José Sanclemente
'El País Semanal' nos ofreció el pasado domingo una crónica-entrevista de José María Aznar. Diez páginas del suplemento dedicó el diario a glosar la vida y milagros del expresidente con la excusa de que se cumplían diez años desde que dejó la Moncloa.
Nos contaba como Aznar había conseguido aprender inglés a los 50 años en tan solo unos meses, como era disputado por instituciones y universidades para dar conferencias y clases por todo el mundo, en especial en EEUU. Nos enteramos, también, de que hace ejercicio físico a diario y a nivel de un atleta, de que es madrugador, come saludablemente, juega a golf y recorre más de 400.000 kilómetros al año en sus viajes por decenas de países. Asesora a Murdoch por 100.000 euros al año, cobra 40.000 euros por conferencias y no le gusta trasnochar. Tampoco le gustan las conversaciones frívolas, lee poesía y gana una fortuna con otras asesorías, libros y artículos que le han permitido comprarse un chatet en Marbella de 2,5 millones de euros.
Es el referente de la FAES a la que ha encumbrado como número uno de las instituciones de pensamiento de nuestro país y en un referente de las ideas de la derecha... En fin, el expresidente llega a decir que "le cuesta mucho ganarse honradamente le vida" y debe sacrificar muchas veces el tiempo para estar con su mujer y la familia.
Tiempo que emplea con amigos como Bush o colegas próximos como los Clinton o Tony Blair.
En el reportaje se pasa de puntillas sobre su papel en la guerra de Irak e incide en su dureza contra el terrorismo, que debe ser derrotado políticamente.
La positiva semblanza y exagerado panegírico de Aznar que hizo 'El País' se me antojó bastante extraño. De hecho el propio Aznar le dice al periodista al comenzar la entrevista, que "era la primera persona del diario que se sentaba en ese sofá en los últimos 14 años". Han transcurrido casi siete años desde la muerte de Jesús de Polanco, el editor de Prisa, y 17 desde que Aznar le declarara la guerra a él y a Cebrián, llegando a ser imputados por estafa y siéndoles retirados los pasaportes.
Polanco escribió, cuando tenía 30 años, en un cuaderno que conservó hasta su fallecimiento, a los 77, lo que quería que fuera un gran grupo de comunicación y cómo creía que la independencia de su medio estaba garantizada con la sucesión de sus hijos al frente de Prisa. Ese cuaderno no era más que la aspiración a unos sueños que consiguió en buena parte y que se derrumbaron poco después de su muerte.
Yo que traté a Polanco estoy convencido de que no hubiese admitido una loa en su periódico a un presidente que fue un severo intervencionista con los medios de comunicación, en especial con los que no le eran afines y por ende el suyo propio. Señal de que los tiempos en Prisa han cambiado y de que ya nadie va siquiera a releer el viejo cuaderno del editor.
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