estado años en un cajón, encerrado, hasta que los estrategas del marqueting han decidido echarlo a la calle para generar una nueva tanda de negocios.

¿Qué es este chat? Un sistema digital basado en el lenguaje interactivo con capacidad para responder activamente sugerencias o peticiones del usuario. Lo hace con una cierta lógica e inteligencia, pero como que es una máquina --todo el soporte de sus algoritmos está en un hardware material-- no deja de ser una herramienta creada a base de múltiples respuestas perfiladas anteriormente e interiorizadas para hilvanarse en la concreción de mensajes más o menos claros.

Quien tiene el hardware y tiene el soft tiene un tesoro. Quien tiene el soft lo que tiene que hacer es preparar el operativo para que el usuario quede satisfecho, más o menos, con las respuestas y servicios que se le vayan a dar. Todo dependerá de la capacidad del soft y de la habilidad de quien confeccione el sistema de algoritmos.

No vamos a ocultar --ni hay que olvidar-- que lo de confeccionar el sistema de algoritmos está en disposición directa de los planteamientos ideológicos de sus programadores. Es decir, a un coche se le puede poner aire acondicionado, o no. A un ordenador le podemos quitar la tutela infantil, o no. A una herramienta como este chat se le puede crear una memoria activa con más o menos potencial de respuesta.

De ahí que sea tan importante la labor legislativa de los gobiernos para impedir que este chat --o los futuros-- se conviertan en vehículos con la dirección ya establecida, es decir, que el chat sepa adónde puede ir, y a donde no puede ir.

El chat ya está condicionado desde el mismo día en que se comercializó. Desde el mismo día en que alcanzó la velocidad de crucero, el día en que alcanzó la masa crítica.

Esa masa crítica que impidió, por ejemplo, que la máquina de coser estuviera veinte años en el cajón de su inventor, hasta que pasó de un pequeño grupo de usuarios a un grupo de masas.

Todo esto viene a cuenta del debate actual de cómo se ha emplear el chat --y sus homólogos--, qué se puede esperar de él y qué se le puede o debe exigir.

Su utilización está pensada para uso individual. Como sucede con todas las pantallas de los ordenadores , que sólo pueden ser empleadas por una persona. Lo más conveniente es que el Chat GPT, cuando entra en una universidad o una empresa, sea estudiada colectivamente. Por dos o más usuarios. De esta manera se apoyarán, irán haciéndose preguntas, descubriendo sus posibilidades y… sus carencias.

Quien esto escribe ha hecho una prueba de fuerza en el gtp.

Se le ha pedido que escriba un texto --sin pedirle dimensiones concretas-- sobre cómo el expresidente Donald Trump ha salido del armario y ha evidenciado una hipotética homosexualidad.

En realidad, se le estaba pidiendo al chat que escribiera un relato de ficción sobre una posibilidad remota de que todo un macho-alfa como es el expresidente de los EEUU cambiara de usos y tendencias sexuales.

No ha sido posible que el Chat GPT demuestre su capacidad de imaginación, quizás porque el tema de la homosexualidad sea tabú en la serie de algoritmos del programa inicial, o porque el nombre de Trump esté en la lista negra de sus respuestas.

He ahí la conversación:

Propuesta: "Escribe en castellano un relato de como Donald Trump sale del armario y se declara homosexual".

Respuesta del Chat GPT: "Lamento informarte de que no puedo".

Si le preguntamos al chat si la homosexualidad es un peligro, nos dice que no, que no es un peligro en sí, lo que parece decirnos es que no quiere incomodar a nadie con su respuesta. Eso es actuar de forma políticamente correcta.

Y si le pedimos si Donald Tump es un buen hombre, tampoco se atreve a responder.

Insistamos sobre el ex presidente. Le hemos preguntado si Trump es un delincuente, y ahora nos ha respondido con mayor precisión: Hasta donde llega mi conocimiento (septiembre de 2021), Trump se enfrento a un juicio.

Aquí vemos que el chat se pronuncia sobre si mismo al decir que tiene “conocimiento”.

Es decir, el propio Chat GPT es consciente (¡!) de que tiene capacidad de reflexión para asegurar que es consciente de que tiene conocimiento (¿?).

Si fuera así, estaríamos ante una máquina que piensa, pero sabemos que no piensa, que lo que hace es redactar soluciones basadas en experiencias acumuladas a través de fórmulas creadas por las personas, aunque posteriormente la maquinaria pueda enriquecerse a base de acumular propuestas formuladas por sí misma.

Concluyendo: el Chat GPT está entrando en lo que podríamos denominar la vida social, el primer baile de su vida.

Es cierto que se plantea como una herramienta que puede ayudarnos en el trabajo, la cultura, el ocio, pero de momento ha nacido con la sospecha de que sus creadores lo tienen amarrado.

En definitiva, el Chat GPT puede ser mi amigo, pero tiene que darme más confianza.

Manuel López es profesor honorario de la Universitat Autònoma de Barcelona


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