José Sanclemente
Las palabras de moda en nuestro país son "ajuste" y "recorte".
Hemos de reconocer que todos nos estamos contagiando del virus que, al parecer, salió de Alemania, se instaló en Bruselas (que debe ser lo mismo) y se desplazó hacia el sur para permanecer en España por mucho tiempo.
Ya no son solo los políticos diletantes los que son incapaces de hacer frente a la crisis económica con otras fórmulas que no sean las de inyectarnos restricciones, reformas sobre la marcha y pesimismo a ultranza, sino que las empresas, los medios de comunicación y una buena parte de la sociedad ha asumido que esa terapia es la más adecuada.
Las voces contrarias de los Krugman, al otro lado del Atlántico, o las de los Antón Costas aquí son prédicas en el desierto que no llegan a nadie, visto lo visto, oído lo oído.
Nadie explica de verdad que un recorte o un ajuste no nos hace crecer ni siquiera como seres humanos, porque lo que estamos perdiendo es la capacidad de enfrentarnos con convicción a una crisis que ha venido para quedarse mucho tiempo, demasiado tiempo.
La gran crisis, la crisis de verdad, quizá está en los que antaño eran lo más poderosos. La banca está hundida en una ciénaga de arenas movedizas de la que hemos de sacar porque hemos vivido y convivido con ella y para ella en las últimas décadas.
La gente ya no nos fiábamos de los políticos y ahora tampoco de los bancos, algunos tampoco de la justicia y, desde luego, casi nadie de Bruselas. Vaya panorama cuando solo queda la calle como medio de expresión y protesta.
España ya empieza a parecerse a Grecia cuando nos queríamos mirar en el espejo de la Europa del norte.
Un directivo de una de las primeras entidades bancarias españolas decía en petit comité que según sus datos este 2012 será catastrófico y que el 2013 será malísimo y que solo a partir del 2017 levantaremos cabeza tras tener más de 6.000.000 de desempleados y una ruptura social sin precedentes. Alguien me contaba que ya se están habilitando comedores sociales en las zonas altas de la ciudad de Barcelona porque las clases medias, venidas a la ruina, aún conservan la vergüenza de bajar hasta los de los barrios deprimidos de la ciudad.
Suena horrible, ¿verdad?, suena tan irreal y pesimista como las propuestas de nuestros políticos que han de cumplir con el déficit de Bruselas. La fractura social está servida.
Los medios de comunicación ante estos hechos ya no deben ser meros retratistas de la realidad, sino que deben cuestionar los ajustes y los recortes. Nadie crece, ninguno crecemos a base de menguar.
O realmente hay una corriente crítica y potente hacia esos políticos incapaces o todos acabaremos por asumirlos de facto y considerar marginales al conjunto de ciudadanos que se manifiestan en la calle y que utilizan los comedores tanto de la parte alta de la ciudad como los de los suburbios.
Recortar 44.000 millones de euros en un año toca a casi 3.000 euros por español que puede ser un potencial trabajador. Eso no hay quien lo aguante y, sobre todo, no hay quien sepa explicar... quizá porque no tiene explicación.
En lo que respecta a los medios de comunicación, es difícil pedirles ese compromiso cuando están practicando la misma política que los políticos diletantes, vamos incapaces.
Me pedía el cuerpo decirlo, pero es que lo siento así. UN POCO DE CRÍTICA, POR FAVOR.
(http://sanclementejose.blogspot.com/)
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