Dardo Gómez
Con los años, a uno se le va haciendo aburrido oír que en España gozamos de un periodismo ejemplar y que contamos con medios comprometidos con las libertades; esta tontería --simplemente porque no es verdad-- la repiten desde el soberano español hasta los mismísimos presidentes de las organizaciones profesionales de los informadores, que hay que suponerlos bien informados. En mi ya más de medio siglo de comunicador he conocido periodistas brillantes, medios que se jugaron su existencia por la democracia y colegas valientes que fueron muertos por ejercer libremente su profesión.
También con esos años he aprendido que a nadie se le puede pedir
más de lo que puede dar y, menos aún, sacrificios vitales; aunque también es cierto que todas las y los sacrificados siempre lo fueron por arte de sus verdugos, no de sus ideas. Sin embargo, no puedo evitar una profunda repugnancia por aquellos que se ejercitan en el periodismo para expresar sus instintos más bajos o ejercer, simplemente, la maldad. En nuestro entorno creo que todos conocemos muchas y muchos que están militando en el lado oscuro o haciendo de portavoces del odio.
Susanna Griso (A3) y Ana Rosa Quintana (Tele 5). |
más de lo que puede dar y, menos aún, sacrificios vitales; aunque también es cierto que todas las y los sacrificados siempre lo fueron por arte de sus verdugos, no de sus ideas. Sin embargo, no puedo evitar una profunda repugnancia por aquellos que se ejercitan en el periodismo para expresar sus instintos más bajos o ejercer, simplemente, la maldad. En nuestro entorno creo que todos conocemos muchas y muchos que están militando en el lado oscuro o haciendo de portavoces del odio.
El pasado 28 de febrero, el Observatorio del Discurso Discriminatorio en los Medios de Comunicación expuso un estudio propio que abarcaba a 162 noticias difundidas por nueve medios de comunicación generalistas, para detectar si fomentaban la xenofobia, la islamofobia, el antigitanismo o la aporofobia. Pese a lo que dicen los colegas buenistas se detectó que hasta el 80% de las noticias analizadas contenía mensajes destinados a estigmatizar a algunos de esos colectivos, apenas el 11% de ellas no caían en prácticas de discriminación.
Quienes difundieron esos mensajes no pueden alegar ignorancia. Desde hace ya varios años --quizá decenios-- se está orientando a la profesión en la prevención de estas barbaridades. Claro, los bárbaros no se orientan; tampoco los tontos útiles dispuestos, por desidia, a repetir el discurso de los bárbaros.
Parece que no quieren recordar que el artículo 510 del Código Penal, señala que será aplicada pena de prisión y multas quienes “públicamente fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte del mismo o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad”.
La amnesia alcanza hasta a algún juez que no ha hallado delito de odio en el repugnante cartel electoral de Vox, que miente y criminaliza a los menores inmigrantes con el fin de captar los votos de los desinformados.
En cuanto a las organizaciones profesionales, su amnesia se disfraza en una singular libertad de expresión que sólo es defendida para los periodistas y rechazada cuando es ejercida por la ciudadanía para criticar a los malos periodistas.
La oenegé internacional Human Rights Watch (HRW) en su Informe Mundial 2020, que analiza la vigencia de los derechos humanos en más de cien países, señala una clara tendencia a vulnerarlos, también en España, que es señalada por no facilitar acogida adecuada y el acceso a la información sobre la petición de asilo, la ausencia de respeto a “la dignidad de las personas ni sus derechos fundamentales” de los migrantes en nuestras costas y otras finuras por el estilo, como son el aumento de la violencia machista durante el confinamiento por la Covid19 y la utilización “excesiva” de las penas a músicos por “cargos de enaltecimiento del terrorismo e insultos a la monarquía”.
Cuando informar impone tomar posiciones
Como vemos el arco de atentados a los derechos fundamentales de las personas es amplio y evidente, percibo yo, pero no es casual sino promovida por los partidos de la ultraderecha europea que, en nuestro entorno, está representada por Vox. Sin embargo, las cámaras y micrófonos de gran parte de los medios de comunicación españoles --algunos de ellos de gran audiencia-- se abren con alegría a las voces de las organizaciones y personas que atacan a esos seres humanos violentados y que defienden de forma directa y sin cortarse el hostigamiento de las minorías menos favorecidas.
Son entrevistados por muchos y muchas de nuestras periodistas, precisamente, para difundir sus posiciones y argumentar, por ejemplo, contra la lucha feminista, negar la existencia de la violencia machista institucionalizada o la criminalización de la migración pobre vinculándola sin escrúpulos a la delincuencia en España.
Los periodistas como Ana Rosa Quintana, Vicente Vallés, Susanna Griso o Carlos Herrera son algunos de los facilitadores de la difusión de esas ideas de extremo peligro con las cuales la ultraderecha hurga en los más bajos sentimientos de la población más desinformada.
Aunque la lista se hace mucho más larga, si se suman los falsos equidistantes que quieren hacernos creer que la ultraderecha y sus formaciones políticas, porque están legalizadas, son democráticas, pues no... No lo son y todas ellas constituyen la avanzada de un totalitarismo que ya asoló Europa y que en más de un país ha vuelto para repetir sus cometidos contra la humanidad.
La devoción y respeto manifestado por los dirigentes de Vox a tristes personajes como Viktor Orban o Andrzej Duda y a sus políticas represivas de los derechos de las personas no dejan lugar a dudas sobre sus intenciones.
Contrapreguntar o desvelar las mentiras de estos dirigentes ultras españoles no es una opción sino una responsabilidad irrenunciable de todo informador que se precie de serlo. Aquí no vale el falso pretexto de la libertad de expresión.
Algunas “pequeñas” diferencias con otros países
El fenómeno o intento de expansión de las ideologías de extrema derecha no son una exclusividad ibérica; toda Europa está siendo atacada por estos negacionistas de la democracia y sus libertades. Sin embargo, la reacción de los medios y periodistas en varios países vecinos, ante esta peste, no es la misma que la de los grandes medios españoles; sobre todo porque en estos países el periodismo pronto detectó que el discurso de este neofascismo se basa en el bulo, las mentiras en las redes, la repetición de falsedades o la repetición de supuestos nunca contrastados que, en muchos casos, se siguen repitiendo aunque su falsedad haya sido demostrada.
En Alemania, por ejemplo, ya ningún medio serio utiliza el término “teoría” para referirse a los devaneos negacionistas y han optado, por respeto a la verdad, hablar del “mito negacionista”. Ejemplar...
Quiero referirme a una de las pasiones perversas de la ultraderecha: los migrantes y la campaña de difamaciones que se vierten sobre ellos y los inexistentes privilegios que les otorga el Estado a quienes huyen de persecuciones y pobreza y que serían agravios comparativos de los derechos de los españoles.
En diciembre de 2018, se firmó el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, más conocido como Pacto de Marrakech, por haberse celebrado en esa ciudad marroquí la conferencia intergubernamental convocada por la ONU para fijar las responsabilidades de los países emisores y receptores de personas migrantes.
Francia fue uno de los países firmantes de ese pacto y la ultraderecha gala se lanzó de inmediato a una campaña de bulos y movilizaciones para hacer creer a los franceses que en virtud de aquel pacto todas las personas migrantes que entraran de forma irregular en territorio galo debían ser acogidas y gozar de los mismos derechos que los nacionales.
¡Ojalá fuera verdad...!
La xenofobia y sus discursos de odio ganaron las redes y estas movilizaron plataformas “anónimas” como la de los chalecos amarillos para ganar las calles. Sin embargo, todas las patrañas ultras se toparon con la seriedad de los medios franceses que desmintieron una a una todas las mentiras, desarbolaron en antena los discursos de Marine Le Pen y vaciaron de contenido inteligente esos mensajes.
Para actuar así, el periodismo alemán y francés no requirió ningún pacto entre medios, ni declaraciones de sus sindicatos --que los aplaudieron-- ni hubo necesidad de plataformas unitarias frente a la mentira; medios como 'Liberation', France24, 'Le Monde', 'l'Express'', France Culture o 'L'Obs', simplemente, se limitaron a hacer su trabajo: verificar e informar.
Son pequeñas diferencias entre ellos y la supuesta seriedad e idoneidad de los medios españoles y muchos de nuestros escribas paniaguados que están sirviendo de colaboracionistas de la ultraderecha.
Artículo publicado en la revista 'El Observador'.