Aquestes son algunes de les reaccions que ha suscitat la mort d'Antonio Franco Estadella a les xarxes socials i en alguns mitjans de comunicació.
Andreu Claret
Llegireu semblances encertades que parlen d’un gegant del periodisme. Els qui no coneixeu tota la seva trajectòria el descobrireu al capdavant de grans iniciatives destinades a impulsar |
Els redactors d''El Periódico de Catalunya' el dia del seu primer número, el 26 d'octubre del 1978. Foto publicada a Facebook per Antonio Rubio, sota l'epígraf: "¡Oh capitán, mi capitán!". Franco, a la dreta. |
una premsa catalana rigorosa, popular i progressista. Vaig fer les meves primeres passes com a periodista sota la seva batuta, en un setmanari que duia Europa a la capçalera i el govern civil al clatell. Era molt abans que fundés 'El Periódico'. Hi vaig descobrir un home immens, de talla i de cor, que ens animava a desafiar el censor amb intel·ligència sense sacrificar mai l’ofici. Gran Antonio. Gran amic. Que descansi en pau.
Gabriel Jaraba
No puedo escribir de la muerte de Antonio Franco. Fue mi director en 'El Periódico', pero también mi redactor jefe en 'Diario de Barcelona'. Y en 'Barrabás', y 'El Papus', y en el Grup de Periodistes Democràtics. Me ayudó, ayudó a muchos amigos, me enseñó a levantarme y me mostró cómo ser un periodista. Me transformó de cabra loca en periodista riguroso. No puedo escribir sobre él porque ha sido mucho, mucho más. Con él desaparece el último director de periódicos, y ahora le sucede otra manera de hacer diarios. No puedo escribir sobre él porque aquello era otra cosa, otra pasión. Él se consideraba "un salvaje". Yo y otros lo éramos también: salvajes. Y ya está.
Ángel Sánchez
Trabajé con Antonio Franco 22 años en las dos etapas en que dirigió 'El Periódico de Catalunya.' Así pues, siempre estuve a sus órdenes. Y puedo decir que mandaba mucho y casi siempre bien. Visto ahora con la perspectiva del tiempo transcurrido, considero que aprendí más de lo que pensaba. No le entusiasmaban las críticas, pero yo, que tenía un año más que él, me callaba lo menos posible. A algunos que procedíamos del desaparecido 'Mundo Diario' nos tildaba de rojos, pero nos respetaba. En el fondo, intuía que también éramos bastante franquistas. Franquistas de Antonio Franco, por supuesto.
Enric Sala
La condició capital de l'Antonio Franco s'explica per dues coordenades. Per un costat, ha estat molt probablement el periodista català més important dels darrers 40 anys, justament els millors anys del periodisme a casa nostra (des de la Transició fins l'ensulsiada dels diaris en paper), i el seu mestratge ha marcat a gran part dels periodistes que després han tingut o tenen càrrecs de responsabilitat. Per l'altre, la seva personalitat abassegadora es traduïa la immensa majoria de vegades en un tracte personal cordial i afectuós --una raresa en els directors de mitjans--, que compatibilitzava amb un alt nivell d'exigència professional. Haver treballat molts anys amb ell va ser un privilegi dels que deixen empremta.
Carmen Umbón
Para no incurrir en repeticiones de “gran periodista” y “gigante de la información” abordaré otra faceta de la personalidad de Antonio Franco, la más cercana a mí y a la que tuve la oportunidad de aproximarme por ser miembro del comité de empresa, ya que nunca pertenecí al núcleo de sus íntimos. Sin embargo, tengo que aclarar que, pese a que yo tenía la mala costumbre de saltarme la cadena de mando si tropezaba con problemas y recurría directamente a él, su puerta nunca estuvo cerrada y siempre me atendió con cariñosa consideración.No hace falta entrar en detalles para explicar que a veces los encontronazos por cuestiones laborales eran inevitables, pero las crisis se acababan resolviendo amistosamente, desde la lealtad, la comprensión y el respeto. Incluso el afecto.
En mi época era frecuente que los aspirantes a un puesto de trabajo, que no eran estrellas del periodismo ni profesionales de solvencia probada, entrasen en las redacciones para sustituir a alguien de baja transitoria. En muchas ocasiones el contrato temporal no llegaba a materializarse y eso era fuente de tormentosas escenas, pero era una gran oportunidad y no faltaban los y las aspirantes. No recuerdo en qué fecha, una compañera (con contrato temporal, o tal vez sin él) se quedó embarazada y su periodo de permanencia en 'El Periódico' finalizaba poco antes del parto. Se nos ocurrió que una salida airosa, fácil de conseguir y barata podría ser prolongar su presencia legalmente unos meses más para que pudiera acogerse a los beneficios de la baja de maternidad, y después la empresa ya decidiría sobre su futuro. Antonio montó en cólera: “Del diario que yo dirijo no se despide a ninguna embarazada”. No nos dejó ni explicarle que, en realidad, no se trataba de un despido. Media hora más tarde estaba en plantilla.
Mariángel Alcázar Modrego
Mi primer cabreo con Antonio Franco tuvo lugar en 1978, en la escalera de Lauria 35 (Barcelona) que comunicaba la sede de 'El Noticiero Universal', en cuya redacción yo trabajaba, y el piso donde |
Franco, a la redacció d''El Periódico', el 2011. (Foto: Albert Bertran) |
estaban preparando los números cero de 'El Periódico'. Que no me hubiera llamado para formar parte de la redacción fue un palo. A mis 21 años yo ya quería trabajar con él. Tuvieron que pasar cuatro años hasta que fui convocada, pero él ya se había ido a 'El País'. Antonio, cual hijo pródigo, volvió a su casa y trabajé con él casi veinte años. Siempre me llamó Roberta, por lo de 'Roberto Alcázar y Pedrín', y cuando, desde su despacho, me llamaba a grito 'pelao' siempre era para pegarme una bronca por no haberme exigido lo suficiente. Su lema siempre fue: “Ante la duda, periodismo”. Nunca quiso ser una estrella del periodismo, pero su luz y su ejemplo nos enseñó a ser libres, a no rendirnos y, sobre todo, a no claudicar ante el poder. Antonio Franco me convirtió en la periodista que soy y yo me empeñé en cambiarle el estilismo e incluso le arrastré un día a Loewe para que se comprara una chaqueta de ante. Siempre austero, se la compró por darme gusto pero años después me dijo: “Roberta, tenías razón; hay idiotas que me ven con esta chaqueta y se creen que soy de los suyos”. Y que no se me olvide, con toda su envergadura y su vehemencia, siempre defendió a las redactoras y nunca admitió que nadie se pasara con ellas. Gracias, Antonio. (DEP)
Lo traté más a fondo en su segunda etapa en 'El Periódico' (1988-2006) cuando yo era director de 'La Vanguardia' y él dirigía 'El Periódico'. La rivalidad y la competencia entre los dos diarios era fuerte, pero a través de un amigo común, el hace poco desaparecido Carlos Pérez de Rozas, establecimos una línea de contacto. Nos peleábamos cada día por las noticias y luego en el quiosco, pero sabíamos que teníamos lectores plurales que apreciaban la independencia de criterio. Yo valoraba –y vigilaba– a mi principal competidor y coincidía con Antonio Franco –que había tenido una oferta para dirigir 'La Vanguardia'– en que la lucha entre dos grandes diarios distintos y con públicos plurales nos forzaba a cuidar la pluralidad y la calidad. La competencia nos hacía mejores.
A él le debemos la irrupción en el mercado del primer diario moderno del último tramo del siglo XX y del advenimiento del XXI, 'El Periódico de Catalunya', "un producto popular, de centro izquierda, catalanista y del Barça", su tarjeta de visita, en el que experimentó y maduró cada uno de los pasos que trastocaron conceptos y modos de ejercer el oficio.
El nivel de autoexigencia primero y de exigencia a los demás después de Antonio Franco era tan alto que casi nunca estaba completamente satisfecho del producto que llegaba cada mañana a los quioscos. Se podría afirmar de él aquello que se decía de Luis Cernuda: que Cernuda y satisfecho eran términos incompatibles. Los consejos de redacción de 'El Periódico' o de 'El País' eran muchas veces de una autocrítica feroz. Empezaban siempre por el análisis del diario del día para entrar después en las propuestas y en la preparación del periódico del día siguiente. Nada que ver con otro estilo de dirigir periódicos que se caracteriza por la frivolidad, el autobombo y el menosprecio de la competencia.
Ese grandullón, un ser incapaz de hacer daño a nadie (queriendo), estaba hecho del material con el que se hace los sueños. Pero era duro porque quería que fuésemos los mejores. O lo intentáramos. Nunca olvidaré cuando acababan los consejos de redacción a media mañana y todos bajábamos pausadamente las escaleras del altillo de Consejo de Ciento donde nos reuníamos tras recibir sus tremendos varapalos por aquella cagarruta o cierta indefinición.
Jordi Bianciotto
Ens ha deixat el director fundacional d''El Periódico', Antonio Franco. Un periodista de raça, instintiu, i un director de diari amb totes les lletres, amb un talent monumental i una gran capacitat d'interpretar un temps i una societat. Vaig tenir-hi una relació mínima, haig de dir, però li agraeixo que fa molts anys, als 90, permetés que comencés a publicar articles al diari, a la llavors secció d'Espectacles. Gràcies, Antonio.
Montse Baraza
Siempre estaré agradecida a Antonio Franco por abrirme las puertas de El Periódico. Se va un grande del periodismo, visionario, apasionado, exigente y honesto. Muchos aprendimos de él. Le echaremos de menos.
Fue la honestidad periodística. El compañero Antonio Franco era un compendio de equilibrio y humildad. Ningún poder político o económico se había atrevido a forzarle la mano. (...) Jamás presumió de intelectual, ni de cultura, ni de saberes especiales, con la excepción de sus pasiones deportivas. Su inteligencia natural y conocimiento de lo que ocurría y necesitaba este país lo demostraba cada día con una maestría intachable.
Una gigantesca figura humana, que ha sabido trasladar su envergadura física y moral, y su gran olfato por las noticias y las tendencias sociales, al quehacer democrático de su ciudad y su país, con un profundo sentido de la equidad (“hay que ser justos”, era su lema); la honestidad profesional (“chequear, chequear, chequear”, exigía); y la urgencia del cambio permanente, siempre desde la primera persona del plural: “Nosotros hemos estado, hemos empujado…”, musitaba estos últimos días, sonriendo, entrecortado, “… y además, nos hemos reído mucho”.
Màrius Carol (d'un article a 'La Vanguardia')
He tenido buenos directores, pero me gustaría resaltar al que me ayudó a ser periodista: Antonio Franco. Era un bulldozer, además de su aspecto de quarterback, resultaba un director que transmitía su entusiasmo a la gente. Así que venía, te daba dos hostias en la espalda y te soltaba: ‘Venga, vamos a salvar el mundo’. Me enseñó lo que era el periodismo y lo que era arremangarse en este oficio.
Gracias a gente como Antonio Franco, el periodismo es hoy una profesión de profesionales —o lo puede ser. Todos estamos en deuda con él, los periodistas y los ciudadanos. No sólo porque él es abanderado de la primera generación de universitarios que quiso vivir del periodismo, que no lo compaginaba con otros trabajos principales o se lo tomaba como un complemento salarial o una prebenda al margen. Sobre todo porque en las redacciones de Antonio Franco se han hecho profesionales, a veces al estilo salvaje, muchos de los buenos periodistas del país. Todos le deben alguna cosa, muchas cosas, la primera de todas haberlos descubierto casi a primera vista. También porque, durante cuatro décadas, los diarios de Antonio Franco eran el contraste necesario, decisivo, valiente, tanto al oficialismo político y periodístico que se vivía en Catalunya como a un modelo de diario pesado, gris y formalista.
Pedro Palacios Salvador
Se va otro de los nuestros. Un hombre integro, honesto e insobornable. Un gigante acorde a su talla XXL. Un grande del periodismo de la transición. Siempre respetuoso, tolerante, culto y humilde. Futbolero y cule empedernido que dio vida en Barrabás a su otro yo: Antonio Bigata. Toda mi amistad y respeto para él, familia, amigos y compañeros en este momento tan duro. Guardaremos con orgullo su memoria y su amistad. DEP
Luis Ángel Fernández Hermana
A los pocos días de que regresara a 'El Periódico' como director, en 1988, Antonio Franco, a quien solo conocía de referencia, me convocó a su despacho. Tras una serie de preguntas y respuestas protocolarias, me dijo que él no estaba a favor de incluir temas de ciencia en un diario, precisamente mi especialidad junto con tecnología y medio ambiente, pero que ofreciera temas a la sección de Sociedad y ya veríamos cómo iban las cosas. Digamos que, aparte de la tensión normal que brota entre dos personas que no se conocían, que debían resolver su relación laboral y profesional, y que pisaban terrenos jerárquicos diferentes, uno director, el otro redactor de temas que, aparentemente, se iban al garete, el encuentro fue interesante. Ni siquiera se habló de salario…
De todas maneras, digamos que a primera vista no fue una conversación muy halagüeña. En ese contexto no cabía ni siquiera aquello tan socorrido de: "Mire usted que la gente se vuelve loca por los temas de ciencia". De todas maneras, quedaban muchos cabos sueltos y me hacía responsable de la carga de la prueba. A pesar de lo cual, sin saberlo, ni comerlo, ni proponerlo (aunque no me extrañaría que, como zorro viejo, él sí lo hubiera planificado), aquella reunión inauguró una década fructífera y repleta de inesperados acontecimientos, algunos determinantes, por lo menos profesionalmente para mí, y que nos llevó a los dos a sentarnos muchas veces el uno frente al otro, ya fuera para orientar temas picantes de la época, o para fijar el rumbo de algunos de los editoriales que empezó a solicitarme. Y para más cosas que no vienen al caso.
Siempre bajo la sombra de que "esto de los temas de ciencia, no estoy a favor", 'El Periódico' no se perdió, creo, ningunos de los eventos y de los personajes relevantes en el campo de la información científica, tecnológica y medio ambiental. Antonio consideró siempre que el diario debía estar presente, en vivo y en directo, en los acontecimientos que venían marcando la actualidad y comprometiendo el futuro. No te ponía el dedo en el pecho, pero había que estar atento. En ocasiones, 'El Periódico' fue, incluso, el único medio de España registrado en ocasiones como la primera conferencia sobre cambio climático celebrada en Hamburgo. Antonio no decía mucho (en serio, cumplía con su palabra de lo que le gustaba), pero el mensaje de que había que estar, llegaba. Sobre todo a mí y, progresivamente, a él mismo y a los demás.
Los dos aprendimos a movernos sobre terrenos nuevos que se agitaban con una violencia sísmica y abrían canales desconocidos hasta entonces que había que aprenderlos sobre la marcha. Nunca perdió el paso y lo lideró frente a otros medios en muchas ocasiones. Y lo recalco porque otros en su posición, sí lo perdieron. La curiosidad, uno de los ingredientes cruciales para conocer la sociedad en la que vive el periodista, se acrecentaba constantemente como su volumen... bueno, sí, corporal. Pasaban muchas cosas sorprendentes, de considerable envergadura, y no le gustaba ni siquiera imaginar que no las iba a tratar adecuadamente, con la importancia que les correspondía a los lectores.
Dejando de lado ahora el 'caso Filesa', en los que aclaró las dudas de algunos con un buen enjuague de periodismo privilegiado por un ejercicio de servicio público, a Antonio, como a tantos en la industria de los medios de comunicación, Internet le cayó como una losa. La Red nos puso a todos al borde del precipicio, sin saberlo, y sin siquiera imaginar que ahí, al otro lado del ordenador, se abría un abismo. Yo llevaba la información sobre Internet en 'El Periódico'. Traté de darle toda la información necesaria para que decidiera la mejor manera de gobernar lo que apuntaba como una transición hacia algo completamente nuevo en la historia de la información social. La pregunta que me repetía Antonio era la de siempre: ¿El lector entiende lo que hacemos? ¿Nosotros entendemos lo que quiere el lector?
Estas dos preguntas, que habían llenado las estanterías de los estudios de la información y la comunicación durante un par de siglos, ahora reaparecían con un tono diferente, encapsuladas en una tecnología todavía en la primera fase de su metamorfosis. La estela del primer paso que dio Antonio y el equipo de la dirección de 'El Periódico' todavía "moja". Promovieron la publicación de una página entera cada sábado dedicada a Internet, Telemática.
Andreu Farràs
Pocs periodistes van revolucionar més el periodisme espanyol de l’últim quart del segle XX que Antonio Franco. Ell, amb el suport empresarial d’un altre visionari, Antonio Asensio, va encapçalar l’equip de joves professionals procedents sobretot de 'Diari de Barcelona' i 'Mundo Diario' que al 1978 van saber crear un diari amè, fàcil de llegir, d’esquerres i, al mateix temps, molt rigorós. L’aparença d’'El Periódico de Catalunya' recordava els tabloides britànics i alemanys, però el contingut no hi tenia res a veure ni conceptual ni ideològicament: estava ben redactat, editat i documentat; la maquetació estava cuidada fins a l'últim filet i va implantar definitivament el costum de premaquetar abans d'escriure el text; i la línia editorial era progressista i catalanista. Un diari dels anomenats de qualitat amb un embolcall atractiu i divertit, destinat a les persones que volen conèixer què passa el món però que no els agrada llegir grans "parrafades", una publicació allunyada dels rotatius grisos, amb pesats pans de lletra i sense a penes fotos ni il·lustracions. "Seriós no ha de voler dir avorrit", era la consigna. Ni resultar atractiu significava ser sensacionalista.
La revolució de Franco va arribar tan amunt que va aconseguir remoure els ciments del secular 'statu quo' de la premsa barcelonina: 'El Periódico' va descavalcar 'La Vanguardia' del primer lloc del rànquing de lectors i va obligar el comte de Godó, amb la direcció de Joan Tapia, a canviar radicalment el disseny de les pàgines de l'envellit portaavions del carrer de Pelai. Anys després, Franco i Tapia recollirien el mateix dia el premi Ortega y Gasset que concedia l’empresa editora d’'El País' (la bíblia periodística de la Transició), presidida per Jesús Polanco.
Ara potser diré una exageració. O no. Però la influència d’'El Periódico' de Franco, l'empremta de l'estil de fer periodisme que ell i el seu equip van marcar en les joves generacions de periodistes (la majoria ara sexagenaris i septuagenaris) va ser tan profunda que els tres últims directors i altres quadres alts de 'La Vanguardia', l'etern rival, han estat abans redactors de base durant molts anys d’'El Periódico'.
Altres dos salts mortals que ningú fins llavors havia fet (amb èxit) i que va gosar provar l'intuitiu Franco va ser la incorporació de fotos en color (els diaris "seriosos" s'hi van resistir però van claudicar anys després) i l'aparició d'una edició catalana del buc-insignia del grup editorial d’Asensio. Un diari amb dues llengües va ser quelcom insòlit (una capçalera no controlada per Pujol escrita en català!) que en va ampliar la base de lectors fins al punt que les enquestes de la Generalitat indicaven que 'El Periódico' era, a començaments d’aquest segle, el mitjà de paper més llegit pels votants d’Esquerra Republicana en xifres absolutes. Internet i el procés independentista ho tornarien a capgirar tot, però aquesta és un altra història.
Un amic de l’ofici no suporta aquells obituaris que de fet comencen amb un “el mort i jo” i que serveixen sovint més per destacar la vida i els mèrits de qui escriu que no pas el que va fer el finat. Espero que el col·lega em dispensi que expliqui que, per casualitats de la vida, vaig tenir l’oportunitat (llavors ho vaig veure així) i el privilegi (ara així ho considero) de dinar amb Franco el passat 13 de juliol. Va acompanyar-nos a un grup de quatre amics del diari que ens trobem de tant en tant per petar la xerrada. Vam alegrar-nos de trobar-lo força animat malgrat el terrible càstig que patia amb les inacabables sessions mèdiques per combatre el càncer. Tant eixerit estava que no va deixar d’explicar-nos anècdotes, expressar opinions i –sense pretendre-ho perquè, encara que el seu físic imposava, era un paio força modest— donar un munt de lliçons de vida i de periodisme. Quin extraordinari llibre de memòries hauria pogut escriure! Però s’hi negava. Era conscient de que des dels alts càrrecs que havia ocupat havia tingut l'oportunitat de conèixer secrets polítics i empresarials –cap il·legalitat, per suposat— que no deixarien en gaire bon lloc als seus protagonistes.
Mentre ens cruspíem diferents tipus d’arròs, ens contava confidències –veritables primícies!-- sobre personalitats i personatges que ens sorprenien, divertien o ens deixaven perplexos. Felipe González, José María Aznar, Antonio Asensio, Jesús Polanco, Juan Luis Cebrián, Jordi Pujol, Alfons Quintà, Manuel Milián Mestre, José María García, Emilio Romero, Manuel Martín Ferrand, Manolo Campo, Jaume Roures,… van anar desfilant per aquell 'off the record' exclusiu, que era una mostra de confiança (d’aquí ve confidència) que mai trairem els quatre que l’escoltàvem embadalits.
Vam parlar dels nous amos d’'El Periódico', del nou disseny del diari i ens va dir que llavors encara desconeixia quin era el destí que Antonio Asensio fill, 'El Niño', tenia reservat per a la en el seu moment espectacular i fotogènica redacció del diari del carrer de Consell de Cent, la tercera que jo vaig arribar a conèixer com a treballador del diari i que Franco i alguns integrants del seu staff van convertir en una impressionant fàbrica de reportatges i exclusives, un equip de periodistes que creien i gaudien del seu ofici i una de les millors escoles pràctiques de periodisme d’Espanya.
El genial cronista parlamentari Víctor Márquez Reviriego, que va popularitzar el terme "culiparlantes" per definir els diputats que als inicis de la Transició només servien per escalfar els escons del Congrés, va dir de l'aleshores president de la cambra baixa, el socialista Gregorio Peces-Barba, que era "un latifundio de humanidad". Em permeto parafrasejar-lo per assegurar que Antonio Franco ha estat "un latifundi de periodisme".
Postdata: també va ser pioner en la manera de parlar; era la única persona coneguda que et deia a la cara "joputa", "canalla", "bandido" o "cabrón" i no t'ho prenies malament.