Manuel Duran
No pretendo introducirme en los paradigmas de la “sociedad del espectáculo” y otras teorías sociológicas y de la comunicación, pero sí incorporar el concepto “desrealidad” para definir una situación que nos está afectando de forma brutal.
El “estado de guerra” que padecemos desde los atentados a las
torres gemelas de Nueva York en 2001 es el enunciado del imparable avance de las políticas de control de las comunica- ciones y de los medios --y de la represión-- que nos afecta de forma brutal.
David Cameron y François Hollande, en febrero del 2013. |
El original (?) puede que ya no sea más que una mala copia y la realidad es una sucesión de espectáculos segmentados (desrealidad) que “expelen” sobre todo los medios de comunicación audiovisuales, cuyo papel en la percepción de lo que sucede por parte de amplísimas capas de la población, es muy importante.
A cada atentado, Nueva York, Madrid, Londres, París..., le siguen siempre dos hechos, uno de repercusión inmediata y otro más silente: el primero, las detenciones y asaltos policiales con muertos de por medio, que refuerzan el mensaje “estamos en guerra” y contribuyen decisivamente a definir una realidad (des-real) que refuerza la exclusión de todo debate sobre causas y orígenes del problema, y que refuerza al poder y sus mecanismos de control (y sino, que me digan porqué la popularidad de Hollande y Valls, hundida hasta entonces, se dispara tras la masacre del 'Charlie Hebdo').
El segundo incluye todas las leyes, normas, y medidas explícitas o secretas que los gobiernos dictan para aumentar su control sobre las personas y sus comunicaciones, desde la terrible Patriot Act de George Bush. Recordemos que Gran Bretaña dictó medidas policiales y de control de las comunicaciones muy similares y que este país más media Europa incluida España colaboraron activamente en los ignominiosos “vuelos secretos” de la CIA. Estos días, aparte del despliegue policial contra yihadistas, sólo se habla de cómo controlar la red 2.0, cerrar canales, y prohibir y perseguir determinados mensajes.
Y te dicen, como durante la dictadura de Franco: si no haces nada no tienes nada que temer. ¡Cielos!, vamos peor que mal. O llega el ocurrente David Cameron y afirma que hay que prohibir WhatsApp si no accede a desencriptar los mensajes. O también que el gobierno de Rajoy dicta una ley de 'seguridad ciudadana' inspirada en los principios fundamentales del movimiento constitucional.
La posibilidad de reconstruir una realidad contextual y lo más fidedigna posible reside en los periodistas y profesionales de la comunicación. Tenemos los medios, las herramientas, aquellas que los medios de comunicación tradicionales no han sabido/querido ver. Es cierto que hay un problema de modelo de negocio pero la crisis de las empresas periodísticas no es tanto un modelo como sus fuertes condicionantes económicos y políticos así como su aversión al riesgo y a perder el control de la información.
Lo que el profesor Manuel Castells denomina la “comunicación individual de masas” es el principio y la herramienta. Representa, huyendo de simplificaciones demagógicas, que los profesionales del periodismo podemos crear redes de información y conocimiento trabajando directamente con el entorno y el contexto temporal, espacial y social. De esta manera vamos al origen y a las causas. Y nunca hay una sola causa en ningún problema, nunca podemos reducirlo a lo que dijo Sarkozy cuando estallaron las revueltas en las 'banlieus'. “Son chusma”.