Dardo Gómez
En mi primer artículo de este año mostraba mi satisfacción por la decisión del Gobierno español de elaborar un estatuto que regulara las prácticas laborales y el estatuto de los mal llamados “becarios” que realizan esas prácticas. En ese mismo artículo recordaba que con esa decisión la ministra Yolanda Díaz daba cumplida respuesta a la demanda de los legisladores europeos que habían tratado en pleno parlamentario lo conflictivo de estas prácticas, y que había aprobado por 580 votos a favor, 57 en contra y 55 abstenciones --contundente, ¿verdad?-- una resolución en la que considera tras haber expuesto la condiciones en que se desarrollan que “la no remuneración de los períodos de prácticas como una forma de explotación de trabajadores jóvenes y una violación de sus derechos”.
En el mismo documento recomendaban a los respectivos estados queactualizaran las condiciones laborales de esas prácticas, su régimen legislativo y elaboraran una premisa que “desarrolle un sistema laboral y económico justo durante el tiempo de formación” de los futuros profesionales.
Pues, miren ustedes por dónde, este 10 de junio la conferencia de rectores universitarios (Crue Universidades Españolas) y la Red de Fundaciones Universidad-Empresa sin encomendarse a nadie desoyen a estos legisladores y se han lanzado a cara descubierta para manifestar que se oponen “frontalmente al anuncio realizado por el Ministerio de Trabajo sobre el nuevo 'Estatuto del Becario'”.
Es cierto que esto era de esperar, ya que desde el primer momento, junto con la CEOE, no han hecho más que poner trabas al proyecto. Parece que esperaban que con la convocatoria electoral decayera el proyecto, pero al ver el anuncio de la ministra de Trabajo han decidido proclamar su voto de obsecuencia a las empresas.
Se ha acabado el juego de los “tartufos”
Creo que esta sincera manifestación de las universidades y de sus rectores ha hecho un gran favor a la transparencia de sus actuaciones y ha destapado, por lo mismo, las razones profundas de sus racanerías de decenios y mostrado con quiénes están sus corazoncitos. Vaya por delante que con sus estudiantes no lo están.
Están con los empresarios y, sin prejuzgar el porqué, voy a sus textuales razones que muestran que la principal razón de su radicalidad está en el “establecimiento de una compensación obligatoria por los gastos en que pueda incurrir el estudiante en prácticas. Se trata de una previsión inédita en nuestro Derecho y cuya consecuencia inmediata será la disminución dramática del número de empresas y, sobre todo, de entidades públicas dispuestas a acoger a estudiantes en prácticas. Además de todo ello, la valoración de tal compensación generará con toda seguridad una gran complejidad y dificultades añadidas a la gestión ordinaria de las prácticas”.
No quiero entrar en sus chollos, pero me parece de una total indecencia que, a sabiendas de la explotación reconocida por el Parlamento Europeo y que muchos de nosotros hemos constatado, ellos sólo se preocupen de que a sus amigos esa explotación les siga saliendo gratis.
Alguien les debe haber dicho que el principal enemigo, además de la ministra, son los sindicatos, que son los que están dentro de las empresas. Esos espacios por los cuales los rectores y sus directores no han aparecido nunca a cuidar de sus alumnos.
El ataque a los representantes de los trabajadores es aún más radical que la defensa de sus amigos empresarios. La Crue se refiere a los sindicatos con gran falta de respeto de sus capacidades y un exceso de arrogancia con respecto a las propias.
De forma ladina, dicen: “No se cuestiona su capacidad [de los sindicatos y la de las autoridades laborales] para fijar la frontera entre lo que son prácticas académicas y lo que no lo son por configurar un verdadero y propio contrato de trabajo. Pero, una vez establecida esa frontera, nada tienen ya que disponer sindicatos y patronal respecto del régimen jurídico de las prácticas académicas. Eso es un asunto exclusivamente académico cuya competencia reguladora recae en el Ministerio de Universidades y en las propias universidades”.
Estos 'señoros' se caen de un guindo muy alto
Y es verdad que así ha sido hasta ahora y así nos ha lucido el pelo durante decenios. Como los becarios legalmente no eran trabajadores de la empresa sino “invitados explotables” que ofrecían las facultades, no había forma de meterlos en los convenios generales ni en los de sector. Algunos comités de empresas, sobre todo en algunos medios públicos y en las grandes corporaciones de medios, con duras y largas batallas consiguieron arrancar migajas de respeto para esos becarios.
L@s rector@s, en gran parte analfabetos laborales --por lo menos aquellos de ciencias de la comunicación que nunca trabajaron de lo que enseñan--, tienen la mala fe de pretender ignorar que los estudiantes que envían en una parte altísima cubren puestos estructurales de las empresas, provocando una grave distorsión del correcto desarrollo del mercado laboral.
Esto último, señoros catedráticos, afecta gravemente a la estabilidad laboral y es cosa de los sindicatos ocuparse de ello, por lo mismo que ese espacio donde hasta ahora habéis mangoneado no es “un asunto estrictamente académico” como pretendéis defender para vuestra conveniencia. Además, los sindicatos no pretenden diseñar las prácticas como falsamente acusáis sino evitar que desde la cátedra se diseñe la explotación de los estudiantes.
Aunque ese sería otro capítulo que tiene que ver con la ética, siempre escasa. Tal vez tenga razón un gran sindicalista y amigo que suele decirme: “Las universidades ya no tienen alumnos, sólo clientes”. ¡Qué asco...!
Artículo publicado originalmente en 'El Observador'.