Toni Rodríguez Pujol
El 'Pijoaparte' es el personaje central de la novela 'Últimas tardes con Teresa' del escritor Juan Marsé. Se trata de un joven y atractivo inmigrante andaluz que vive en el Carmelo y se hace pasar por militante obrero antifranquista para seducir a una chica de casa rica, Teresa Serrat, una bella universitaria de izquierdas deseosa de revoluciones, incluida la sexual. Ahora nos hace sonreír, pero en los años sesenta y setenta hacer la revolución sexual era una manera
muy meritoria y esforzada de hacer la revolución. El problema es que Manolo, el 'Pijoaparte', no era exactamente un revolucionario. Era un ladrón de motos que se hacía pasar por revolucionario para poderse ligar a Teresa. Y no seguimos porqué si la han leído ya saben cómo termina, y si no la han leído, ya va siendo hora. 'Últimas tardes con Teresa' es una obra indispensable para conocer nuestro pasado más reciente.
Gabriel Rufián, diputado de ERC en el Congreso. |
La obra centra buena parte de su relato en las manifestaciones antifranquistas de Barcelona de los años 1956 y 1957, fue publicada en 1966 y supuso un cierto escándalo. Pero, curiosamente, no fueron los franquistas los más escandalizados. Quienes se lo tomaron más a pecho fueron algunos miembros destacados de la llamada 'Gauche Divine', tertulianos habituales de Bocaccio, sintiéndose aludidos por el despectivo “señoritos de mierda” que el ladrón de motos osó aplicar a los izquierdistas de salón. Tal vez este detalle sea primordial a la hora de descubrir la intención descriptiva que el autor --un hombre de la izquierda libertaria-- oculta más descuidadamente en las páginas de su gran novela.
Es decir, que el 'Pijoaparte' y sobre todo su cronista Juan Marsé, era todo un provocador. ¿Es negativa la provocación? ¿Es insultante? ¿O podría llegar a ser incluso terapéutica?
Gabriel Rufián es un político catalán, nacido en democracia, hijo y nieto de andaluces, criado en el barrio de Fondo de Santa Coloma, de aspecto atractivo, tranquilo y sosegado, que ha hecho de la provocación una herramienta de comunicación. Sus fans se encuentran en el independentismo catalán de izquierdas, donde milita, y en la izquierda española de nueva creación. Sus detractores, en todo el resto del arco ideológico. Rufián es un auténtico revolucionario, en el sentido en el sentido aristotélico de querer cambiar radicalmente el statu quo actual de la política catalana y española. Y evidentemente no es un ladrón de motos disfrazado. Pero comparado con el 'Pijoaparte' --o mejor dicho, con Marsé-- y salvadas las distancias de tiempo y circunstancia, descubrimos que ambos utilizan la técnica de la provocación como herramienta eficiente de comunicación e incluso de expresión artística. Uno la aplica al arte de la literatura y el otro, al arte de la política. Y excuso hacer más paralelismos. Del éxito de Marsé no hay ninguna duda. El éxito de Gabriel Rufián aún es pronto para ser valorado.
En cualquier caso, conviene recordar que eso de las motos es un tema delicado. Si eres un ladrón de motos puedes acabar mal, como el 'Pijoaparte'. Pero si eres un vendedor de motos, conviene que la máquina responda a las expectativas del mercado.
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