Manuel López
Hemos leído en 'El País' que Trump, el presidente electo de los Estados Unidos, se ha proclamado enemigo de la prensa. Eso es algo que ya se intuía, pero es peligroso saber que, a pesar de su gran victoria en las recientes elecciones presidenciales, Trump no ha modificado un ápice su opinión.
Ser enemigo declarado de la prensa es síntoma de una personacerrada, posiblemente inculta, poco preparada desde la infancia y la juventud para asumir un papel de persona madura, preocupada por lo que pasa en el mundo. Una persona que debe saber que no está sola en nuestro planeta y que, como es lógico, lo que afecta al mundo nos afecta a todos. Y al revés, lo que afecta a uno, afecta a todos.
No vamos a hablar del efecto mariposa, eso de que aleteo de semejante lepidóptero puede provocar catástrofes en la otra punta del planeta. Es toda una verdad que cualquier decisión de un dirigente, o un líder, puede llevarnos a la destrucción total.
Aterra pensar que personas como el presidente de Corea del Norte, o el presidente de Irán, o Putin, e incluso Macron --cada vez más belicoso--, tienen en sus manos la posibilidad de hacer detonar una o decenas de bombas nucleares. Y ahora mismo, cuando escribimos este artículo, aterra pensar que Trump tendrá, a partir de enero, la maleta atómica a su lado a lo largo de las 24 horas del día y durante todos los días de la semana.
La prensa se ha convertido en enemiga del presidente electo en un momento en que aquella está de capa caída. Las tiradas no hacen más que bajar. La publicidad se pasa al lado digital. Los jóvenes no suplen a los lectores mayores.
Es verdad que la prensa tiene que hacer una severa reflexión sobre su estado actual. No podemos defender un modelo de periódico, en 2024, que sea igual al de hace veinte años. Con lo que ha llovido, la prensa apenas ha experimentado cambios.
Se ofrecen suplementos de moda lujosos, suplementos de literatura, el deporte está cada vez más omnipresente en los papeles, contamos con grandes escritores y opinadores, pero así, y todo, la prensa no acaba de levantar cabeza. Y, encima, se le pone en contra todo un presidente de los EEUU.
Pero es bueno que Trump haya visto en la prensa un enemigo, o una enemiga.
Si, lo es porque la fortalece: he ganado las elecciones, pero he perdido a la prensa, podría estar pensando en estos momentos. Y tendría toda la razón.
¿Por qué nos alegra esa oposición frontal a los diarios? Porque los ciudadanos, las lectoras, el pueblo, en general, no son tontos. Pueden haberle votado, pero la gente necesita, siempre, un contrapunto al poder político, y ese contrapunto lo ofrece la prensa. y también la televisión, pero menos.
Trump puede tomar decisiones drásticas en numerosos ámbitos que nos afectarán a todos, no solo a los norteamericanos. Pues bien, esas decisiones no siempre serán acertadas ni explicadas. ¿Quién le llevará la contraria? ¿Quién le dirá al rey que está desnudo? La prensa, sin duda alguna.
Vamos a ver venir una auténtica batalla por hacerse con los medios escritos. Es más que posible que Elon Musk adquiera algunas cabeceras, quizás, incluso, las más importantes. Pero quedan muchos diarios y revistas que no podrá comprar ni Trump cerrar.
Hablamos de la prensa regional, de la prensa local, de esos boletines hechos con poco dinero por colectivos sociales, desde entidades de minorías raciales a grupos de vecinos y vecinas. De publicaciones espontáneas que nacen un día y mueren al cabo de poco tiempo, pero que durante su existencia han dado vigor al debate social.
Hay esperanza en tener enemigos poderosos. Y aquí podría venir a cuento una cita de Séneca ('Tiestes', 388): “Rex est qui metuit nihil, rex est quique cupiet nihil; hoc regnum sibi quisque dat”, que traducido viene a decir: “Es rey quien nada teme, es rey quien nada codicia; esta soberanía se la da cada cual a sí mismo”
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