José Sanclemente
La Asamblea de la AEDE (Asociación de Editores de Diarios Españoles), celebrada estos días, ha puesto de relieve la división del lobi editor en el frente común que los periódicos españoles deberían mantener frente a los graves problemas que les acucian: las ventas de los diarios impresos caen cada año, la publicidad está menguando todavía sin atisbar los límites de la recuperación y las ediciones digitales no consiguen compensar la desaparición de los ingresos del papel.
El ejercicio, más que de transparencia, de desnudez que han hecho directores y editores en la citada asamblea ha dejado planteamientos discrepantes sobre cómo abordar una crisis, la de la prensa, que lleva camino de convertirse en un crac irreparable.
Más allá de la crítica de Pedro J. Ramírez a la institución de la AEDE por su incapacidad o ineficiencia para establecer un marco de ayudas con el Gobierno y de la respuesta del presidente de AEDE que no quiere oír hablar de ellas sino mas bien de un marco jurídico-legal en el que los diarios se sientan confortables frente a los Google y a los ataques a la propiedad intelectual en general, más allá de eso surgieron temas de debate que, desde mi punto de vista, si no son consensuados difícilmente se puede establecer una hoja de ruta que sortee el final de la prensa escrita.
Antes de abordarlos quizá deberían editores y directores hacerse una autocrítica que no he sabido encontrar en ese debate asambleario: los diarios impresos son mucho peores que hace diez o quince años. No solo tienen menos páginas impresas sino que éstas son, en general, de peor calidad para mantener a los lectores o atraer a otros futuros. Los contenidos periodísticos son más imprecisos, están peor editados y eso ha llevado a que la profesión periodística acabe por perder credibilidad. Si además el precio que pagamos por un diario impreso es un 30% más caro que hace tan solo cinco años, entenderemos porque se hace prescindible para muchos la lectura de los diarios impresos.
Hablando con un importante editor de diarios, que corroboraba este análisis, me decía que más que el daño que pueda haber hecho internet a los impresos, es la incapacidad que los diarios tienen de incorporar a los jóvenes a su lectura: "No les interesamos nada, somos incapaces de conectar con ellos". ¿Será que los lectores se han vuelto más exigentes y los editores han estado más laxos en hacer preservar la calidad de los contenidos? En ello, no cabe duda, está influyendo la reducción drástica de las redacciones por los sucesivos despidos, la falta de recursos para la investigación periodística y la consiguiente desmotivación de los periodistas, unida muchas veces a la falta de formación continuada necesaria.
Pues bien, solo después de esta reflexión tiene sentido hablar de lo que allí se dijo:
- La marca: la marca parece la panacea de la sostenibilidad y credibilidad de un diario. Y eso es cierto, pero ante la tremenda oferta informativa y los vacíos de contenidos que se observan en algunas grandes cabeceras de diarios se está consiguiendo desgastar la marca hasta el punto que podría resultar una rémora en lugar de una ventaja. El distintivo y la bandera de enganche de un diario, como de cualquier otro producto, ya no es su lema sino su mejora continuada, en este caso en la información.
- La independencia: es algo que los lectores ya cuestionan permanentemente en los periódicos. Los cambios surgidos en el esquema mental de los ciudadanos como consecuencia de la actuación de los poderes políticos y económicos en esta crisis, nos hacen ser más críticos y desconfiados, también con nuestros diarios de cabecera que pensamos están sometidos a los poderes en lugar de ejercer de contrapoder. Quizá la falta de rentabilidad y el endeudamiento de algunos periódicos tienen que ver con esa supuesta connivencia con los intereses de los poderosos, ya sean políticos, banqueros o anunciantes.
- Las ayudas al sector: No ha sido capaz la AEDE, como decía al principio, de conseguir un marco de ayudas similar al que funciona en otros países europeos. En algunos de ellos como en Francia, Austria o Finlandia por poner algunos ejemplos, las ayudas a los periódicos son controladas por los parlamentos sin partidismo y con luz y taquígrafos. Aquí en España se ha preferido por parte de algunos diarios recibir ayudas y subvenciones discriminadas en función del gobierno autonómico de turno.
Otros medios como las televisiones privadas, a través de UTECA, consiguieron por real decreto eliminar de un plumazo la publicidad en la televisión pública estatal.
Creo que un marco de ayudas que contemple planes de formación, ayudas en inversiones tecnológicas, créditos blandos y convenios serios de fomento de la lectura de los diarios debería ser un objetivo que la AEDE debería plantearse con la unión de todos los editores.
De todas formas el ejercicio de desnudez y en algún caso, con excepciones, de incuria de directores y editores que se vio en la asamblea debería corregirse. No es que deban unirse porque sí, sino porque deberían sentir que los periódicos son necesarios y no deben morir. Para ello bastaría con que entendieran todos que la marca y la independencia se han de llenar de contenidos de calidad, de buenos contenidos periodísticos.
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