Carmen Umbón
'Rusia contra el mundo' es un libro contundente difícil de clasificar. La prueba más clara del profundo alcance de este trabajo queda contabilizada sobre todo al final, cuando tras un preámbulo, nueve capítulos y un epílogo, siguen cinco páginas con nombres y referencias de las personas entrevistadas, 20 de notas que documentan el contenido de la obra y tres más de agradecimiento a quienes de una forma u otra facilitaron a Marc Marginedas su trabajo para conseguir que el libro llegara a buen puerto.
Resultado de cinco años de esfuerzo, me atrevo a afirmar que al librono le falta ni le sobra nada fundamental para entender cómo es Putin, la Rusia de Putin y el mundo de Putin.
Pero además, nos permite imaginar con escalofríos cómo podría llegar a ser el nuestro si esa curiosa amistad entre el presidente ruso y el histriónico Donald Trump se consolidara en algún proyecto diabólico. Sería terrible para el mundo en general y para Europa en particular. Porque a todas luces, en esta fase, el presidente norteamericano necesita estar bien avenido con el dirigente ruso para darle la batalla a China, pero también Europa es uno de sus principales objetivos y ni Washington ni Moscú tienen intención de facilitar las cosas en el viejo continente.
A lo largo de sus páginas, el libro recorre con minuciosidad la historia de Putin desde los atentados de Moscú y Riazán en 1999 —su escalón para llegar al poder— hasta hoy, culminando sus desmanes con la desgraciada guerra contra Ucrania. Mientras nadie con autoridad, capacidad y fuerza ha podido enfrentarse a él dentro de Rusia, desde fuera una parte importante del mundo observa sus desmanes con indiferencia o incluso con respeto.
Lamentablemente, a los poderosos de Occidente el modelo capitalista de Yeltsin, primero, y de Putin, después, les pareció más aceptable y menos peligroso que la antigua Unión Soviética y, desde luego, mucho más adecuado para sus intereses que las reformas iniciadas por Mijail Gorbachov, que hubieran permitido una Rusia democrática de verdad con posibilidades, llegado el caso, de formar con el resto de Europa un poderoso frente común.
El mundo contempló con indiferencia cómo se destruían las expectativas democráticas y de progreso promovidas por Gorbachov, y hubo cálculos políticos expresos aunque no explícitos para dejarlo caer sin prestarle ayuda, ya que en realidad temían más la rivalidad de un estado democrático fuerte y poderoso. Porque hay que tener en cuenta que incluso sin contar con los estados desgajados de la URSS, Rusia ya era y sigue siendo el país más grande del mundo.
Las relaciones con la prensa española
En cualquier caso, el poder de Putin se ha consolidado en este tiempo utilizando a nivel de Estado todo tipo de violencias imaginables desde la amenaza y la extorsión hasta el asesinato, convirtiendo a Rusia, como Marginedas sugiere en su epílogo, en un estado terrorista. Los métodos utilizados han sido muchos, todos aplicados con una implacable lógica de destrucción. Desde inocentes sobornos a amenazas y presiones que en muchos casos acaban con asesinatos y atentados. Eso dentro del territorio. Pero no son precisamente desdeñables las acciones desarrolladas fuera de sus límites geopolíticos. Se llevan a cabo tropelías de todo tipo tendentes a desestabilizar en beneficio propio zonas sensibles e inestables, sobre todo Oriente Próximo y Medio, sin desdeñar cualquier otro rincón.
Mención especial merecen las páginas en las que se analizan las tortuosas relaciones de la prensa española y las autoridades de nuestro país en Moscú, que no siempre han estado a la altura necesaria para garantizar la protección que los y las periodistas necesitan para desarrollar su trabajo. También se señalan las interferencias rusas en algún medio de comunicación español cuya función habría sido intoxicar desde una perspectiva aparentemente crítica con el régimen ruso. Este es el caso de Pablo Iglesias, exlíder de Podemos y director de Canal Red, y de Inma Afinogenova, ex propagandista rusa en el canal gubernamental Rusia Today (RT) en español, y contratada por Iglesias poco después de que comenzara la guerra de Ucrania.
Estado mafioso
Yo creía conocer relativamente bien en lo que se ha convertido la nueva Rusia, pero me ha sorprendido el capítulo de los accidentes de tráfico. No tenía ni idea. En él se presenta descarnadamente la impunidad con la actúan quienes se sienten por encima de la ley, y la peligrosidad añadida que eso representa para el común de los mortales. Da la sensación de que todos los viejos vicios soviéticos, no solo a la hora de conducir, se han conservado y acrecentado, desde modestas estafas urbanísticas al desarrollo de un estado mafioso que utiliza métodos terroristas para imponer su control.
En fin, que el libro es denso, bien escrito y no tiene desperdicio. Y es de lectura obligada para quienes se sienten concernidos por aquel enorme multiestado que tuvo en jaque a Occidente durante décadas, aunque a la hora de la verdad, pese a haberse repartido Polonia con Alemania (pacto Molotov-Ribentrop, 23 de agosto de 1939), acabó uniéndose a los aliados y contribuyó decisivamente a la derrota del nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial. La Unión Soviética fue el país con más víctimas mortales durante esa guerra: 26,6 millones de personas, de las cuales 8,8 millones eran soldados y 17,7 millones eran civiles. Y si es bien cierto que en aquella contienda la URSS hizo la mayor contribución en vidas humanas, también lo es que ni como rusos ni como soviéticos a sus autoridades nunca les ha temblado el pulso a la hora de exponer a sus militares o a sus civiles a riesgos bélicos y políticos. Y para avalar esta afirmación basta un ejemplo: en lo que va de guerra en Ucrania, aunque los números de víctimas mortales son muy variables, las cifras de muertos rusos que se barajan son más elevadas que las del país invadido.
Y para terminar, una cita con un poco de humor que aligere la tremenda tensión del contenido. David Satter, periodista estadounidense y ex corresponsal en Moscú del 'Financial Times' durante los años 70 y 80, “que acumuló durante décadas un impresionante archivo sobre el país” (y cito al propio Marginedas), escribió un libro cuyo título es absolutamente definitorio de la época y los acontecimientos que ambos han tenido ocasión de vivir en momentos diferentes: “Cuanto menos sabes mejor duermes”.