Aquesta semana s’han complert 50 anys de la detenció i empresonament de Josep Maria Huertas Claveria per haver escrit un reportatge sobre bordells i 'meublés' a Barcelona que es va publicar el 7 de juny del 1975 al diari 'Tele/eXprés'. El seu amic i company Juanjo Caballero ha descrit amb tot detall a Catalunya Plural l’odissea que va patir aquest mestre de periodistes fins el desenllaç d’aquell drama personal i professional. Huertas va ser condemnat a dos anys de presó pel suposat delicte d’injuries. El seu major pecat, al parer del consell de guerra que el va jutjar, va ser constatar que certes vidues de militars regentaven alguns d’aquests 'meublés' (l'hem destacat en negreta al text següent). Va estar empresonat a la Model vuit mesos.
En homenatge de Josep Maria Huertas, per contribuir a la memòria democrática i com a desgreuge pels abusos de poder que les autoritats franquistes van perpetrar fins i tot quan el dictador era a les portes de la mort, reproduim íntegrament a PAIOS el reportatge “Vida erótica subterránea”, un magnífic retrat, entre sòrdid i còmic, de la vessant reprimida i represora de la societat d’aquell temps i d’aquell país.
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23 jul 2025
'Vida erótica subterránea', el reportatge que li va costar 8 mesos de presó a un periodista
Vida erótica subterránea
De los burdeles históricos a las pocas “habitaciones” que persisten, pasando por los “’meublés’ de fantasía”
“El xofer del taxi va parar davant del meublé que aleshores tenia més requesta. Després de tirar les cortinetes, els obrí la porta un homenet, baixetó, gris, tronat, amb la jaqueta blanca de la casa”.
Esta descripción, escogida de otras muchas que figuran en lasexcelente novela de Josep Maria de Sagarra ‘Vida privada’, corresponde al escenario que durante tantos años tuvo fama de ser el ‘meublé’ de más categoría de Barcelona, el ‘meublé’ Diagonal, el chalet que estaba situado junto a la Diagonal, entre las calles Fray Luis de Granada y Loreto. Hace ya más de 15 años que aquel ‘meublé’, que anunciaba su condición con todo descaro incluso en la guía telefónica, cerró sus puertas, pero su cita es indispensable en cualquier referencia a la vida erótica barcelonesa.
Como en todos los ‘meublés’ de una cierta categoría, que ya disponían de garaje en tiempos en que el automóvil no era tan usado como en la actualidad, los coches de los visitantes estaban protegidos de cualquier posible indiscreción mediante unas cortinas que tapaban el vehículo apenas entraba. Si había más coches que plazas en el garaje y era menester disponer del patio, se tapaban las placas con toallas pequeñas dispuestas a tal efecto.
No hace muchos años, se dio el caso, rigurosamente cierto, de un caballero que visitó el ‘meublé’ en sábado y al día siguiente, cuando salía de paseo con su familia, se cruzó con un amigo que le hacía señales acústicas incesantes desde su coche, señalándole una rueda. Pararon y el amigo aprovechó para indicarle que se habían olvidado de quitar la toallita de una de las matrículas.
Como en ‘Belle de jour’
Para ir a un ‘meublé’ solía suceder una de estas tres cosas: que se tratase de una pareja que acudiese directamente allí porque no disponía de otro lugar; que fuese una cita convenida por dos personas que perseguían el secreto y que llegaba cada una por separado; y que se tratase de un hombre y una prostituta recogida en un bar o en la calle.
Hasta los primeros años 50 funcionaron los prostíbulos basados en un gran salón por el que circulaban las señoras y los aspirantes. De esta época es el excelente retrato que hace Carlos Barral en sus ‘Años de penitencia’: “Todavía había burdeles de inolvidables características, supervivientes de la época áurea de la Exposición Universal, quien consagró a Barcelona como una gran metrópoli del pecado. Los había que conservaban, en medio de una decadencia que había degradado a pupilas y público hasta los últimos escalones de la fauna urbana, una decoración fastuosa casi increíble.”
Y recuerda el salón de Madame Petit, en la calle Arco del Teatro, donde incluso existía una pizarra con la cotización de las monedas extranjeras o los salones de casa la Emilia o casa la Rita y habla de lugares que conservan intacta la estructura de casa de familia de barrio, con unas mujeres que recibían alrededor de una mesa de comedor bajo una lámpara central aderezada con unas sayas rojas. La mesa influía en las costumbres, la de comedor era en casas de p... a las que se podía ir a jugar a las cartas a la tercera o la cuarta visita. Un ambiente parecido al de ‘Belle de jour’.
Aquellas casas desaparecieron y una cierta discreción sustituyó la increíble Barcelona que recrean Sagarra y Barral. Los ‘meublés’ eran mucho más recatados y su frecuentación disimulaba el mantenimiento de una alta vida erótica en la ciudad.
Aparte del Diagonal y de otro situado en Pedralbes de gran categoría, en Barcelona empezaron a proliferar otros más contemporáneos.
A la derecha, “el pecado”
Los muchachos que estudiaban bachillerato en los primeros años sesenta en Can Culapi (los escolapios) de la calle Balmes, se encontraban con que de vez en cuando el padre que les enseñaba religión al referirse al pecado señalaba invariablemente en dirección a una azotea de la calle Regàs, en la que sábanas y toallas se agitaban al viento.
Con el misterio que causa lo prohibido en la adolescencia, algunos muchachos se atrevían a entrar en el garaje o en la puerta del “meublé” de la calle Regàs, detrás del edificio hoy de Autopistas. En una ocasión uno de esos muchachos, más atrevido, tiró un “trueno” que debió sobresaltar alguna escena íntima. Y otro siguió a una mujer que había salido del ‘meublé’ y al detenerse esta en un bar empezó a tomar apuntes describiéndola, con todo descaro, mientras la miraba de frente hasta que la mujer se le acercó y le preguntó: “Però m’estàs fent un retrato, maco?”. El chico enrojeció hasta la raíz del pelo y marchó con sus inacabados apuntes.
Un buen número de ‘meublés’ estaban regentados por viudas de militares, al parecer por las dificultades que para obtener permiso para abrir alguno hubo después de la guerra.
Los edificios que se utilizaban habían sido adaptados en casas de vecinos de lo más corriente, o disponían de edificio propio construido al efecto y contaba con elementos especiales, dispuesto a satisfacer al cliente, como espejos en el techo o piscinas el estilo de termas romanas.
En la calle Sicilia, donde se alza un bonito edificio modernista de Josep M. Pujol [segurament vol dir Jujol], unos arquitectos que lo visitaron para conocer sus características se encontraron con que en cada habitación había un bidet, incluso en las diseñada por su autor como comedor, señal inequívoca del destino que había tenido hasta no hace mucho tiempo el edificio.
Otros edificios que consiguieron su fama en otro tiempo y que hoy han sido cerrados, con la ola de moralidad de los primeros años setenta, fueron los ‘meublés’ cercanos a la ronda de San Antonio –Miami, en la calle de la Virgen, Niu d’Or en la plaza del Peso de la Paja... -- y la Casita Blanca detrás de la plaza Lesseps. Pero la lista de los que cerraron es larga.
De la afirmación de que casas de vecinos sirvieron como ‘meublés’ está la prueba de que una recién casada se encontró un día, al salir a abrir en bata a la puerta, con un antiguo cliente que insistía en que allí él una vez se lo había pasado chanchi y que no se pusiera tonta ella que él sabía... Total, hasta que salió el recién casado y lo largó con viento fresco.
En otra casa de la calle Aribau los vecinos se quejaban del mucho ruido en un piso utilizado a estos efectos.
La clausura
“El gobernador civil, don Rodolfo Martín Villa, ha comunicado al concejal presidente del distrito V, señor Abellán, que, atendiendo a la petición formulada por dicha Junta, ha dispuesto el cierre inmediato de los dos ‘meublés’ situados en la calle de la Unión” (De los periódicos, 5 de febrero de 1975).
Cuando esta noticia saltó a los diarios hacía ya unos tres años que se había iniciado el cierre de ‘meublés’ y bares en Barcelona había sido preciso que pasase muchas cosas y que se inscribiese a menudo sobre el problema, pero sorprendió tanta diligencia y, y todavía más, tanta eficacia.
Una lista de clausuras sería interminable pero sí que están tapiados los de la calle de la Virgen --nombre más que chocante para un ‘meuble’--, Peso de la Paja, San Vicente, la manzana formada por las calles de la Duda, Cendra, Príncipe de Viana y Riera Alta, otro en Riera Alta-Ronda (un bar situado junto al teatro Calderón se negó a vender el local cuando se construyó el teatro porque su ‘modus vivendi’ era la clientela de estos cercanos ‘meublés’ y luego tuvo que cerrar), otro en Ferlandina…
Digo que sorprende la celeridad porque años atrás había habido escándalos tan sonados como el de una corsetería donde se dijo [que] desaparecían cara a una supuesta trata de blancas las clientes y, aunque el hecho no trascendió a una prensa anterior a la ley de 1966, la tienda fue cambiada incluso de nombre.
Los ‘meublés’ y los bares de camareras clausurados supusieron un bajón de la vida erótica subterránea, aunque ayudó también a los supervivientes a incrementar el negocio y también a extremar la vigilancia de sus normas.
Una pareja casada que tenía ganas de conocer uno por dentro pero que no contaba con la edad reglamentaria exigida en algunos ‘meublés’ --23 años-- se encontró con que ni siquiera les valió el libro de familia.
Subirán los precios en julio
En la actualidad funcionan menos, pero funcionan. En uno de ellos, cuyas paredes han sido empapeladas de nuevo debido a la nueva marcha del negocio se trabaja cada noche de ocho y media a una los días laborables, y hasta la una y media los sábados y domingos. Hasta hace poco era hasta las tres, pero con las medidas de austeridad para ahorrar energía que se adopta en todo tipo de establecimiento público ha sido recortada la jornada.
Así y todo, funciona continuamente y hay días en que se entregan más de 300 tickets. Cada ticket supone un servicio. Se cobra 150 pesetas por habitación y en julio la cuota aumentará a 200. Si se tiene en cuenta que se trata de una casa de tres pisos con diez habitaciones por planta habrá que reconocer que es un negocio más que saneado.
Entre los habituales de estos establecimientos figuran mujeres que no pueden calificarse como de la vida sino esposas de obreros que así ganan un sueldo extra, que sirve para que el hijo pueda hacer de una manera más lúcida la primera comunión o para salir adelante en tiempos de crisis o para aumentar sus gastos. Esta circunstancia ha motivado que en alguna ocasión haya habido alguna escena delante del ‘meublé’ a la salida de la esposa infiel. (El esposo infiel, ya se sabe que en un país machista tiene derecho a hacer lo que le plazca…).
Algún otro escándalo lo provoca el dinero no hace muchos días a un muchacho le “voló” la semanada y al descubrirlo cuando estaba vistiéndose montó en cólera y llegó a sacar una navaja hasta que se solventó el incidente con la devolución del dinero.
La tarifa de una profesional va desde 300 pesetas una callejera a 500 e incluso mil una de bar. Son naturalmente precios orientativos y de barrios bajos...
No siempre el ‘meublé’ oculta parejas furtivas o compuestas por hombre y profesional del amor sino que se han dado casos de parejas que viven en una barraca y, no disponiendo de espacio para relaciones íntimas por la presencia permanente de los hijos en el mismo dormitorio al no haber más piezas, han buscado la discreción de un ‘meublé’.
Los bares son los lugares habituales para el ligue en el caso más corriente, pero dado el fenómeno de amas de casa que ganan un sobresueldo de este modo, nada tiene de extraño el rumor insistente entre vecinos que viven próximos al mercado de Galvany que ahí rondan coches que recogen a mujeres con el capazo de la compra.
Petición insólita y chantaje
Los tiempos han cambiado y los burdeles depravados descritos por Mandiargues (“La marge”) y Sagarra (“Vida privada”) son ya un recuerdo lejano así como la destrucción de un burdel en plena guerra civil, que motivó la curiosidad infantil de chicos que iban a la fosa común a ver cómo habían quedado los muertos, que se decían cosas terribles de en qué posiciones los había sorprendido la muerte. Al menos así lo explica Candel en “Han matado un hombre, han roto un paisaje”. Igualmente, que en un burdel próximo a una parroquia se diera el caso de que los objetos más olvidados en domingo fuesen mantillas, es ya historia para el recuerdo.
Pero hay ‘meublés’ --algunos en el distrito V, uno en Hostafrancs, otro en Poble Sec, etc. que persisten y otros se han desplazado con el “boom” del automóvil fuera de la ciudad.
La Asociación de Vecinos Poble Sec, ante el cierre de un ‘meublé’ en la calle La Fransa [sic], piensa reclamar el edificio como centro social ya que está tapiado y resulta absurdo que en el barrio se carezca por completo de locales públicos donde reunirse.
Esta noticia, ciertamente insólita, corre pareja con otra que ya dimos en este diario sobre la expropiación de un desaprensivo de ficheros de clientes de un ‘meublé’ clausurado que se dedicaba a chantajear a personas que deseaban que no fuese revelada su actividad en aquel lugar. En definitiva una historia semejante a la de Guillem de LLoberola y el barón de Falset en “Vida privada”, muchos años después.
Entre historia y actualidad, anécdotas y fondo de la cuestión --poco rozado en este trabajo epidérmico acerca del tema--, algunos elementos de la historia erótica Barcelona han quedado aquí ligeramente esbozados.
J. M. Huertas C.
Foto: Pepe Encinas
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