José Sanclemente
Los medios de comunicación españoles se sintieron sobrepasados por el movimiento del 15-M por dos razones: por una parte, estos reaccionaron tarde y ninguneando un movimiento social que ponía en tela de juicio a nuestros políticos e instituciones y, por otra, los periodistas se sintieron 'escracheados' por primera vez por un amplio colectivo ciudadano que denunciaba la connivencia de los medios con el poder establecido.
No habían sustanciales diferencias en la crítica a los medios de comunicación de uno u otro signo ideológico, como no la había entre la reprobación en la forma de actuar de un partido político u otro. El "no nos representan" era una bomba que también alcanzaba a dinamitar el 'establishment' del periodismo.
De hecho, transcurrido el tiempo, creo que el 15-M ha significado un punto de inflexión para los periodistas como lo ha sido para los ciudadanos, en su conciencia social y de protesta, frente a una democracia que se ha instalado en las apariencias formales sin atender a la voluntad real de los ciudadanos.
Los medios de comunicación, como las instituciones democráticas, fueron incapaces de cumplir con el papel de dar voz a los más débiles en los momentos más duros de la crisis en los que el rodillo financiero, la corrupción y la presión institucional no dejaban salidas más allá de la indignación y la protesta.
Los indignados del 15-M fueron, y siguen siendo, una luz frente a tanta opacidad, una abertura hacia la libre expresión ciudadana que no puede ni debe ser suplantada por la democracia formal, ni siquiera por los medios de comunicación libres.
Recuerdo las muestras de asombro por parte de algunos periodistas de medios llamados hasta entonces progresistas cuando cubrían, con retraso y escepticismo, las ocupaciones de plazas y lugares públicos por las asambleas de los indignados y se sentían incomprendidos por éstos. Los periodistas, desorientados, eran incapaces de ponerse a su lado.
El periodismo es compromiso con los ciudadanos: no existe neutralidad. No debe haber duda a la hora de ponerse del lado de los ciudadanos o a favor del poder. Creo que el 15-M vino a recordar la esencia básica de informar ejerciendo de contrapoder en lugar de ser el cuarto poder.
Si lo pensamos, aparte del fenómeno de las redes sociales, los indignados aportaron a los medios la autocrítica suficiente para que entendieran que se puede y se debe informar de todo y cuestionarlo: desde la Monarquía hasta el poder financiero, los incumplimientos de los políticos o lo casos de corrupción.
Dos años después, el 15-M ha abierto nuevos caminos a la protesta y denuncia en forma de plataformas antidesahucios y de las diferentes mareas sociales y profesionales que defienden la dignidad de los ciudadanos frente a los recortes de derechos básicos por parte del Gobierno. También ha puesto en evidencia y ha discriminado con claridad a los medios de comunicación que siguen sin entender (o no quieren entender) lo que está pasando en la calle, de aquellos que lo cuentan sin censura.
Como escribe Juan Luis Sánchez, subdirector de eldiario.es, después del 15-M, la política será otra cosa y el periodismo necesariamente también. No debía de haber bajado la guardia frente a las injusticias y entregarse cómodamente a los intereses de los poderosos.
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