Un día, hace ya diez años, fui a ver a Mariano Rajoy a la Moncloa. El era entonces vicepresidente del Gobierno de José María Aznar y estaba todavía pendiente de que su jefe le nombrara candidato a la presidencia, dado que Aznar había renunciado a presentarse a las elecciones, o por el contrario optaba por Rodrigo Rato.
Yo iba en mi calidad de presidente de la AEDE a pedirle si podía incluirnos en la encuesta del CIS algunas preguntas sobre los contenidos de los diarios, pues algunos editores ya andábamos preocupados por conocer la sensibilidad de los lectores ante el tratamiento en los diarios de los temas políticos, económicos y sociales en general.
Estuve algo más de una hora con el vicepresidente Rajoy que, al momento, atendió mi petición. "Si tú crees que os va a servir de algo, no tengo problema en hacerlo". Fue muy amable y estuvo cercano durante la reunión que dedicó (creo que transcurridos diez años ya puedo contarlo) a mostrarme su inquietud por el futuro que le podía esperar. Realmente no sabía si Aznar le iba a coronar con la candidatura y en qué plazo lo iba a hacer.
La prensa especulaba día sí y día también con ello. Pero lo más relevante de aquel encuentro es que me pareció ver en Rajoy poca preocupación por lo que manifestara la prensa acerca de él y no pude atisbar, tampoco, que lo que dijeran los medios de comunicación fuera a ser determinante, según su criterio, para cambiarle el paso de lo que pudiera decidir.
Diez años después Mariano Rajoy, ha alcanzado su sueño y es el presidente del Gobierno y no puedo evitar cuando leo y oigo las críticas que los medios le hacen por su actitud esquiva y huidiza, cuando veo los artículos de opinión críticos con su actitud altanera y hasta cierto punto despectiva con la prensa, incluso cuando dirige en persona los fuertes ajustes en la televisión pública, digo que no puedo evitar pensar que Rajoy lo hace porque le interesan muy poco los medios de comunicación. Más bien nada en especial en estos momentos.
Él cree firmemente que los medios no cambiarán la percepción de Bruselas, ni la del FMI, ni siquiera la de los ciudadanos castigados por la crisis y el desempleo. Él no va a cambiar el paso por ello.
Chicos de la prensa eso es lo que hay. Nuestro presidente no buscará en la comunicación la salvación de este país. Se la dejará en manos de sus ministros o de los que quieran hablar, seguiremos viendo contradicciones y cambios de ritmo en los mensajes, pero él no os necesita. No sois fundamentales, ni le veo desayunándose con los diarios y con el pinganillo de la radio. No os necesita... por ahora. Y quizás por ello dio media vuelta en el Congreso para evitar que se le escapara un "carallo no incordiéis más" ante más de un micrófono abierto como había por allí.
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