Manuel López*
A los estudiantes de periodismo se les suele recordar, el primer día de clases, que en España hay libertad de expresión e información. El buen profesor tiene la obligación de matizar. Es cierto que hay esas dos libertades, y las ejercemos… pero no deja de ser menos cierto que la profesión se encuentra con una serie de límites que pone en cuestión esas verdades.
Hablemos de la independencia de los diarios españoles.
Y lo hacemos porque en 'El País' del 6 de octubre, página 36 de la
edición de Barcelona, se publica una noticia que dice: “Preservar la independencia de los medios ante la desinformación”. Se trata de una pieza informativa de tres columnas con gran fotografía en la que pueden verse a una serie de directores y editores de diversos medios españoles tratando el tema.
El encuentro de ejecutivos de varios medios de comunicación españoles en el Palau Macaya, el pasado 6 de octubre (Foto: Gianluca. Battista) |
En el fondo de la fotografía se observa un cartel donde se puede leer
“El buen gobierno corporativo de los medios de información para proteger la independencia editorial”. Estamos ante toda una declaración de intenciones. Valiosa y atrevida.
“El buen gobierno corporativo de los medios de información para proteger la independencia editorial”. Estamos ante toda una declaración de intenciones. Valiosa y atrevida.
La noticia habla de una reunión de directivos para quejarse de la desinformación. Está muy bien. Es cierto que las 'fake news' están a la orden del día. En internet, en sus diferentes canales, páginas y webs aparecen constantemente informaciones falsas, o mal intencionadas, o inventadas. Hay que combatir esa tendencia de esta década.
Pero antes de esto conviene reflexionar sobre la independencia, o no, de los diarios españoles. Es conveniente que nuestro tejado no sea de cristal.
Lo primero que hay que decir es que observamos que esa independencia no lo es tanto porque todos dependen de empresas mercantiles que lo que buscan es obtener un provecho económico. O eso, o quieren influir en la agenda pública por motivos inconfesados, o no, más bien evidentes: tumbar gobiernos, combatir contra la lucha para reducir la contaminación, modificar leyes progresistas,…
También se debe hablar de la importancia de las subvenciones
estatales y autonómicas para potenciar y/o silenciar determinados medios. La subvención puede ser directa, en forma de dinero, o tecnológica, ayudando a la reconversión de los medios. Las subvenciones deben ser ecuánimes y repartidas en función de diferentes baremos, pero no siempre suele ser así. Quien determina el reglamento de reparto de subvenciones puede orientar su línea en un sentido u otro.
estatales y autonómicas para potenciar y/o silenciar determinados medios. La subvención puede ser directa, en forma de dinero, o tecnológica, ayudando a la reconversión de los medios. Las subvenciones deben ser ecuánimes y repartidas en función de diferentes baremos, pero no siempre suele ser así. Quien determina el reglamento de reparto de subvenciones puede orientar su línea en un sentido u otro.
Una diputación provincial puede dejar de suscribirse a determinado medio que ha publicado algo molesto para su presidente y desde ese momento deja de suscribirse al diario. Eso significa que las bibliotecas, los edificios institucionales (delegaciones, hospitales, escuelas, universidades…) dejen de recibir la suscripción que hasta entonces pagaba la diputación. Estamos hablando de varios centenares de ejemplares. En el caso de Catalunya o Madrid, quizás algunos millares. Se puede hablar de un ataque directo a las finanzas del medio.
Sigamos. No hay más que mirar algunas webs para descubrir que algunos medios tienen una gran participación por parte de fondos de inversión extranjeros. Uno de ellos es 'El País'. Esto no significa que ese diario se deba a los intereses foráneos, pero es cierto que la toma de decisiones por parte de la dirección nunca, o casi nunca, publicará información alguna contra esos socios del periódico.
No debemos estar en contra de las inversiones económicas en nuestros medios. Se trata de operaciones mercantiles normales en nuestra sociedad, siempre que no se persigan objetivos inconfesables.
Otra cuestión es la relación de los medios con los anunciantes, que significan una sustancial ayuda para acabar el año con beneficios, o con las cuentas en números rojos.
Hay un libro 'Biografía de El Corte Inglés', de Javier Cuartas (Libros Límite, Barcelona, 1992), con nada menos que 804 páginas, que apenas tuvo repercusión en los medios. Naturalmente, con ese título, no se decían cosas bonitas de la gran empresa. No tuvo una gran repercusión en los medios.
El Corte Inglés nos sirve de entrada para incidir en esa relación de medios con anunciantes.
Cuando sucedió el sangriento atentado de ETA contra el Hipercor de la avenida Meridiana, el 19 de junio de 1987, yo trabajaba en 'El Periódico'. Ese mismo día se presentó un representante de El Corte Inglés para pedir que en las noticias que íbamos a publicar no se relacionase Hipercor con El Corte Inglés.
En realidad, era una tontería, porque todo el mundo sabía de esa relación. Lo que consternó a la redacción fue el hecho de que alguien nos pidiera semejante acción.
En 'El Periódico' yo mismo publiqué un gran reportaje sobre Félix Estrada Saladrich. Se trataba de un empresario auténtico, de los que de la nada creó un gran emporio comercial vendiendo muebles. Lo hizo a través de un comercio llamado Muebles La Fábrica, todavía existente.
Lo que hice fue un reportaje sobre esa persona, ya alejada de la dirección comercial, que había elevado un gran negocio sobre apenas una pequeña tienda. Finalmente, se hundió, aunque está ya reflotado.
Pues bien, tras mi reportaje, desde la dirección de La Fábrica de aquellos momentos se interesaron cerca del jefe de publicidad para saber si seguiría hablando del tema de un empresario exitoso caído en desgracia.
Naturalmente la cosa no pasó de ahí. 'El Periódico' siguió disfrutando de su publicidad, pero el hecho no pasó desapercibido para la redacción.
Existe una casuística semejante en todos los medios de información. ¿Quién no ha tenido presiones de un anunciante?, ¿a quién no se le ha retirado alguna campaña?.
A mis estudiantes siempre les pregunto cuántas informaciones críticas contra Caixabank han leído últimamente: ninguna. O sobre El Corte Inglés, o sobre el Banco Santander, o el BBVA…
No se trata de que impulsemos campañas de descrédito de las grandes corporaciones por el hecho de que sean grandes. De lo que se trata es que nuestros anunciantes sepan que, ante todo, los periodistas y los medios para los que trabajamos, nos debemos a la verdad, o al menos a la verdad a la que seamos capaces de acercarnos.
Las presiones de los anunciantes no son diarias. Faltaría más. En caso contrario, no podríamos hacer periódicos.
Pero, sin duda, hay una cierta autorepresión por parte de los periodistas ante determinados temas. Estando en 'El Periódico' pude observar, durante la preparación de los Juegos Olímpicos de 1992, que no se podía escribir nada contra Juan Antonio Samaranch. Se sabía que tenía comprados grandes extensiones de terreno tras el Tibidabo, en la comarca del Vallés Occidental, a la espera de poder generar polígonos industriales, que hoy son un hecho.
Tampoco se volvieron a publicar fotografías de cuando Samaranch era falangista. Y eso teniendo imágenes del personaje con el brazo levantando y cantando, supuestamente, el himno de esa formación.
Estamos hablando de los peligros que para la independencia representan las presiones económicas y/o políticas. Ante esos peligros, se está discutiendo, ahora, en España la transposición de decisiones europeas en materia de comunicación.
Por ejemplo, la obligación de los medios de informar, cada año, de la composición de su equipo directivo y de los accionistas.
Nada menos.
Con esa información, el lector puede saber qué está comprando, quien está detrás de las páginas que está leyendo.
Otra medida que se propone desde la Unión Europea (UE) es que la redacción tenga el derecho a discrepar de la política editorial del medio, a través de una respuesta escrita a publicar en las páginas centrales.
'El País' ya tiene ese derecho en sus normativas sobre relación con los periodistas. Pero apenas hay otros medios que hayan seguido ese camino.
Y aún hay más medidas para garantizar la independencia de los medios: que la redacción pueda tener un representante propio en los consejos de administración, como sí se hace en la gran industria alemana.
Queda mucho camino para que los directivos que asistan a próximos encuentros, como el que publicaba 'El País' el 6 de octubre, puedan abordar con plenitud la defensa de su independencia editorial.
La UE nos muestra el camino, y los sindicatos de periodistas están dispuestos a defender lo conseguido hasta ahora y ampliar sus derechos en defensa de la libertad de expresión y de información.
* Profesor honorario de la UAB y periodista