Dardo Gómez
Es inevitable hablar de la dana, pero puedo decir poco porque no soy enterado en lluvias ni en tormentas. Antes hablábamos de “gota fría” pero tampoco sabía demasiado de cómo ni por qué se producía ese fenómeno que cada otoño nos desborda y dejaba enseres y vidas perdidas en algunos pueblos que taponaban a las aguas su destino. Tampoco sé si las personas que me rodeaban sabían más que yo, y tampoco sé si eran menos crueles de las que hoy me rodean, aunque siento que algunos se empeñan en que lo piense y caiga en sus odios desatinados.
Estoy seguro de que no lo conseguirán mientras los vea insultar
y perseguir a voluntarios de la Cruz Roja, esos que nos ayudan siempre que los necesitamos, increpándolos: “La Mafia Roja, qué bien que paseáis cuando todo está limpio. ¿Qué hacéis con el dinero de los españoles en vez de ayudarles? ¡Follamoros!”. Los he visto; así vociferaban y amenazaban estos negados para la convivencia.
Iker Jiménez y Carmen Porter, en una imagen de archivo. |
y perseguir a voluntarios de la Cruz Roja, esos que nos ayudan siempre que los necesitamos, increpándolos: “La Mafia Roja, qué bien que paseáis cuando todo está limpio. ¿Qué hacéis con el dinero de los españoles en vez de ayudarles? ¡Follamoros!”. Los he visto; así vociferaban y amenazaban estos negados para la convivencia.
La escena es tremenda por lo injusta pero no es singular. Algunas crónicas señalan que cuando la erupción volcánica en La Palma “se escupió a los voluntarios, se les zarandeó… la línea roja es muy fina y de ahí puede ir a más”.
La Cruz Roja, una oenegé siempre apreciada por los españoles, dice que sus voluntarios están llegando al límite de lo soportable por este tipo de vejaciones y que están muy preocupados ya cada día registran más de 70.000 mensajes de odio y que esto es creciente.
Estos odios injustificados e injustificables se han visto acrecentados por irresponsables a través de las redes sociales y de algunos medios de comunicación que se abren a las mentiras, esa canalla que sólo aspira a dinamitar las bases de nuestra sociedad y convertir a parte de ella en seres cada vez más ignorantes y más crueles por consecuencia.
El negacionismo como arma
No es un dilema sólo de la sociedad española. En las conclusiones del informe de la última Coalición de Acción Climática Contra la Desinformación (CAAD) presentado con motivo de la COP29, se señala al respecto: “No podemos resolver este problema sólo mediante mejores narrativas o difundiendo más datos científicos y verificaciones de hechos. Las investigaciones han demostrado una y otra vez que la desinformación gana terreno, porque este tipo de contenido impulsa la economía de la atención y los sistemas optimizados para maximizar las interacciones en redes sociales. Las plataformas deben reducir el impacto de los superdifusores de bulos y hacer que sea más difícil, más laborioso y menos rentable 'hacerse viral' mintiendo sobre la crisis climática. Si no abordamos ese problema arquitectónico fundamental, tendremos dificultades para lograr cambios reales en todos los demás”.
A estas conclusiones han llegado 50 organizaciones ecologistas y contra la desinformación, que lleva varios años ofreciendo una radiografía anual sobre los bulos climáticos y los objetivos de aquellos que los propagan.
Ellas sostienen: “nuestras pruebas sugieren que tales narrativas se están convirtiendo en algo más habitual, más violento y más impactante a través de la repetición”.
El estudio señala a cuentas X y TikTok y canales de YouTube que mediante la difusión de los bulos sobre la crisis climática cada vez más tendenciosos han pasado de decenas a cientos de miles de seguidores. Esto no es casual, las empresas de combustibles fósiles invierten decenas de millones de dólares con este objetivo. Más de 17 millones de dólares de estas empresas han ido a Meta, propietaria de Facebook, Instagram y WhatsApp y así sufragar que 700 millones de estos bulos fueran propalados por estas redes.
Algunos estudios señalan que uno de cada dos menores no sabe distinguir una 'fake news' y una docente decía que tenía dificultades para hacer entender a sus alumnos “que no se puede agredir a un político, que gracias a los impuestos tienen una educación gratuita (incluso los libros), que los inmigrantes ilegales no tienen paguitas, que un barco con antenas marroquíes no ha sido el creador de la dana...”. Y se desespera: “La cantidad de mierda que les meten en la cabeza los 'influencers' es tremenda, y se la tragan como dogma de fe”.
Mientras el International Computer and Information Literacy Study 2023 (ICILS), en un informe reciente sobre competencia digital elaborado por la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA) concluye, entre otras cosas, que casi el 50% de los jóvenes españoles carecen de una competencia digital que les permita reconocer bulos y noticias falsas.
Esta reciente dana se hizo propicia para que esos que llaman 'influencers' pausaran sus mentiras sobre productos que les pagan para difundirlos para “colaborar” informando sobre la tragedia que asolaba a la población valenciana. Esto ha agravado la desinformación sobre el tema, ya que el 62% de estos 'influyentes', según señala un estudio dirigido por Unesco, no realizan una verificación rigurosa y sistemática de los contenidos que difunden. Es decir que dos de cada tres de ellos difunden bulos y, según el mismo estudio, tienen dificultades de formación para evaluar la credibilidad de la información que encuentran en línea. Unos chapuzas, vaya.
Freno a la adicción digital desinformada
El Gobierno australiano, tras un sesudo debate parlamentario, ha decidido prohibir el acceso a las redes sociales a menores de dieciséis años de edad. Una decisión pionera en el mundo por la cual se impedirá a plataformas como TikTok, Instagram, Facebook, X/Twitter o Snapchat que puedan abrir cuentas a esos jóvenes para acceder a sus servicios. Esta medida, que entrará en vigor dentro de doce meses y prevé multas de hasta 30,7 millones de euros para las plataformas que no adopten medidas para cumplir ese mandato.
Con esta medida Australia trata de limitar el impacto negativo sobre la salud mental que acarrean los contenidos de estos servicios digitales de las compañías tecnológicas. “Se trata de proteger a los jóvenes, no de castigarlos o aislarlos”, ha afirmado la ministra de Comunicaciones, Michelle Rowland, al tiempo que ha denunciado que esas plataformas exponen a los usuarios a contenidos extremos que van desde la violencia a los trastornos alimentarios entre los jóvenes.
¿Alguien se imagina la repercusión que tendría en nuestro país una medida como ésta? Se hablaría de atentado a la libertad de expresión cuando solo se estaría evitando los graves problemas sociales que están causando los embustes de esta canalla.
La impudicia como norma y medio de vida
Entre las variadas pruebas que he hallado de esta impudicia o la temeridad de querer meter miedo a las personas, aunque no es la única, me paro en la vejación informativa cometida en el esperpento titulado 'Horizonte', de la cadena Cuatro, que dirige el ocultista Iker Jiménez. No se por qué razón morbosa hubo un momento en que muchos desinformadores se solazaban con la posibilidad de que en el aparcamiento de una gran superficie hubiera un número muy doloroso de vecinos que fueran sorprendidos por la riada en ese recinto.
No había prueba alguna de que así fuera, pero algunos medios como
'La Voz del Sur' se habían despachado con titulares como: "El terror del párking de 60.000 metros cuadrados en el Bonaire, el centro comercial donde aún se achica agua" y en el cuerpo de la noticia se apuntaba que, aunque no le constaba a ninguna fuente responsable, se teme que sea uno de los puntos más catastróficos. En las redes se insistía que algunos buzos lo habían comprobado, aunque las autoridades ya lo habían desmentido.
'La Voz del Sur' se habían despachado con titulares como: "El terror del párking de 60.000 metros cuadrados en el Bonaire, el centro comercial donde aún se achica agua" y en el cuerpo de la noticia se apuntaba que, aunque no le constaba a ninguna fuente responsable, se teme que sea uno de los puntos más catastróficos. En las redes se insistía que algunos buzos lo habían comprobado, aunque las autoridades ya lo habían desmentido.
Pero en 'Horizonte' no querían que la verdad destruyera su apuesta por esa posibilidad tremenda; ya habían adelantado que ellos iban a “contar lo que no se contaba” y así se dispuso a hacerlo la colaboradora del programa Carmen Porter, quien apoyada en un fragmento del vídeo en que se veía a un bombero saliendo de ese párking con una mano en la frente, afirmaba: “Un cámara que está allí, que claro, a él no le conocen, y estaba al lado de guardias civiles y ha oído una conversación donde se estaba diciendo que ese párking «es un infierno», palabras literales que ha escuchado. Para quien quiera decir que no ha visto nada, los que han entrado... También algunos submarinistas de la Guardia Civil, que sí que han entrado ya, especialistas, han dicho que no vuelven a entrar, por si alguien quiere maquillar la información».
Y la señora se ufanaba de su supuesto acierto con un provocador “ahora, vamos a ver cómo van a maquillarlo...”. No ha hecho falta, al día siguiente el propio Iker Jiménez en una falsa disculpa señaló que le habían comunicado que “no hay fallecidos. Gracias a Dios. La gente debió huir antes. Me alegro mucho de corazón de que las fuentes que me informaban de que había cuerpos en Bonaire se hayan equivocado”.
¿Qué fuentes infectas pueden haber sido las que este irresponsable oculta? Tampoco importa que desmienta o pida excusas por haber vulnerado el derecho a la información de la ciudadanía; como tampoco vale que quisiera hacer valer su libertad de expresión que él utiliza como su derecho a mentir, a engañar o alarmar a las personas.
Es lo que se conoce como fenómeno de posverdad, que la RAE reconoce como “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.
De nada valdrá la reflexión reposada ni el desmentido de las autoridades y responsables ciudadanos, porque en las redes seguirán estas falsedades a la pesca del incauto y, además, porque el daño emocional es irreparable. Ya se ha inoculado en gente honesta el supuesto de que se hallan desprotegidos y que además les ocultan la verdad de las cosas.
Y además, estos canallas se lucran con esas mentiras y lo mismo hacen las empresas de comunicación que les ofrecen refugio a cambio de mantener su infame negocio. Algunas organizaciones preocupadas por tanto atentado social aconsejan como defensa ante estos actos impulsar medidas que permitan evitar “el lucro de los creadores de contenidos que desinforman y las plataformas tecnológicas que sacan tajada, así como exponer las técnicas y mensajes de los actores de mala fe (ya sean corporativos, patrocinados por el Estado, políticos o individuales). Lo más importante es que no podemos centrarnos en contrarrestar cada comportamiento individual, sino que debemos abordar los sistemas y los comportamientos y actores que recompensan”.
Ojalá lo vea yo...