Carmen Umbón
Después de afrontar con enorme curiosidad el raro formato que encierra las 531 páginas del último libro de Ramon Miravitllas, 'La transición que nunca te han contado', debo decir que más allá del placer que me ha producido su lectura ha abierto ante mi multitud interrogantes. El primero y fundamental, quizá el más difícil de responder, es el descubrimiento en clave de humor de acontecimientos que fueron vitales en nuestras vidas a lo largo de 31 años. Recuperar la parte humorística de aquellos hechos luctuosos, muchos de ellos sangrientos, es un ejercicio difícil que a algunos podría parecerles irreverente. Pero es muy útil porque permite recordar con mayor objetividad y sin amargura todos aquellos
detalles grotescos, vulgares, agresivos, ofensivos y también hilarantes que rodearon la parte trágica de la transición, y que efectivamente hasta ahora “nunca nos habían contado”. Al fin y al cabo, en la vida y en el teatro la tragedia y la comedia van juntas en una sola máscara.
Miravitllas, en la presentación del libro. (Foto: Sergio Lainz) |
detalles grotescos, vulgares, agresivos, ofensivos y también hilarantes que rodearon la parte trágica de la transición, y que efectivamente hasta ahora “nunca nos habían contado”. Al fin y al cabo, en la vida y en el teatro la tragedia y la comedia van juntas en una sola máscara.
El libro aborda un periodo que abarca desde el asesinato de Carrero Blanco por un comando de ETA, en diciembre de 1973, hasta el atentado de Atocha, en marzo de 2004, ejecutado por terroristas islámicos.
Algunas de las historias que Miravitllas cuenta en su libro las había olvidado y he vuelto a recordarlas con un estremecimiento, porque aparte de su trascendencia histórica han despertado en mí sentimientos personales de aquella época frenética. La de 'Mundo Diario', cuando coincidí con Ramon por primera vez, y conocí a personas que han sido fundamentales en mi vida. Aquel periódico fue mi mejor escuela y los compañeros mis mejores maestros, y un diario de izquierdas en aquellos momentos tan trepidantes era un lujo….
Qué momentos aquellos. Los del principio de todo, en los 70, cuando ya no dudábamos de que el final del franquismo estaba cerca. Y aun dando por hecho que la desarticulación total del sistema llevaría años, creímos --al menos yo ingenuamente lo creía-- que sería mucho menos doloroso y mucho más rápido.
La historia, como ya he dicho, comienza con la voladura de Carrero Blanco y acaba con un Rodríguez Zapatero, más Bambi que nunca, a punto de ganar las elecciones presidenciales tres días después del atentado de Atocha.
Son particularmente hilarantes las escenas de Franco con su esposa, doña Carmen Polo, y su cohorte de asistentes y servidores. El dictador, ya bastante cascado de salud, ve cómo su mundo se tambalea a su alrededor. Tiene un lío tremendo en el Sahara, debe redondear su sucesión, traspasar el poder a la monarquía y, además, dejar el país “atado y bien atado” para que cuando él se vaya todo siga igual. Porque, aunque actúa como si fuera inmortal, en el fondo sabe que se va a morir como todo el mundo.
Tras el fallecimiento de Franco, a lo largo de los 80, después de muchos sustos y superado ya el “se sienten coño”, el sector progresista recuperó cierta confianza en las instituciones, aunque la sangría de ETA seguía azotando el país. Pero en el exterior las noticias eran muy alentadoras y eso daba ánimos, después de tantos años de ostracismo. Nos aceptaban en los clubs más importantes del mundo y la guerra fría se estaba acabando, lo cual era un alivio muy prometedor, y cuando el muro de Berlín se desplomó y la Unión Soviética empezó a resquebrajarse creímos, esta vez sí, de verdad, que el mundo estaba cambiando y nosotros con él. En España se vivieron momentos de euforia: Juegos Olímpicos, Expo de Sevilla... Consideración internacional…
Y de pronto, a mediados de los 90, todo empezó a torcerse.
Siguiendo un orden más o menos cronológico, el relato del libro transita por acontecimientos que ocurrieron de verdad, jalonados por conversaciones ficticias --o verídicas, a veces-- entre diversos personajes, algunos de mayor significado que otros: ahí aparecen Carrero, Tejero, Fraga, Carrillo, Felipe, el rey, Suárez, Aznar… escoltados por otros de menor impacto mediático pero indispensables en el desarrollo de la trama: Landelino Lavilla, Arias Navarro, Abril Martorell, Arias Cañete…
El formato teatral del libro, que al principio me desorientó un poco, ha resultado ser un elemento muy útil para el desarrollo de una trama muy extensa y necesariamente fraccionada. Porque no se trata de una novela, desde luego. Carece de la estructura adecuada. ¿Tal vez una obra de teatro? Bueno, tiene elementos muy teatrales, algunos dramáticos, otros en clave de comedia, enraizados en un estilo literario muy español como es la astracanada… José Manuel Perez Tornero así lo hizo notar en la presentación del libro y recordó 'Luces de bohemia'. Pero tampoco. No es representable y la característica del teatro es que pueda verse en un escenario… Lo que más se aproxima en mi opinión sería un libro de historia estructurado en clave teatral y humorística.
Pero he llegado a una conclusión. En realidad el libro lo incluye todo: un poco de novela, un bastante de teatro —el del absurdo, del tipo de Ionesco o de Antonin Artaud— y un mucho de información periodística —pura, dura y rigurosa— que va marcando los acontecimientos reales para dar paso a hilarantes diálogos entre personajes verdaderos. Pero incluso en esas conversaciones impertinentes, a veces del tipo “diálogo de besugos”, hay un fondo de verdad y de información incontestable.
En fin, que en el libro está prácticamente todo… Y en conjunto queda claro que los verdaderos protagonistas de la transición manejaron nuestras vidas como si fuéramos muñecos de trapo haciéndonos creer que éramos los dueños de nuestro destino colectivo.
Estoy expectante por ver qué pasa en el volumen siguiente con Iglesias, Corina, Villarejo, la crisis catalana, Pedro Sánchez, las cloacas del estado…
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