José Sanclemente
De vez en cuando surge la tentación en algún político para establecer reglas que determinen lo que debe o no debe ser publicado por los medios de comunicación o a sugerir, como ha hecho Ignacio Gonzalez, fijar los límites informativos "para no dañar a personas e instituciones", en referencia a las fotografías de Núñez Feijóo con el narcotraficante Marcial Dorado publicadas por 'El País'.
Esta incitación al control de los medios llega en un momento en el que los periodistas, junto a los jueces, aparecen como unos de los pocos colectivos que están jugando un papel decisivo para que podamos conocer con transparencia los casos de corrupción que se dan en nuestro país entre algunos políticos, empresarios e instituciones.
El periodismo no puede tener más límites que ejercerlo con libertad y sin censura de ningún tipo, siempre que se realice contrastando las fuentes y publicando la verdad. No es una ciencia exacta, pero vale toda la información que tiene un interés social y que ha sido verificada y comprobada.
Tengo la sensación de que, de unos años aquí, el periodismo también está cambiando. Se está pegando más al ciudadano, está ejerciéndose, en general, con criterios más profesionales e intentando recuperar la esencia de su origen para actuar de contrapoder y en defensa de los más débiles. No es descartable que esta percepción mía este aupada por el hecho de que cada día nos desayunemos con una nueva noticia o exclusiva sobre la Casa del Rey y nuevos descubrimientos en el ámbito de la corrupción política y económica.
Lo mismo que la larga crisis económica viene abriendo las páginas de los periódicos impresos y digitales con la prima de riesgo, el rescate o la troika europea, ahora se superpone a la economía la crisis política, social e institucional que vivimos.
Hace solo unos años criticar al Rey y su familia en un medio de comunicación era poco menos que imposible o había que hacerlo con el tiento suficiente para no ser acusado de injurias o calumnias. Hoy en día parece trasnochado que un periodista se autocensure a la hora de dar una información sobre la Casa del Rey si tiene fiel conocimiento de ella.
Los banqueros han sido puestos en tela de juicio por los periodistas, es cierto que, muchas veces, solo cuando se han rebelado los ciudadanos contra sus malas prácticas, y que todavía quedan personajes de las finanzas, que para algunos medios de comunicación resultan intocables, pues ciertos bancos son los tenedores de las acciones o de las deudas de algunas empresas periodísticas.
Resulta curioso que el periodismo se intente revitalizar en el momento en que la profesión de periodista es una de las menos valoradas por la ciudadanía, según el CIS. Quizá eso sea un acicate para rearmarse contando buenas historias sin censurarse y pensando en el interés social.
Hay que reconocer que el periodismo ha ido excesivamente a remolque de los ciudadanos y con demasiada connivencia con políticos y financieros y que no deja de ser un buen síntoma --por contradictorio que parezca-- que algunos quieran ponerle límites, porque eso significa que les está desbordando.
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