Dardo Gómez
Que gran parte del periodismo español es corrupto y que varios de sus medios ya han demostrado su afición a reptar por las cloacas de esa corrupción y son proclives a la desinformación y falsas noticias no es ninguna novedad y ya no causa asombro alguno.
Lo que sí nos resulta asombroso a las personas decentes y preocupadas por este continuo atentado a la supervivencia de la democracia es que desde el lado del periodismo decente, que existe, y desde las organizaciones de periodistas no se levante un auténtico clamor contra quienes ejercitan esta corrupción.
Como también asombra que estas organizaciones, o por lo menos la
mayoría de ellas, no tengan ninguna preocupación por enterarse de la lucha contra este gran daño institucional que se está dando fuera de nuestras fronteras, privando así a sus afiliados y al conjunto de la profesión de una información que es sustancial para tratar de poner remedio a esta lacra. También serviría para que los periodistas más incautos dejaran de decir tonterías sobre los valores reales de la libertad de expresión y comenzaran a preguntarse cuál es su deber profesional con el derecho a la información de la ciudadanía.
Antonio García Ferreras y Florentino Pérez, en una imagen de archivo. |
Aportan poco a la solución de nuestro problema de corrupción informativa quienes se flagelan cada día por ese infortunio pero no se preocupan por buscar soluciones o creen que este mal es de raíz y follaje hispánico. Situaciones denigrantes como las de Antonio García Ferreras y contubernios entre medios, policías y políticos no son nuevos en los países de Europa; solo que en algunos de ellos existe la intención de sacudirse la mierda del calzado y las organizaciones profesionales no dudan en expulsar de su seno a “los peores de los nuestros”.
Las manos sucias sobre los medios británicos
Es posible que el periodismo británico haya alcanzado a finales del siglo pasado y principios de este un grado de corrupción tan grave como el de gran parte de los medios españoles. Al frente de las prácticas perversas contra la información de los británicos se hallaba la escuadra de medios capitaneada por Rupert Murdoch, auténtico magnate de la comunicación mundial y que en Gran Bretaña tiene como buque insignia los 'The Sun' y 'The Times'.
Murdoch contaba en esa escuadra con una serie de medios infames entre los que se contaba 'News of the World', propiedad de la también suya News Corporation, sus maldades parecían ir viento de popa hasta que en el 2011 el poderoso editor tuvo que enfrentarse a denuncias contra varios de sus medios incluido el mencionado suplemento de 'The Sun' por una serie de delitos similares a los que han cometido algunos medios y periodistas españoles.
El escándalo estalló en el 2005 y en principio fue investigada la escucha ilegal de mensajes telefónicos de gente de la farándula, cortesanos y políticos. Esas investigaciones destaparon que el diario también había pinchado el teléfono móvil de una niña de trece años que había desaparecido en el condado de Surrey. Así simularon llamados de la niña, que ya estaba muerta, a sus padres para mantener la noticia viva.
Pronto se descubrió una lista infame de escuchas a familiares de soldados británicos fallecidos en la guerra Irak y en Afganistán y de personas asesinadas en los atentados terroristas de Londres.
Todo esto no difiere mucho de las miserias que conocemos de la prensa española; lo distinto es que como consecuencia de todo esto hubo manifestaciones ciudadanas. Que 'News of the World' tuvo que cerrar y su directora, Rebeca Brooks, arrestada y acusada de participar en una conspiración para intervenir teléfonos, de autorizar pagos ilegales a funcionarios públicos y de intentar entorpecer la investigación policial.
Algunos de los policías que colaboraban con ella también fueron procesados. Ella negó todos los cargos, salió bajo fianza y tras ocho meses de juicio fue hallada no culpable en junio del 2014. Fuertes influencias se movilizaron para que fuera así y asimismo se evitó que fuera sancionado 'The Sun'.
La implicación de las fuerzas políticas conservadoras se hizo evidente con la defensa a ultranza que hizo el primer ministro David Cameron del periodista Andy Coulson, que también había sido director del diario. Estando investigado lo llegó a nombrar su jefe de prensa hasta que fue arrestado en agosto del 2006 y encarcelado en enero por interceptar mensajes de teléfonos móviles que involucraban a miembros de la Casa Real.
Lo que no puedo evitar el poderoso Murdock fue que debido a este escándalo el Gobierno británico paralizara la venta de la plataforma Sky UK a News Corporation.
El informe Leveson que sigue vivo
Además, se lanzó un torpedo a la linea de flotación de la histórica prensa comercial británica. A raíz de esta cascada de investigaciones comenzaron a alzar sus cabezas todos los que habían sido escuchados y extorsionados por los medios, tanto que se organizaron como “víctimas de la prensa” para manifestarse e iniciar demandas privadas; además de la aparición de dos organizaciones ciudadanas preocupada por contar con una libertad de prensa de verdad: HackeOff y Media Reform Coalition.
En el 2011 ya fue imposible que el Gobierno ignorara el reclamo de establecer estándares de prensa, y encargó al juez Brian Leveson una investigación abierta sobre el colapso de los estándares éticos y la regulación en la industria periodística. Allí se levantó la tapa de la inmundicia.
Una de las primeras evidencias de esa investigación fue que la Press Complaints Commission (PCC), creada por los empresarios de los medios para “autorregularse”, era un nodo de corrupción que se negaba a filtrar las quejas que le llegaban. Entre el largo desfile de testimonios citados por Leveson destacó un testigo de cargo: la National Union Journalists, el sindicato de periodistas al que la PCC había rechazado todas las denuncias que le habían hecho llegar durante años.
El tribunal actuó con una contundencia extrema y sentenció que ese organismo regulador --que la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) y el colegio catalán ponían en España como ejemplo a seguir-- era un pozo de corrupción e ineficacia. Leveson llegó a la conclusión de que “se había dañado la confianza pública en los periódicos y se había perdido la credibilidad del PCC, el administrador de quejas controlado por la industria”. Su solución fue recomendar un nuevo regulador independiente, para mantener los estándares, restaurar la confianza pública y también prohibir que los políticos interfirieran en la regulación de la prensa.
La respuesta de la mayoría de los periódicos más importantes fue predecible. Se negaron a aceptar un regulador oficial y rebautizaron a su antiguo administrador de quejas como IPSO, y continuaron como antes.
Impress, la respuesta británica a la necesidad de regulación
Sin embargo, algunos medios de comunicación apoyaron los principios de Leveson de crear un regulador oficial de altos estándares, responsabilidad pública y libre de la influencia de los políticos y de la industria de la prensa. Así, en el 2014, se formó el primer regulador independiente del Reino Unido en nombre de estos últimos editores, al que llamaron Impress.
Este es el único regulador de prensa en el Reino Unido que prohíbe la participación de políticos y de la propia industria periodística en su ejecutiva; los empresarios de prensa aseguraron que ningún editor aceptaría sus normas. Pues no ha sido así. De los iniciales 26 editores afiliados, ahora son 113, más de cien que los fieles a IPSO.
Lo explican así en la web de HackedOff:
“Al unirse al primer regulador de prensa inmune a la interferencia política, defienden la libertad de prensa. Y están señalando su compromiso con sus lectores y poniendo al público en primer lugar. También expresan confianza en su propio periodismo porque, a diferencia de IPSO, Impress no los ayudará a encubrir sus errores. Son el futuro del periodismo impreso y en línea, y están transformando la actitud del público hacia la industria. Están revirtiendo años de bajos estándares y una disminución de la confianza en los periódicos".
En su ultimo informe, esta organización señala que esto “muestra hasta qué punto las reformas Leveson, contra viento y marea, y frente a la oposición del Gobierno y la prensa nacional, han revolucionado la industria periodística, y muestra algunos de los editores notables y pioneros que están liderando el camino. Estos editores están transformando las actitudes del público hacia la profesión y reconstruyendo la confianza en el periodismo, revirtiendo años de bajos estándares vistos en la prensa nacional, sin el beneficio de los vastos recursos financieros de los editores más grandes o la asistencia del Gobierno. Además, el 67% de los periódicos de Impress son locales o hiperlocales, y muchos de ellos sirven a las comunidades locales en lugares abandonados por las editoriales locales más importantes. Esto significa que los estándares Leveson son ahora el sistema de regulación más popular en el Reino Unido, superando a IPSO, el organismo falso controlado por la prensa y respaldado por el Gobierno”.
Las normas de regulación por las que se rige Impress le fueron impuestas por el Press Recognition Panel (PRP), que tiene como misión “reconocer” o validar a los organismos reguladores que así lo soliciten. Para acceder a ese aval se han de cumplir 29 criterios que acrediten que el organismo es independiente de los editores y directores de medios, que garantiza recursos de financiación y que facilita canales para tramitar denuncias del lector, entre otros requisitos.
Es de importancia crucial que el regulador ofrezca procesos de conciliación y arbitraje para resolver disputas con los medios mucho más económicas que las vistas judiciales; de manera que la ciudadanía de menores ingresos puede reclamar retractaciones o indemnizaciones contra presuntas ofensas a su honor y su privacidad de los medios.
Para obtener el aprobado del PRP, la entidad reguladora ha de garantizar la existencia de vías confidenciales para atender las quejas de los empleados y colaboradores de los medios de comunicación que supervisa. Son las llamadas “líneas calientes” para informantes internos o 'whistle-blowers'.
Ciento trece medios británicos ya han solicitado ser controlados por este regulador independiente y tienen como el mayor reclamo de su solvencia informativa la transparencia que esto les otorga frente a sus lectores.
¿No sería posible esto en España?
Artículo publicado originalmente en la revista 'El Observador', de Málaga.
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