Manuel López
Recientemente nos ha dejado una persona en cuya nota de despedida se podía leer que había sido escritor y periodista.
¿Se puede ser ambas cosas?
Difícilmente. O se es una o se es la otra. Claro que pueden haber
excepciones, como Miguel Delibes, que durante el día dirigía un periódico y por las noches escribía unas novelas magníficas. Pero en su periódico nunca se dejó ver como escritor. Creemos que sabía diferenciar una profesión, o una vocación, de la otra.
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Miguel Delibes, en una imagen de archivo. |
excepciones, como Miguel Delibes, que durante el día dirigía un periódico y por las noches escribía unas novelas magníficas. Pero en su periódico nunca se dejó ver como escritor. Creemos que sabía diferenciar una profesión, o una vocación, de la otra.
Periodista es aquella persona preparada en una universidad para ejercer una profesión que le obliga a tener un alto nivel cultural, un perfecto dominio de la lengua --cosa difícil-- y manejar los programas de ordenador necesarios para desarrollar su función.
Pero hay más: un periodista debe tener vocación.
En mi universidad, la Universitat Autònoma de Barcelona, cada curso ingresan unos doscientos alumnos. Las notas de corte son muy altas. Es decir, optar por esta carrera significa haber obtenido altas notas en el bachillerato y superar unas pruebas de selectividad, realmente complicadas.
Pero muchos de nuestros alumnos no tienen vocación. En una encuesta reciente, hecha en la propia aula, una parte significativa de los alumnos decían que lo que querían es ser 'youtuber' o 'streamer', es decir, hacerse con un nombre a través de las redes sociales para hacerse ricos y famosos. Su objetivo era ser como el Rubis, una persona que reside oficialmente en Andorra para no tener que pagar impuestos en España. Tiene miles de seguidores y presume de su libertad de acción burlando las leyes tributarias de su país de origen.
Pues bien, el hecho de que haya alumnos de la universidad que únicamente se planteen ser 'youtubers' nos preocupa, hasta el punto de que un pequeño grupo de profesores nos estamos planteando que para entrar en nuestra alta institución sería necesario pasar por una prueba de idoneidad.
Es decir, una vez superada la selectividad, el centro que han elegido sometería al alumno a una serie de preguntas relacionadas con el periodismo, o con comunicación audiovisual. Eso se hacía años atrás para entrar en la Escuela Oficial de Periodismo de Barcelona.
La nota haría media con la de la selectividad. De esta manera, en la universidad entraría gente con verdadera vocación periodística.
El resultado sería descorazonador para muchos alumnos que hoy están entre nosotros, porque no habrían podido acceder a la carrera.
Esto significa que alguien que tuviera en la prueba de idoneidad un 9 pero en selectividad un 7 superaría a alguien que en selectividad hubiera tenido un 9 pero en la prueba de idoneidad un 6.
Estaríamos ante una nueva generación de estudiantes de periodismo con auténtica vocación para ser periodistas.
Pero… ¿serían escritores?
No. Serían periodistas.
Para ser periodista es necesario pasar por la universidad, con su colección de asignaturas técnicas, literarias, disponer de habilidades investigadoras… pero para un escritor no es necesario pasar por todo ello.
Para ser escritor se necesita un alto nivel cultural, un buen dominio de la lengua y ser observador y analítico. Y si tiene imaginación, mucho mejor.
La diferencia entre escritor y periodista es que uno trabaja con el tiempo a favor y el otro no.
El periodista debe someterse a un proceso continuo de construcción de mensajes del momento, o del día, según sea el medio para el que trabaja. Las prisas dominan todo su proceso productivo, mientras que el escritor no tiene esa premura de tiempo.
El periodista sabe a qué género acudir para explicar un hecho. No es lo mismo un reportaje que una crónica. Una entrevista o una noticia.
El escritor no entiende de eso. Vive de lo que lee, escucha o ve en los medios. Medita sobre los hechos ya acontecidos y se pone a escribir.
El periodista sabe que tiene que atenerse a intentar decir y explicar la “verdad”. Lógicamente la verdad no la sabe nadie del todo, pero el periodista tiene que acercarse a ella y, si se equivoca, al día siguiente debe corregir su mensaje. Solamente el periodista de investigación está autorizado a meter más literatura opinativa en sus textos. Pero sin fabular.
El escritor tiene la libertad para distorsionar la “verdad”, es decir, puede fabular sobre ella, sobre la noticia, la crónica o el reportaje.
Un periodista que distorsione la verdad no es de fiar.
Un periodista trabaja con hechos concretos, el escritor puede buscar la complejidad de las personas y sus emociones.
El periodista puede explicar un drama con decenas de personas llorando ante un drama bélico o un accidente, pero no puede fabular sobre ello. El escritor, sí.
Otro elemento que diferencia a los escritores de los periodistas es que, como los primeros expresan su opinión, están más sometidos a la crítica pública que los periodistas.
Ambas profesiones comparten una realidad: tienen que someterse a la línea editorial para el medio en que trabajan. No es lo mismo escribir noticias o artículos de opinión para un medio de derechas que para uno de centro. No hablo de medios de izquierda porque en España no los hay, al menos en el sector del papel.
Los periodistas se ven sometidos a una estructura jerárquica que los puede influir: tienen jefes, redactores jefes, subdirectores y editores. Y por encima de todo, la empresa.
Los escritores no tienen por encima más que un nivel jerárquico: el del jefe, o jefa, de opinión.
En resumen, ser escritor no significa ser periodista, aunque se publique su trabajo en un medio. Y un periodista no puede considerarse un literato porque su trabajo le conduce a una serie de técnicas muy estrictas, aunque no lo parezca.
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