El quadern dels periodistes apocalíptics, integrats, optimistes i/o solidaris

EL QUADERN DELS PERIODISTES APOCALÍPTICS, INTEGRATS, OPTIMISTES I/O SOLIDARIS

12 nov 2018

Aquí hay otros Trump o peores

Andreu Farràs
Donald Trump, que prefiere ser mil veces antes villano que ‘loser’, protagonizó el pasado miércoles una escandalosa rueda de prensa en la Casa Blanca. No es la primera vez ni probablemente la última en la que el multimillonario neoyorquino insulta y humilla a los periodistas y a los medios de comunicación que no le resultan simpáticos. Trump respondió con descalificacionels personales a varios informadores acreditados que le formulaban preguntas incómodas. Y, como en otras ocasiones, señaló con nombres y apellidos a los corresponsales que le disgustan y con sus marcas a los medios que considera sus enemigos, empezando por la CNN y ‘The New York Times’. 


Tres días después de la pendenciera comparecencia de Trump, en un mitin de Vox, los organizadores mostraron en las pantallas a los medios y los periodistas que critican a este partido para que los concentrados los abucheasen e insultasen. Aunque pueda parecerlo, este insólito ataque no es casual. Uno de los asesores áulicos de Vox es Steve Bannon, comunicador estadounidense, uno de los principales artífices el ascenso de Trump a la Casa Blanca y, en la actualidad, consejero de exitosas organizaciones ultraderechistas europeas como la Liga de Matteo Salvini. 

Con todo, aunque sea comprensible la indignación que algunos medios de comunicación españoles expresaron a través de editoriales y artículos de opinión por la conducta iracunda de Trump hacia colegas como Jim Acosta (CNN) y Peter Alexander (NBC), no se debe perder de vista que el comportamiento hacia la prensa de la mayoría de los dirigentes políticos españoles una vez han alcanzado las cotas de poder ejecutivo dista mucho de ser homologable con las democracias más consolidadas en Occidente. Empezando por Estados Unidos, donde los medios han demostrado a lo largo de la historia que ejercen de verdad el cuarto poder. 

La rueda de prensa de Trump fue bochornosa, cierto. Pero duró el doble o el triple que muchas conferencias de prensa que han convocado en los últimos 30 años los presidentes de Gobierno españoles o los presidentes de la Generalitat

Aun con insultos, vejaciones y bravuconadas, Trump respondió a todas las preguntas que le formularon los periodistas, muchas de ellas tanto o más incómodas que las que pudieran lanzar los congresistas demócratas. 

Plasmas, Ibex y 'això no toca'

En España --y en Catalunya-- hay comparecencias sin derecho a preguntas. Hay conferencias de prensa en las que el político se dirige a los periodistas a través de un monitor, el famoso plasma de Mariano Rajoy. Hay ruedas de prensa en las que, con la coartada de las prisas del político de turno, solo se permiten dos o tres preguntas que, en no pocos casos, están reservadas para los medios con una línea editorial más afin al partido del compareciente. 

De Trump escandalizó que horas después de su rifirrafe con el periodista Jim Acosta, aquel le retirase la credencial para acceder a la Casa Blanca. En España --y en Catalunya-- no recuerdo que algo parecido haya sucedido. Pero sí decisiones más sutiles como que más de un cronista político crítico con el gobierno de turno fuese sustituido por el director del diario por otro periodista que agradase más a la ‘vice’ o al secretario general de la Presidència de la Generalitat. 

¿Por qué? Porque la ‘vice’ o el secretario general son (o eran) los responsables de las relaciones del Gobierno con los medios de comunicación y en España --y en Catalunya-- las subvenciones de las administraciones central, autonómicas y municipales así como las publicidades institucionales (Renfe, Fomento y Tráfico, incluidos) ayudan decisivamente a cuadrar las diezmadas cuentas de unos medios con audiencias fragmentadas y jibarizadas. 

Confieso ignorar si Trump tiene capacidad para cambiar al director de un gran diario estadounidense. Pero en España los periodistas hemos presenciado en las últimas décadas diversos cambios de director porque las empresas editoras se arriesgaban, por ejemplo, a perder millonarios contratos publicitarios con el denominado grupo “empresas del Ibex”. Hay al menos tres diarios digitales españoles que han sido fundados y son capitaneados actualmente por periodistas que tuvieron que dejar en su día las direcciones de sus diarios para que las empresas editoras pudieran continuar disfrutando de los favores de los poderes fácticos. 

¿Es preferible que Trump veje a un periodista incisivo delante de las cámaras y los ciudadanos vean el auténtico rostro del poder o que presione por teléfono al editor para que cambie a la “mosca cojonera” y que nadie se entere de por qué alguien ha pasado de cubrir la Moncloa a ser corresponsal en Latinoamérica? 

¿Es mejor que Trump exprese su furia durante más de una hora en una rueda de prensa en la que todos pueden preguntar o que el protagonista no acepte preguntas o responda reiteradamente que “això no toca”? 

Que la conducta de Trump hacia la prensa sea tan repulsiva como lo es la que también manifiesta hacia los migrantes, las mujeres, las minorías religiosas y étnicas, los ecologistas o los pobres (para él, simplemente 'losers'), no debe hacernos creer que es peor que algunos poderosos autóctonos, al menos en lo que respecta a la libertad de información. Aunque respaldado --e incluso admirado-- por una amplia mayoría de ciudadanos estadounidenses, Trump es, como indican algunos expertos, un personaje ademocrático e iliberal. Y Estados Unidos tiene muchísimos defectos. Pero ojalá en España --y en Catalunya-- tuviésemos los sólidos resortes de su sistema democrático. Empezando por más medios de comunicación con lo que hay que tener.

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