Dardo Gómez
“El mediodía del 25 de febrero pasado nos sentamos a comer conteniendo las náuseas que nos había provocado conocer que, una vez más, los políticos españoles habían defraudado la esperanza, alentada por muchos, de que la elección del Consejo de Administración de RTVE fuera ajustada al concurso de méritos que se había prometido. Despertamos de las promesas y el monstruo de la politiquería todavía estaba allí con su aliento corrupto...”.
Disculpen que yo mismo me plagie; esto lo he escrito para esta misma columna hace casi un año ante el fraude a la ciudadanía que significaron esos nombramientos que significaron, una vez más, el “enrocado” de la impudicia en los medios públicos españoles, partiendo del mayor de ellos.
Basta una mirada a los aciagos momentos que viene viviendo
Telemadrid, a nueve años del Expediente de Regulación de Empleo que la ha dejado en un estado catatónico y que ha servido para casi terminar con ella, para comprobar cómo crece la llaga generada por el desinterés de nuestros legisladores por el derecho a la información de la ciudadanía.
Xevi Xirgo, nou president del Consell de l'Audiovisual. |
De estos hechos las consecuencias están a la vista; la presidencia de José Manuel Pérez Tornero en RTVE está dando exactamente los frutos malsanos que sabíamos que podía dar, con su secuela de supervivencia de lo peor y sin ninguno de los avances a los que se aspiraba antes de este contubernio de idiotas, aunque con la suficiente perversión como para colocar a un Fouché en la cúpula del Ente.
En Telemadrid, sus trabajadores han difundido este enero un comunicado en el que señalan que se ha convertido “la radio y televisión de Madrid en la radio y televisión de Isabel Díaz Ayuso y su Gobierno”, y advierten que éste “no quería una radio y televisión pública independiente de la línea marcada desde la jefatura del gabinete de Presidencia”, dirigida por la triste figura del manipulador Miguel Ángel Rodríguez, “y lo solucionó realizando un cambio de ley para poder cesar al equipo directivo que ellos mismos apoyaron unos años atrás. La consecuencia ha sido la pérdida de credibilidad, una vez más, de Telemadrid y Onda Madrid ante la ciudadanía madrileña”.
Ante estos cambios interesados de las leyes tanto como su aprovechamiento torticero no cabe el asombro; todo esto era previsible en un país donde los medios públicos han sido saqueados por la perversión de quienes deberían protegerlos y hacer que estuvieran al servicio del derecho a la información de la ciudadanía. Con la honrosa excepción del microcosmos de Betevé, la televisión del Ayuntamiento de Barcelona, que desde el principio supo dotarse de una administración transparente y con un director elegido por méritos profesionales, nadie ha querido ser honesto ni sabido abstenerse de la tentación de utilizar los medios públicos al servicio de los más burdos de sus intereses.
Ellas solas se murieron...
Para no agobiarlos no los enumero, pero del Cantábrico a Algeciras con un paseo por la meseta no sólo hay corrupción en todos los medios sino que se han instalado todas las herramientas perversas para darle legitimidad y, por supuesto, para evitar la presencia de toda autoridad correctora de esos abusos contra la ciudadanía.
Sin embargo, uno ya no sabe por qué, sigue confiando en que cuando alguna persona u organización ha tocado fondo en la inmundicia la mera supervivencia debería mandar a la búsqueda de la transparencia que se vislumbra en la superficie.
Nos seguimos engañando... El caso de Catalunya al que me referiré, confirma que hay políticos con una capacidad superior de soportar el hedor y de hurgar hasta enterrarse y enterrarnos en esa mierda que ellos parecen paladear con insistente placer. Ustedes disculparán este tono, pero se lo merecen las personas que están prostituyendo con total impunidad organizaciones que, en algún momento, he defendido con todo el ardor que puede gastar un fiel creyente en el derecho a la información.
La Ley 2/2000, del 4 de mayo de ese año, daba fe de nacimiento al Consell de l'Audiovisual de Catalunya (CAC), que ya había sido creado el 5 de julio de 1996 como órgano asesor del Gobierno de la Generalitat para “que velase por la objetividad y la transparencia de la programación audiovisual, con la pretensión de que se convirtiera en un referente social de prestigio que permitiera a la sociedad catalana dotarse de un instrumento que convirtiese la radio y la televisión en auténticos medios de información, formación y entretenimiento adaptados a sus necesidades”.
Este CAC era casi una transposición de idénticos organismos que ya existían y siguen existiendo en toda Europa, algunos de rango estatal y otros con idénticas capacidades en las respectivas comunidades de los estados federales. Era un despertar de la España casposa a la alborada de la modernidad en la comunicación; aunque gracias al PP este organismo rector fue abortado y somos casi la única democracia formal europea que carece de esta autoridad.
Como era obligado, esa caspa asaltó a los grandes medios de la prensa española, que no se sentían a gusto con ningún tipo de regulación, y sus corifeos de las organizaciones profesionalistas se lanzaron a la arena de la falsedad liderados por el presidente de la máxima de ellas, que lanzó el bulo de que el naciente CAC era “un invento catalán que no existía en ninguna parte del mundo”.
No sé si alguna vez el autor de esa barbaridad ha tenido un momento de lucidez que le hiciera arrepentirse de aquella afirmación que como rebaño repetían los más ignorantes de nuestra profesión. Es que en el momento en que se decía esta falsedad, como señalo más arriba, ya había en Europa más consejos de este tipo que Estados.
Una gira apostando por la dignidad
Personas que sabíamos de lo que se estaba hablando decidimos que había que lanzar una cruzada contra la ignorancia, y mis colegas del Sindicat de Periodistes de Catalunya me lanzaron al ruedo para desasnar al personal. Recuerdo que junto a gente tan digna y documentada como el catedrático de la UAB Joan Botella, que era entonces consejero adjunto a la presidencia del CAC para asuntos internacionales y tenía fuertes relaciones con otras autoridades reguladoras europeas, nos lanzamos a cruzar el Ebro y tratar de evangelizar a los 'éfesos' de distintas ciudades españolas.
Fue una apuesta por la dignidad de la información que no traigo aquí para contar batallitas sino para que quienes desde hace algunos años están empeñados en destrozar el Consell de l'Audiovisual de Catalunya sepan las razones profundas de mi desprecio hacia ellos y que sostengo que son traidores profundos de la Catalunya que dicen defender, ya que son capaces de arrastrar por el estiércol una de las entidades catalanas que ha sido avanzada en la España que quería recomponerse de la mordaza franquista.
No se trata de un error ni de una deriva ideológica, sólo es tremenda estupidez; ya que no es fácil conseguir que ERC, Junts y PSC remen juntos para llevar al sumidero a una entidad que, en sus buenos tiempos, contó con presidencias como las de Josep Maria Carbonell o vicepresidencias como la de Victòria Camps. Aunque la mente perturbada de gran parte de los dirigentes de los partidos políticos catalanes han ido degradando la calidad de esos sillones a base de la elección de personajillos dispuestos a dictar resoluciones vomitivas para favorecer la esgrima de los partidos que los habían sentado en ellos.
Conviene tener en cuenta que las funciones declaradas de “la autoridad independiente de regulación de la comunicación audiovisual de Catalunya” son “velar por el cumplimiento de la normativa aplicable a los prestadores de servicios de comunicación audiovisual, tanto públicos como privados”, además de tener como misión “la defensa de la libertad de expresión y de información, del pluralismo, de la neutralidad y la honestidad informativas, así como de la libre concurrencia del sector”, tanto como la de velar por el “pluralismo político, social, religioso, cultural, de pensamiento y lingüístico”.
Tareas todas ellas que son difíciles de cumplir en un mar plagado de tiburones sedientos de la sangre del adversario y dispuestos a imponer sus mezquindades en el trabajo diario de los profesionales de los medios públicos de la Generalitat. Una labor para la cual estos prevaricadores cuentan con la complicidad de alguna parte de esas plantillas que han sido infectadas por fanáticos y ahijados de esos políticos indignos.
“Lasciate ogni speranza voi ch'entrate...”
Muchos catalanes creíamos que habíamos llegado al hartazgo de indecencias con las dilatadas excusas, medias verdades, desinteligencias y mangoneos con las cuales durante varios años los dueños de la llave del Parlament bloquearon la renovación de las autoridades de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA) y del CAC, incluso pasándose por salva sea la parte y dilatando el cumplimiento de un mandato parlamentario al respecto.
Después del torrente de reclamos y denuncias que durante años lanzaron los consejos de profesionales de Catalunya Ràdio y de TV-3 y las repetidas declaraciones y manifiestos de las organizaciones catalanas de profesionales de la comunicación ante cada uno de los repetidos desatinos de esos consejeros de confianza, llegó el momento del acuerdo entre ERC, Junts per Catalunya y el PSC que, imaginamos, pondría fin a esa anomalía que parecía histórica.
El resultado de esa componenda nos ha asqueado a todos y nos amenaza con la posibilidad de que la desvergüenza pueda ser eterna. Sobre todo si atendemos a la figura que han propuesto para dirigir el maltratado CAC: Xevi Xirgo Teixidor. Nombramiento que ha llenado de decepción a las personas y organizaciones que esperaban tras tanto tiempo de lucha un acto de transparencia. La misma decepción que produjo el anuncio de quienes eran los propuestos para la dirección y gestión de la CCMA.
No ha llegado la transparencia, el tal Xirgo es un fanático dispuesto a lo que sea para responder con obsecuencia las órdenes de los que lo han colocado allí. Este señor es un depredador de la información que ha abogado por la persecución y denigración de los medios que no son afines a su ideología, que tiene como monstruo de cabecera a lo que llama “prensa española” y que apuesta en las relaciones entre Catalunya y España por la consecución del odio y la intolerancia.
No creo, desde hace ya años, en la virginidad ideológica ni en que sea necesaria la información “objetiva” para informar con rigor y confío más en el periodismo “comprometido” que en la pureza de las redacciones que huelen a sepulcros blanqueados o a higiene de quirófano. Por lo mismo, defiendo el derecho del propuesto presidente del CAC de adscribirse a la ideología o tendencia terrena o divina que quiera. Es la misma libertad que reclamo para mí y para todos en cualquier parte del planeta, ya que está respaldada por la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Sin embargo, no me parece prudente, necesario ni recomendable, ni creo en la inocencia de quienes aspiran a poner al frente de una entidad que tiene la obligación de velar por el “pluralismo político, social, religioso, cultural, de pensamiento y lingüístico” a un aprendiz de Joseph Goebbels.