Antonio Baquero
A los españoles nos encanta regodearnos en lo mal que estamos. A los periodistas, más. Y a los periodistas que escribimos en periódicos de papel, ya ni les cuento. Que estamos fatal está claro. Que del mundo periodístico el sector más en crisis es el de la letra impresa, está más claro aún. Que quizás todo está perdido. Sinceramente, no lo sé. Ojalá que no.
Ahora bien, hay un hecho innegable: por más avances tecnológicos y revoluciones puntocero que haya, las informaciones exclusivas, aquellas que ponen en la picota a los que mandan y que condicionan la actualidad durante días, las siguen dando en la mayoría de ocasiones los diarios.
Los papeles de Bárcenas, los informes de Método 3, las declaraciones de examantes de hijos de expresidentes, los informes que dejan en evidencia a 'consellers' de Interior, etcétera, etcétera. Es cierto que hay radios (especialmente la SER) y algunos digitales (especialmente elconfidencial) que dan exclusivas. No obstante, la tinta impresa sigue ganando por goleada.
Quizá sea porque los redactores de papel tienen interiorizada la obsesión por el tema propio. Esa presión de tener que salir al día siguiente con algo que no haya dicho ya la radio o la televisión (ahora se ha de sumar la web) forja una manera de hacer en que siempre se busca algo más.
Pero también influye el propio soporte. Quizás con las nuevas generaciones ya no ocurra, pero todavía buena parte de la población tiene la impresión de que lo escrito, escrito queda, y de que, en cambio, soportes como la tele o la radio son más etéreos.
Hay otro elemento que es clave. Cada mañana, todos aquellos que manda en este país se desayunan con una carpetita llamada dosier de prensa. Y ahí lo que hay son normalmente recortes de diarios. Siempre recordaré la recriminación que me hizo un jefe de prensa de un cuerpo policial cuando no vio en el diario un gran golpe contra una red de narcotraficantes. “Pero en Internet salió bien”, le contesté yo. “Pero lo que mira el ministro es el papel”, me contestó.
Los papeles de Bárcenas, los informes de Método 3, las declaraciones de examantes de hijos de expresidentes, los informes que dejan en evidencia a 'consellers' de Interior, etcétera, etcétera. Es cierto que hay radios (especialmente la SER) y algunos digitales (especialmente elconfidencial) que dan exclusivas. No obstante, la tinta impresa sigue ganando por goleada.
Quizá sea porque los redactores de papel tienen interiorizada la obsesión por el tema propio. Esa presión de tener que salir al día siguiente con algo que no haya dicho ya la radio o la televisión (ahora se ha de sumar la web) forja una manera de hacer en que siempre se busca algo más.
Pero también influye el propio soporte. Quizás con las nuevas generaciones ya no ocurra, pero todavía buena parte de la población tiene la impresión de que lo escrito, escrito queda, y de que, en cambio, soportes como la tele o la radio son más etéreos.
Hay otro elemento que es clave. Cada mañana, todos aquellos que manda en este país se desayunan con una carpetita llamada dosier de prensa. Y ahí lo que hay son normalmente recortes de diarios. Siempre recordaré la recriminación que me hizo un jefe de prensa de un cuerpo policial cuando no vio en el diario un gran golpe contra una red de narcotraficantes. “Pero en Internet salió bien”, le contesté yo. “Pero lo que mira el ministro es el papel”, me contestó.
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